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Críticos nacionales y Libia

category internacional | la izquierda | non-anarchist press author Saturday March 12, 2011 05:10author by Rolando Astarita Report this post to the editors

“La izquierda y Libia” ha provocado algunas airadas respuestas en mi contra, como puede verse en los comentarios que acompañan a la publicación de la nota en kaosenlared. No podía ser de otra manera, dado que mis críticos desean el triunfo de Khadafy, y yo deseo el triunfo de los rebeldes. Sin embargo, lo importante no es constatar que las diferencias son abismales, sino evaluar el peso de los argumentos que me han dirigido. A pesar de que los “comentarios” son necesariamente escuetos, permiten sin embargo saber por dónde estarían flaqueando mis argumentos, y cuáles serían los puntos fuertes del sector “nacional-izquierdista”.

Pues bien, básicamente se me dirigen tres críticas: A) Estoy pidiendo la entrada de la OTAN en Libia; por lo tanto soy pro-imperialista (“otanero”, como ha escrito alguien), y un enemigo a quien, eventualmente, cabría castigar duramente por “contrarrevolucionario”. B) Me baso en los medios imperialistas, que exageran y manipulan. C) Los sublevados son manejados por el imperialismo.

Invasión imperialista en Libia

Empiezo con la primera crítica, que es la más repetida (y la que más impresiona). ¿Estoy abogando por la invasión de Libia por las tropas de la OTAN? No, en absoluto, se trata de un invento de mis críticos. Estoy en contra de la entrada de tropas imperialistas en Libia, de la misma manera que me opuse a la invasión de Iraq, Afganistán, o antes de Panamá, Grenada, etc. Pensé que esto quedaba muy claro en mi nota, en la que reivindico la postura de la gente de Benghazi que le informa al corresponsal de Telesur que ellos rechazan completamente la intervención de tropas. También señalé, como una prueba de que el Gobierno de Benghazi no era “títere” del imperialismo, que había rechazado la intervención. Por supuesto, mis críticos nacionales pasan por alto estos “detalles”, y afirman, muy sueltos de cuerpo, que soy “pro-imperialista”. La conveniencia de fusilarme, si hubiera ocasión, se justifica fácilmente. Pero el cargo no tiene sustento.

Sin embargo, lo interesante es analizar a qué obedece la tergiversación. Respondo: mis críticos tergiversan porque no pueden responder al núcleo de mi razonamiento. Mi razonamiento es que no basta que un movimiento reciba apoyo de las potencias, para que sea caracterizado de “títere”, o para sostener que su programa es transformar al país en una colonia.

Más en concreto, el problema que he planteado es este: si los rebeldes piden ayuda al exterior, que es lo que de hecho están pidiendo, sin resignar su posición de gobierno burgués autónomo, ¿es lógico que sean condenados por ello? Al momento de escribir estas líneas (10 de marzo) todas las noticias indican que las tropas de Khadafy están avanzando, amparadas en su mayor poder de fuego y dominio aéreo. Los rebeldes han rechazado la entrada de tropas de la OTAN (o de cualquier potencia), pero han pedido armas y que se paren los ataques aéreos. Supongamos que alguna, o algunas potencias, hagan llegar armas a los sublevados (decretar una zona de exclusión aérea parece mucho más lejano). ¿Implicaría esto que las zonas bajo dominio de los rebeldes, o Libia, se convierten en colonia? Mi respuesta es que no. Ha habido muchísimos movimientos (burgueses) revolucionarios, a lo largo de la historia, que han tenido apoyo de una u otra potencia, sin que por ello se convirtieran en “títeres del imperialismo”. El propio Khadafy hasta apenas ayer recibía enormes masas de armamentos provenientes de los países más avanzados de Europa. En un enfrentamiento armado, es natural que los bandos reciban ayuda, sin que ello cambie su naturaleza política (por no decir social).

El punto aquí es que no se puede jugar a las escondidas con este asunto. Si el régimen de Khadafy tiene más y mejores armas, y además el poder de bombardear las ciudades sublevadas (indefensas), decir que se está en contra de que los rebeldes reciban armas del exterior, equivale a ponerse del lado de Khadafy. En este respecto mis críticos “nacionales” apuntan al corazón del problema. Ellos no quieren que los rebeldes reciban la más mínima colaboración, porque están a favor del triunfo de Khadafy. La posición tiene su lógica, pero porque deriva de haber tomado postura global a favor del régimen de Khadafy.

