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Las fotos de James Petras, antes y después del revelado

category américa central / caribe | movimiento anarquista | opinión / análisis author Saturday March 18, 2006 03:30author by MLC - Movimiento Libertario Cubanoauthor email movimientolibertariocubano at yahoo dot com dot mx Report this post to the editors

Un comentario libertario a sus declaraciones sobre Cuba

* En referencia a lo que ahora expresa alguien que hasta hace poco se presentaba como defensor incondicional del régimen cubano, el Movimiento Libertario Cubano (MLC) manifiesta algunas consideraciones pertinentes.

Se sabe desde mucho tiempo antes que James Petras es uno de los más firmes e incondicionales corifeos del gobierno cubano. Incluso, en aquel raro momento en que para cierta izquierda acostumbrada a mirar para el costado se abrieron enérgicamente las saludables compuertas de la reflexión crítica a fondo -en marzo y abril de 2003; penas de muerte y encarcelamientos masivos mediante-, Petras espetó a todos aquellos entusiastas de siempre que osaron mostrarse más vacilantes y dubitativos que de costumbre un artículo que se transformó en voz de mando: «La responsabilidad de los intelectuales: Cuba, los Estados Unidos y los derechos humanos» (www.rebelion.org; 6 de mayo del año mencionado). Allí, entre otras impresentables ocurrencias, calificaba a la moralidad como “falta de honradez”. Además, la emprendía sin tasa ni medida contra aquellos que, cuando de Cuba se tratara, «se lanzan a una serie de acusaciones infundadas y de falsificaciones desprovistas de cualquier contexto especial que hubiera podido servir para clarificar las cuestiones y proporcionar una base razonada a... ‘los imperativos morales’». Según Petras, los tenues críticos de aquel entonces eran víctimas de un repentino ataque de irresponsabilidad: «La total falta de seriedad de Chomsky, Zinn, Sontag y los dictados morales de Wallerstein se deben a que no logran reconocer la amenaza inminente de una guerra estadounidense con armas de destrucción masiva, anunciada por adelantado». Y, habiendo ya perdido los estribos y todo sentido de la ponderación, pronunciaba una sentencia poco menos que definitiva: «Lo que resulta francamente vergonzoso es que hagan caso omiso de los enormes logros de la revolución cubana en el empleo, la educación, la salud y la igualdad, de su heroica oposición, basada en los principios, a las guerras imperiales -Cuba es el único país que lo dice claramente- y de su capacidad de resistir casi cincuenta años de invasiones» (sic). En aquel entonces, pese a las groseras violaciones de los “derechos humanos”, las políticas del gobierno cubano gozaban de entera inmunidad y todo aquel que se atreviera a transgredir mínimamente el inviolable precepto vería recaer sobre sus inermes espaldas los implacables anatemas de James Petras; el mismo insigne pensador que sistemáticamente adopta posiciones radicales y socializantes en cualquier lugar del mundo menos en Cuba y rivaliza así sin pudor alguno por erigirse en el mejor de los guardianes del templo.

Andando el tiempo, mientras las amenazas de los Estados Unidos continúan en cataléptico estado de rutina y reiteración y las invasiones siguen sin producirse, Petras parece haberse serenado, dejando momentáneamente a un lado su espada justiciera y sus flamígeras condenas. Por lo pronto, el lunes 20 de febrero del año en curso, en reportaje realizado por CX 36 Radio Centenario de Montevideo (Uruguay) y reproducido un día después en La Haine (http://www.lahaine.org/index.php?blog=3&p=12739&more=1&c=1), se permite él mismo asomarse críticamente a la situación cubana; haciéndolo ¡vaya sorpresa! ya no sobre las más evidentes exacciones del poder político centralizado y excluyente sino incluso sobre las supuestamente inexpugnables realizaciones sociales de la “revolución”. Conviene tener presentes sus afirmaciones en tal sentido y, para evitar cualquier equívoco, conviene también reproducirlas textualmente:

