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La represión juvenil en Colombia: una estrategia más de la “seguridad democrática”

category venezuela / colombia | movimiento anarquista | news report author Monday November 22, 2010 21:41author by Red Libertaria Popular Mateo Kramer Report this post to the editors

Bajo la mirada militarista del actual gobierno colombiano, toda iniciativa que pretenda –explícita o implícitamente– avanzar en la consolidación de cualquier proceso de cambio del panorama social existente debe ser reprimida. Así, nociones como revolución, pensamiento crítico, contracultura, organización social, movimientos de izquierda, oposición, entre tantas otras, son reinterpretadas –a los ojos de la política de seguridad democrática– como directas o potenciales expresiones del “terrorismo”, por lo que deben ser perseguidas, anuladas y olvidadas, en aras de mantener intacto el actual orden de la realidad por más desigual, injusto y desproporcionado que se presente.
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Bajo la mirada militarista del actual gobierno colombiano, toda iniciativa que pretenda –explícita o implícitamente– avanzar en la consolidación de cualquier proceso de cambio del panorama social existente debe ser reprimida. Así, nociones como revolución, pensamiento crítico, contracultura, organización social, movimientos de izquierda, oposición, entre tantas otras, son reinterpretadas –a los ojos de la política de seguridad democrática– como directas o potenciales expresiones del “terrorismo”, por lo que deben ser perseguidas, anuladas y olvidadas, en aras de mantener intacto el actual orden de la realidad por más desigual, injusto y desproporcionado que se presente.

Sindicalistas, organizaciones campesinas e indígenas, al igual que líderes sociales, ONG´s, profesores, estudiantes y sectores de oposición, se encuentran hoy, al igual que ayer, en la mira de los órganos de inteligencia del gobierno y de grupos contrainsurgentes legales e ilegales. La juventud colombiana (tanto la organizada como la no organizada) no escapa de esta lógica de control y, por el contrario, se ha convertido en uno de los principales sectores sociales sobre los cuales se ha desplegado una serie de acciones represivas para adiestrar su accionar. Los llamados “falsos positivos”, los actos de “limpieza social”, las reiteradas amenazas de muerte que llegan a los barrios y las universidades, las restricciones de movilidad en algunas localidades populares de las ciudades durante horas de la noche, entre otras disposiciones impulsadas por grupos militares y paramilitares con gran presencia en las ciudades, son muestra de la escalofriante realidad que deben enfrentar los y las jóvenes en este país.

Dichas tácticas de control e intimidación social no son nuevas, como no lo son los toques de queda ni las listas negras de “limpieza social”, sin embargo, en los últimos años se ha presentado un aumento exponencial de estos casos en diferentes regiones del país (en Bogotá, por ejemplo, se asesinan en promedio 2 o 3 jóvenes diariamente según estimaciones de mayo de 2009 ). Como resultado, las listas negras que acompañan las operaciones de limpieza social han aparecido en 24 departamentos, lo que permite dimensionar el alcance de estas siniestras estrategias y su nivel de articulación a escala nacional.

Lo anterior evidencia el desgarrante nivel de represión y persecución que se ejerce sobre la juventud colombiana a manos de organizaciones criminales que, apoyándose en estructuras gubernamentales, actúan impunemente como parte de las acciones necesarias para mantener controlada y sometida a la población colombiana. De esta forma, es posible afirmar que todo este conjunto de acciones extendidas sobre el sector juvenil busca, a grandes rasgos, tres cosas en concreto: la primera, disipar cualquier iniciativa político-organizativa que pueda representar una amenaza (potencial o real) para el régimen existente; la segunda, utilizar al sector juvenil como instrumento de guerra para alimentar (o dar partes “positivos” a) las fuerzas represivas (militares y policivas) de la clase dominante; la tercera, construir una cultura del miedo y de la aceptación donde el sector juvenil –aquel denominado como el “futuro” de este país– interiorice muy bien la idea de que en Colombia no se aceptan pensamientos diferentes que pongan en tela de juicio los intereses de los gobernantes y de las clases más poderosas.

A este panorama de represión y persecución de carácter (para)militar, donde las fuerzas represivas acuden al miedo y a la persecución para tratar de intimar a la juventud colombiana, se suma la deplorable situación socioeconómica que ésta debe enfrentar. Por ejemplo, es importante recordar que el 54% de los jóvenes que hace parte de la población económicamente activa, no cuenta con seguridad social ni garantías de derechos laborales; el desempleo juvenil está cerca del 30%, con tendencia al aumento; el índice de jóvenes bajo condiciones de pobreza es del 49% y el 50% no termina la secundaria. Además, la posibilidad de que un joven muera asesinado en Colombia es cinco veces más alta que el promedio de América Latina y el 15,3% de los jóvenes colombianos ha pensado en suicidarse (debido a problemas de desempleo y exclusión) . Lo anterior resulta de gran relevancia, ya que la población juvenil colombiana no es insignificante, por el contrario, cerca del 30% (de los cerca de 45 millones de habitantes de este país) está en el rango de 14 a 29 años de edad.

Ante este panorama, son los propios jóvenes (todos nosotros y todas nosotras), en articulación con las luchas populares de este país, quienes tienen en sus manos la responsabilidad de activar escenarios de transformación social por medio de los cuales se confronte las medidas represivas que desde el gobierno y las instancias paraestatales se confabula. Si bien las amenazas y la criminalización de los y las jóvenes no terminan, tampoco lo hacen las organizaciones juveniles que luchan por la dignidad de un pueblo que se niega a perecer ante el pensamiento totalizante y las estructuras derechistas que han caracterizado al gobierno colombiano durante los últimos años.

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