Por otra parte, para los que consideramos que es progresiva la caída de la dictadura de Khadafy, el tema a responder es si los rebeldes pueden recibir armas, o cualquier otro tipo de aprovisionamiento, sin por ello caer en la categoría de “títeres y agentes del imperio”. Por supuesto, es muy sencillo para algunos “puristas” que apoyan (desde el exterior) la rebelión, decir que los rebeldes tienen que enfrentar a las tropas y aviones de Khadafy sin armas ni defensas adecuadas. Pero en el enfrentamiento real, es lógico que no se tengan en cuenta esas abstracciones.

El fantasma de la invasión

Una de las cuestiones que más llama la atención en el argumento “nacional” es que se está agitando el asunto de la invasión imperialista a Libia, cuando por ningún lado aparecen señales de que se esté preparando tal invasión. No se trata solo de que los rebeldes han declarado que están en contra de la entrada de tropas extranjeras, sino también de la actitud del imperialismo. Hasta el momento la OTAN ni siquiera respondió al pedido de envío de armas; más aún, el embargo de armas que se impuso a Libia, en estos momentos rige para todo el país, de manera que los más perjudicados serían los propios rebeldes. Tanto Washington como Bruselas aclararon que no están dispuestos a enviar tropas a Libia. No hay manera de organizar una invasión sin preparar a la opinión pública mundial para ello, y sin el apoyo de, por lo menos, sectores importantes de la propia Libia, y del mundo árabe. Pero estos apoyos, hoy, no están por ningún lado.

¿Por qué entonces se pone en primer plano el peligro de la invasión de la OTAN? La respuesta es simple: porque es la única manera de hacer aparecer a Khadafy como un defensor de la soberanía nacional Libia, frente a los rebeldes, que estarían dispuestos a convertir al país en una colonia. Es que los defensores de Khadafy no pueden demostrar que éste sea más “nacionalista” en el terreno de las relaciones económicas con el capital. Tampoco, por supuesto, que sea más progresista desde el punto de vista de las libertades políticas. ¿Qué queda entonces? Pues presentarlo como patriota anti-imperialista frente a la “invasión”. “La OTAN quiere hacer en Libia lo mismo que en Iraq y Afganistán, con el apoyo de los rebeldes”, es el discurso. Es que la tesis “son títeres del imperio” siempre ha servido para cohesionar fuerzas represivas, y acallar a los críticos. Cuando los soviéticos aplastaban a Alemania Oriental en 1953, a Hungría en 1956, a Checoslovaquia en 1968, el argumento era igual: el pueblo está siendo manipulado, pero detrás está la CIA. El mismo argumento servía para eliminar oponentes. Los movimientos nacionalistas lo han utilizado innumerables veces contra críticos. En cierto sentido, tiene un paralelismo con otro fantasma que se agita una y otra vez, el del golpe fascista, o de la derecha. En Argentina, por ejemplo, el movimiento “nacional y popular” inventó el peligro del golpe de la derecha, para descalificar y descolocar a los críticos por la izquierda. Todo aquel que cuestione a los Kirchner es funcional a la derecha, que quiere el golpe, etc.

En conclusión, no hay que dejarse impresionar por estos argumentos. Es necesario analizar la situación, las posiciones, y pensar las cosas. Si hay un golpe de la derecha, los marxistas tienen que combatirlo, y seguramente harán “frente unido” con todas las fuerzas burguesas que lo combatan. Pero esto no significa estar en “frente unido” permanente con esas fuerzas burguesas, bajo excusa de combatir un “golpe” que no existe. Mutatis mutandi, este criterio se aplica al tema “invasión imperialista”. Por eso hoy no existe ningún argumento válido para cerrar filas con Khadafy, desde el punto de vista de los intereses del socialismo.

De nuevo, sobre los medios

El segundo argumento de mis críticos es que me he basado en los medios dominados por el imperialismo, y que estos exageran y manipulan la información. Algunos también me recuerdan que en la guerra de la ex Yugoslavia los medios manipularon y exageraron.

