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Venezuela y la guerra en Colombia

category venezuela / colombia | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Thursday August 16, 2012 02:41author by Un anarquista revolucionario Report this post to the editors

Las declaraciones dadas anteayer por Uribe Vélez, en Medellín, según las cuales “le faltó tiempo”, en sus ocho años de dictadura civil, para invadir Venezuela bajo el pretexto de que aquí se le daba cobijo a los faracos, colocan sobre el tapete de nuevo un tema que siempre se trata bajo la mesa: que la revolución venezolana es hermana gemela de la colombiana, y viceversa.
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Las declaraciones dadas anteayer por Uribe Vélez, en Medellín, según las cuales “le faltó tiempo”, en sus ocho años de dictadura civil, para invadir Venezuela bajo el pretexto de que aquí se le daba cobijo a los faracos, colocan sobre el tapete de nuevo un tema que siempre se trata bajo la mesa: que la revolución venezolana es hermana gemela de la colombiana, y viceversa.

En otras palabras, que por más vueltas que quiera dársele, la suerte de ambos pueblos está estrechamente ligada dentro de un ente geopolítico y geohistórico que va mucho más allá de las actuales fronteras políticas.

Pareciera como si los fantasmas de la Gran Colombia anduvieran todavía desde Macondo hasta Tucupita cabalgando con las tropas del general Bolívar, porque si algo tienen ambos pueblos es esa devoción por el realismo mágico que ha permitido, entre otras hazañas, que exista, en Colombia, algo como las FARC y, en Venezuela, de los cuarteles fluyera una generación de jóvenes militares que, desmintiendo a Engels y Marx, se ha convertido, o al menos eso creen ellos, en vanguardia del socialismo.

En cambio, el uribismo y el santismo, como las caras de Jano, son los rostros de la oligarquía cachaca que se remontan a los tiempos de la Colonia, como cachacos son nuestros mantuanos, los de Caracas o Valencia, y no olvidemos que en esta última ciudad se escenificó La Cosiata (1826), es decir, el movimiento secesionista que, desde estos lados, acabó con el ideal bolivariano, protagonizada por Páez, dicho sea de paso.

Aunque los militares venezolanos tienen tiempo que no matan gente al revés de sus similares colombianos, una invasión a Venezuela, como dice que llegó a pensarla ya fue advertida por Chávez movilizando tropas para la frontera. Se suponía que Uribe echaría mano a la doctrina de la persecución en caliente para bombardear los campamentos que de este lado de la frontera supuestamente tendrían montados elenos y/o faracos, como hizo en Ecuador al bombardear el campamento de y ultimar a Raúl Reyes, miembro del secretariado guerrillero. Así, pues, no fue por falta de tiempo, como orondamente alardea Uribe, sino por falta de bolas.

Pareciera que la guerra entre Colombia y Venezuela fuera una asignatura pendiente en la estrategia de dominio de la oligarquía cachaca. Más de una vez asoman guerreristas o en Bogotá o en Caracas, advirtiéndonos que la mejor manera que tendría una alianza entre la clase dominante de allá y la de aquí sería la de la matanza entre los pueblos con el objeto de aplastar la revolución. Y, ni tan silenciosamente, el imperio yanqui acaricia la idea de que algún general colombiano arroje bombas sobre Caracas o sobre Maracaibo.

A decir verdad, esa es una de las bazas con las que cuentan los yanquis para suprimir al chavismo: la guerra desde Colombia. Nada de raro, pues, que los alardes de Uribe anden encaminados a echarle leña a la candela. Cuando todas las encuestas revelan un triunfo chavista en las próximas elecciones presidenciales del 7-O la desesperación yanqui se incrementa, y jugar a desencadenar un caos en Venezuela parece su estratagema más inmediata. Ya lo vimos en el 2002, cuando la Policìa Metropolitana, es decir, la policía al servicio de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, se convirtió en la guardia de corps de los mantuanos para dispararle al pueblo, salir de Chávez y desatar una represión inaudita contra el bloque popular como ocurrió entre la noche del 11 y todo el día 12 de abril. Hoy, para este mismo propósito cuentan con las policías de los municipios y de los estados bajo control escuálido.

Pero han transcurrido diez años de aquellos hechos. Y, con todo y eso, acarician la posibilidad de desencadenar eventos que pongan a los venezolanos a matarse entre ellos y obliguen a una intervención extranjera bajo los auspicios de organismos internacionales. Eso lo saben hasta las piedras en este país.

Un anarquista revolucionario

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