«- Hay otras cosas que creo que son parte de un proceso de desarrollo, que son las contradicciones que Cuba ha tenido frente a los desafíos, y el gobierno empieza a tomar algunas medidas postergadas, que creo eran necesarias, como el problema de vivienda, que tienen un déficit aproximado de un millón de casas. El plan de gobierno es construir 100 mil casas por año, porque la situación habitacional esta muy deteriorada y es una gran necesidad.
- La gente exige que este plan empiece a funcionar también, porque la política internacionalista de Cuba en relación con la ayuda médica es muy positiva, pero creo que las condiciones de los hospitales y clínicas en Cuba se han deteriorado, en mi opinión personal. Creo que deben concentrar más en el desarrollo y restauración, el mejoramiento de las condiciones y planta física de medicina en Cuba que están -digo yo- bastante deterioradas, a pesar que algunos esfuerzos de restauración están en proceso. Hay un contraste, incluso yo creo que algunas clínicas en África y en Venezuela son mejores que lo que tiene el pueblo cubano en Cuba. Este internacionalismo es muy positivo, pero creo que la gente está exigiendo que se concentre más en el desarrollo interno, que es una cosa a tratar de equilibrar.
- El gobierno ha empezado un programa de exploración en la salud y educación y vamos a ver si tienen éxito en este proyecto de desarrollo interno, que es necesario especialmente cuando ya tienen más recursos, y las decisiones políticas sobre como van a utilizar este excedente es muy importante. El excedente en parte viene de un plan de ahorro de electricidad que según dice Castro podría llegar hasta mil millones de dólares.
- También tiene un gran problema de despilfarro, incluso robo de recursos estatales, particularmente la gasolina; y eso lo han reconocido y lanzado a las nuevas generaciones para rectificar el programa y reemplazar los gasolineros que están cometiendo estos delitos. Pero te voy a decir (…) que a mí lo que me preocupa, más que el robo de cada funcionario, empleado, es el problema de los Ministros que toleraron el robo de cientos de millones. ¿Qué estaban haciendo?, preguntaba yo, estaban durmiendo o estaban implicados en este robo y no despidieron a nadie. Yo preguntaba por qué, si ocurría en cualquier empresa privada o pública, si no asumen las responsabilidades. Es una cosa muy grave. Tienen que darles una patada en el culo lo mínimo, si no llevarlos a juicio.
- Hay un lanzamiento de un proceso de rectificación, movilizando gente y poniendo en orden algunas cosas urgentes. Creo que el equipo que está es políticamente responsable, que empiezan a reconocer estos problemas, y también el problema de equilibrar la participación negra en la sociedad. Uno nota en muchos lugares que hay una desproporción de blancos y creo que hay cosas para hacer.
- Creo que estos puntos que estoy anotando son existentes, lástima que la gente tiene que esperar que Fidel lance eso para que empiece a tomar forma. Yo creo que los intelectuales y los políticos deben tomar iniciativas y no siempre esperar que Fidel pronuncie el discurso para que el problema de repente surja como un problema.»

Así, Petras nos obsequia con una serie de 6 fotografías de la sociedad cubana que, aunque no lo diga con el necesario dramatismo y la imprescindible contundencia, rozan facetas esenciales de la construcción “socialista”. Son fotografías todavía en negativo, borrosas, de contornos indiscernibles, sin articulaciones de inmediata visibilidad; pero, incluso en ese estado de difícil distinción, alcanzan y sobran para emprender una lectura ejemplarizante. Y lo más curioso de todo este asunto es que, si esas fotografías las hubiera tomado un militante del Movimiento Libertario Cubano, nada habría que esperar para oír la habitual retahíla de acusaciones: “cretinos útiles del imperialismo”, “gusanos al servicio de una potencia extranjera”, “divisionistas incorregibles”, “liberales sin remedio”, cuando no directamente “agentes de la CIA”. Pero, guste o no, las fotografías no nos pertenecen a nosotros sino a James Petras; quien, como ya lo insinuamos, es un leal e insobornable “amigo del proceso de construcción socialista”; es decir, en buen romance, del gobierno cubano propiamente dicho; definitiva, irrevocable y “revolucionariamente” constituido como tal.

º Revelando inconsistencias

Coloquemos, entonces, las primeras gotas de la emulsión fotográfica y empecemos a descifrar con algo más de luz, una por una y en el orden correspondiente, las despojadas constataciones de Petras. ¿Qué es lo que éstas nos dicen, pues?

