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Hacia una ruptura democrática con el legado dictatorial: construyamos alternativa política

category bolivia / peru / ecuador / chile | la izquierda | opinión / análisis author Tuesday October 01, 2013 22:26author by Manu García Report this post to the editors

No se trata simplemente de unir a los dispersos destacamentos de la izquierda chilena, sino de converger en un movimiento que sea mucho más que la suma de todos ellos, en un espacio acogedor para miles de independientes que, sosteniendo un programa de transformaciones para las mayorías, consiga superar el nicho tradicional de la izquierda desde la salida de la dictadura y romper su techo social. Que consiga articular a nuestros acumulados de manera efectiva y superando sectarismos, proyectando a la opinión pública la imagen de un movimiento político y social amplio con capacidad de constituirse en alternativa de poder. Debemos asumir, y hacer pedagogía de ello, que juntos no sumamos, sino que multiplicamos nuestras fuerzas y nuestras capacidades y abrimos el arco de lo posible.
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Como fruto del extremismo de un sistema económico y político excluyente, que es incapaz de satisfacer las necesidades básicas de las mayorías porque en vez de repartir la riqueza la concentra, en Chile existe un creciente malestar social que se expresa a través de diversas formas de lucha y de intervención política, que de continuar y ganar en articulación y organicidad podría poner en riesgo la continuidad de dicho modelo hecho a la medida del capital transnacional y de una minoría oligárquica ligada a él.

El empuje democratizador expresado en las protestas populares que se desarrollan de norte a sur del país y que convocan a amplios sectores sociales puede concretarse en una ruptura con el legado pinochetista, que se exprese en una nueva institucionalidad, en una soberanía efectiva sobre los recursos naturales y los sectores estratégicos de la economía, en una legislación laboral que proporcione una mejor correlación de fuerzas para el mundo del trabajo, en un nuevo modelo económico redistributivo y con derechos sociales garantizados, en la repatriación y nacionalización de los fondos de pensiones.

Se trata en todos los casos de transformaciones de amplio alcance que le quitarían piso a la oligarquía, que mejorarían la calidad de vida de las clases populares, que al recomponer tejido social aumentarían sustancialmente las posibilidades de organización y politización populares y que le darían un pie mucho mejor a la lucha por el socialismo.

Los sectores más inteligentes de dicha minoría oligárquica y sus operadores políticos lo saben, por eso están preocupados por las crecientes expectativas populares. Y por eso, como dique frente a ellas, se están planteando una política conciliadora que, sin tocar en lo fundamental sus privilegios, consiga descomprimir la situación y generar un nuevo consenso social y político, bloqueando la formación de una alternativa rupturista que refleje y exprese las necesidades de las grandes mayorías del país.

En esa perspectiva están comprometidos tanto la franja más lúcida de la derecha como el sector más conservador de la Nueva Mayoría que, a la vista de las planillas, es actualmente el mejor posicionado y el que tendrá mayor peso en el parlamento y en el senado tras las elecciones de noviembre.

¿Qué podemos hacer para romper ese bloqueo?

En el nuevo periodo que se va a desplegar desde noviembre, la estrecha línea entre reformas que estabilicen y garanticen la gobernabilidad y reformas que supongan un piso para avanzar hacia horizontes más ambiciosos no va a estar trazada sólo por el carácter y el calado de dichas reformas, sino sobre todo por la capacidad de las fuerzas políticas que se plantean la superación del modelo para conseguir, más allá de sus diferencias, mayores niveles de unidad de acción, de unidad programática y de unidad orgánica, y, siempre que eso no sea posible (por los distintos marcos de alianzas) de unidad para golpear juntos en torno a temas decisivos.

En ese sentido, es indispensable superar el sectarismo infantil que aqueja a día de hoy a buena parte de la izquierda y que la lleva a considerar como enemigos a todo lo que cae fuera de los estrechos límites del proyecto político propio. O en otras palabras, la incapacidad de pensar objetivamente, sin prejuicios, en amigos, aliados, adversarios y enemigos (es decir, en una amplia gama de grises) en una situación concreta dada, identificando contradicciones principales y secundarias y visualizando en ese marco alianzas estratégicas o tácticas más allá del propio afán de hacer crecer el piño propio a costa del acumulado de los demás. Esa tendencia cainita de la izquierda criolla debemos dejarla de lado si es que queremos ser un actor relevante capaz de operar con efectividad en el nuevo escenario que se abre y no meros comparsas marginales.