Pienso que esta crítica tampoco da en el blanco. Nunca negué que los medios manipulan, exageran, o distorsionan. Lo que sostuve es que, a pesar de todas esas exageraciones, distorsiones, manipulaciones, del conjunto de las informaciones provenientes de Libia, que comprendían múltiples fuentes, nos pudimos hacer una composición de lugar de algunas cuestiones básicas: en primer lugar, que hubo manifestaciones y levantamientos populares contra Khadafy; en segundo término, que en las ciudades en que tomaron el poder los rebeldes se vivió una euforia democrática; en tercer lugar, que el régimen disparó contra los manifestantes y las poblaciones indefensas. Por supuesto, después están las exageraciones. Se discute, por ejemplo, si en tal o cual represión los muertos fueron 10 o 100; pero el hecho de que se disparó contra una multitud desarmada no se pone en cuestión. Y el tema aquí es que Telesur inventó una realidad de “Libia en calma y apoyando a su líder” que no existía por ningún lado.

Sobre estas cuestiones, lo sucedido en la ex Yugoslavia es ilustrativo. Está probado que las grandes cadenas trataron de mostrar a los serbios como los “únicos asesinos” y responsables de todas las calamidades. Sin embargo, desde el inicio mismo de la guerra hubo múltiples fuentes -que se filtraron por todos lados- que mostraban la otra cara. Por caso, el rol de Alemania detrás de Eslovenia, impulsando el desmembramiento de Yugoslavia; el rol de EEUU amparando a Izetbigovic, el dirigente nacionalista musulmán de Sarajevo, etc. ¿Por qué sucedió esto? Pues porque las contradicciones entre las potencias (por ejemplo entre Alemania y EEUU); o entre las potencias y otros países (OTAN y Rusia); y entre las fracciones nacionales, abrían múltiples fracturas y poros, por los que se conocían datos, que se podían contrastar. Tampoco aquí había dominio absoluto del “imperio”. También aquí hubo manera de chequear, y hacerse una composición de lugar. Incluso las exageraciones fueron denunciadas y se pudieron conocer; por caso, la de Srebrenica, donde la prensa imperialista habló de 8000 fusilados, cuando la cifra real debió de estar en los 2000, o menos. Pero se trata de exageraciones sobre hechos que se constatan.

Habría que agregar, además, que no solo los medios imperialistas tuvieron sus responsabilidades, sino también los medios “nacionales” (serbios, bosnios, croatas) que se dedicaron durante meses a exacerbar los odios y las pasiones, preparando el clima de la guerra civil. Con todo esto quiero decir que el imperio no puede generar “realidades virtuales”, sin alguna conexión con hechos, al margen de las contradicciones y conflictos entre gobiernos. Y tampoco puede generarlas al margen de las fuerzas internas a los países en cuestión. Volviendo a Libia, no hay manera de crear la “realidad virtual” de un levantamiento popular contra una dictadura, y sostenerla durante semanas. Existe una realidad objetiva (es la base del materialismo) a la que se puede acceder, mediante la evaluación crítica de noticias y datos.

El argumento del gobierno títere

Queda, por último, el argumento de que el gobierno de los rebeldes está manejado por la CIA, o la OTAN. Ya he planteado en las notas anteriores que no hay elementos objetivos para afirmar esto. Pero se repite, una y otra vez, para dar la impresión de que se trata de una verdad indiscutible. Me hace acordar cuando los stalinistas repetían al unísono, por todos los foros posibles, que Trotsky era un agente del imperialismo. Y así con tantos otros. El objetivo con esto es no solo confundir sobre la verdadera naturaleza del enfrentamiento en Libia, sino también amedrentar y acallar a la opinión crítica. Es que rápidamente cunde el temor de ser acusado de “colaborador de los EEUU”. Por eso hay que estar preparado para estas campañas. La realidad es que el gobierno del Consejo Nacional Interino de transición, en Libia, no es cualitativamente distinto, en lo que respecta a su relación con el capital internacional, de lo que fue el régimen de Khadafy. En estas cuestiones, hay que seguir el propio camino, sin hacer concesiones a la opinión pública nacional-izquierdista, que domina en el ámbito de la izquierda. Hay que tener presente que se trata de decenas de miles de militantes en toda América Latina, (van desde el tipo “kirchnerismo de izquierda” hasta los “marxistas nacionales”), que disponen de muchísimos recursos, y están educados en décadas y toneladas de discursos y prácticas burocrático-nacionales. Frente a esto, tenemos el arma de la crítica, y los argumentos lógicos, sustentados en el análisis de datos.

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