En este período, una lectura del escenario político no mediada por prejuicios debe permitirnos ver que existe un abanico de fuerzas políticas y sociales antineoliberales, dentro de las cuales destaca por su peso específico el Partido Comunista, que se han aliado con los restos de la antigua Concertación, aspirando a ser capaces de operar y ganar posiciones dentro de ese espacio y confiando en poder conseguir los cambios presionando desde dentro y desde fuera del gobierno.

Quienes consideramos que la correlación de fuerzas y los intereses creados al interior de ese conglomerado van a ser un freno determinante para que una estrategia de este tipo tenga éxito, debemos ser capaces de trazar, más allá de la crítica moralista, un camino alternativo.

Para ello, es imprescindible que tengamos la generosidad política y la amplitud de miras necesarias para dejar en un segundo plano las ambiciones particulares de cada piño y abocarnos a una tarea colectiva superior: con lealtad hacia nuestros aliados[1], forjar juntos un referente político que sostenga un programa de transformaciones de fondo, que enfatice la necesidad de una ruptura democrática con el actual ordenamiento institucional heredero del pinochetismo y que, además de devenir en un actor con fisionomía y personalidad propia, pueda erigirse como polo de atracción/tensionamiento para quienes, aun siendo enemigos del modelo neoliberal, en este momento se han aliado con sus defensores.

Estamos hablando, como lo hicimos en un artículo anterior[2] de la construcción, en el escenario político nacional y con base territorial, de un polo de agrupación de fuerzas que tenga un carácter amplio y abierto, que respete la pluralidad de sus componentes y que contemple diversas tácticas y formas de lucha. Del cual los libertarios nos hagamos parte con nuestra propia orgánica política, con nuestro énfasis en el poder popular, en la acción directa y la creatividad de las masas, en el socialismo como meta.

No se trata simplemente de unir a los dispersos destacamentos de la izquierda chilena, sino de converger en un movimiento que sea mucho más que la suma de todos ellos, en un espacio acogedor para miles de independientes que, sosteniendo un programa de transformaciones para las mayorías, consiga superar el nicho tradicional de la izquierda desde la salida de la dictadura y romper su techo social. Que consiga articular a nuestros acumulados de manera efectiva y superando sectarismos, proyectando a la opinión pública la imagen de un movimiento político y social amplio con capacidad de constituirse en alternativa de poder. Debemos asumir, y hacer pedagogía de ello, que juntos no sumamos, sino que multiplicamos nuestras fuerzas y nuestras capacidades y abrimos el arco de lo posible.

Sin madurar un movimiento de este cariz (que incipientemente se está formando en torno a la campaña “Todxs a la Moneda” pero que requiere de muchas más voces, de mucha más amplitud, organicidad y basificación para trascender la coyuntura electoral) no habrá mayor capacidad de aportar de forma sustancial y sin dispersar baldíamente esfuerzos al ascenso de masas, y sin duda quienes lo capitalizarán serán otros, y no en función de acumular fuerzas para la transformación, sino de castrarlas y reconducirlas hacia una “segunda transición”. De hecho ya lo están haciendo: la capitalización se va a reflejar en los resultados electorales de noviembre y la labor de cooptación probablemente se manifieste en toda su crudeza posteriormente.

Y aunque este artículo proyecta su mirada más allá de noviembre, no quisiera dejar sin hacer un último apunte más coyuntural: no seamos tan ingenuos como para pensar que los resultados electorales serán irrelevantes para el movimiento popular, ni que podremos enfrentar con éxito el nuevo escenario exclusivamente desde la acumulación social: debemos empezar a prepararnos desde ya para lo que se vendrá el 2014, y hacerlo en todos los frentes.

Manu García

[1] http://www.perspectivadiagonal.org/las-alianzas-en-la-i...erda/
[2] http://www.perspectivadiagonal.org/la-izquierda-liberta...ones/

Related Link: http://www.perspectivadiagonal.org/hacia-una-ruptura-democratica-con-el-legado-dictatorial-construyamos-alternativa-politica/

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