1) El “socialismo” cubano padece una fenomenal crisis habitacional puesto que no sólo nos encontramos frente a un déficit de grandes proporciones asumido como tal sino que al mismo habría que sumarle la decrepitud de las viviendas existentes y también ciertas situaciones de innegable hacinamiento. En el horizonte inmediato ya se dibuja un espacio de luchas sociales por el acceso a los espacios urbanos y hasta un incipiente movimiento de squatters al que buena parte de la izquierda revolucionaria todavía no le ha concedido esa noble condición;
2) La organización de la salud en Cuba, uno de los buques insignia del “proceso de construcción socialista”, no es ni siquiera parecida a lo que nos dice la propaganda oficial. Es oportuno reconocerlo y ello no deja de ser un mérito de Petras, pero bien podría haber reparado éste también en la muy poco socialista distancia existente entre los tratamientos de Maradona o los “milagros” oftalmológicos y la atención médica que recibe el pueblo llano; según él, ubicada en algunos casos en niveles sub-africanos;
3) “El plan de ahorro de electricidad” más que una política proactiva del Estado debe ser interpretado como una catástrofe energética -incluso en el contexto del generoso subsidio petrolero venezolano- que el pueblo cubano padece fundamentalmente bajo la forma de persistentes e insoportables apagones. Pero también de las sombras emerge la luz y la gente ya ha comenzado a aprovechar las oscuridades nocturnales para realizar pintadas y volanteadas contra el gobierno;
4) El “socialismo” cubano, en su actual estado de desarrollo, también le ha hecho un lugar a la corrupción; y, según las muy fundadas y razonables sospechas de Petras, ya no sería sólo la de anónimos funcionarios ubicados en la base de la pirámide sino que la misma habría encontrado su morada en el propio Consejo de Ministros; es decir, nada menos que en el Estado Mayor de la “revolución”, presidido pública y notoriamente por el “comandante en jefe” de cuerpo presente;
5) Luego de 47 años, 1 mes y 20 días transcurridos entre el 1º de enero de 1959 y la fecha en que Petras emitió sus opiniones, se acaba por reconocer que la “revolución” no ha resuelto nada menos que el problema de la discriminación racial, a modo de enésima confirmación de que los discursos estatales en la materia no tienen la facultad de modificar la dinámica social real. Es evidente, a todo esto, que la población negra cubana se percató mucho antes del asunto y también allí comienza a dibujarse un soterrado estremecimiento opositor;
6) La pregonada cultura crítica existente en Cuba es un mito o bien un cuidadoso ejercicio clandestino. Es francamente increíble que Petras se sorprenda y se lamente de que los “luminosos” descubrimientos y las iniciativas partan siempre y en todo lugar de Fidel Castro; máxime cuando él mismo debería tener plena conciencia que la crítica en profundidad que históricamente se le ha anticipado no tuvo muchas más opciones que pagar el peaje correspondiente en la defenestración, en la cárcel o en el exilio.

Pero, en definitiva, estas observaciones no son más que un avance y ahora nos queda encarar el revelado propiamente dicho, dejando asentado desde ya, tal como lo hemos subrayado, ese croquis todavía impreciso pero bien real de una movilización popular embrionaria de rechazo a la acción del gobierno. Ahora bien; quiéralo o no James Petras, la conclusión que se impone a sus ingenuamente sinceras pero módicas y parciales impresiones fotográficas es una sola: el fracaso total y punto por punto de un modelo estatal, militar y caudillista de construcción del socialismo. ¿Cómo no pensarlo, luego de comprobar problemas en el área de la vivienda, de la salud, de la educación y del abastecimiento eléctrico; sobre todo cuando los mismos sólo afectan a los sectores populares pero jamás acarician siquiera a la élite dirigente? ¿Cómo no pensarlo cuando las situaciones sociales de desigualdad van incluso más allá de las posiciones de clase propiamente dichas y afectan a la vastísima población negra del país? ¿Cómo no pensarlo toda vez que se comprueba que la corrupción ofrece a los sectores dominantes un plus de ingresos a las cuotas institucionalmente consagradas de privilegios? ¿Cómo no pensarlo cuando todas las tradiciones, costumbres, hábitos, reflejos y usos estatales han dejado establecido per saecula saeculorum que sólo Fidel Castro -único, inigualable e insustituíble pastor del pueblo cubano- puede referirse a los temas más urticantes sin que sobre su figura pesen las horcas caudinas de la represión o de una inapelable condena “moral” y “revolucionaria”? ¿Cómo no pensarlo si en ello no parece que tengan nada que ver ni el bloqueo ni las amenazas de invasión ni las insolencias de Condoleeza Rice ni las 90 millas que separan a Cuba de la Florida? ¿Cómo no pensarlo, James?

La limitación analítica de James Petras, entonces, consiste en que su cámara fotográfica sólo es capaz de registrar las manifestaciones más evidentes de la situación pero no el núcleo explicativo de la misma. En otras palabras: el problema del que Petras padece consuetudinariamente es que él cree a pies juntillas en los mal llamados “procesos de rectificación de errores”, pero no llega a visualizar que casi todo podría reducirse a un conjunto de errores-horrores primigenios, básicos y fundamentales que muy pocos parecen estar dispuestos a discutir con seriedad y hondura en las esferas del poder y en su claque de amanuenses. Porque de lo que se trata no es de encarar una vez más esa sucesión anodina de marchas y contramarchas ya conocidas y discutir si se admitirá o no la tenencia de dólares en manos de la gente; si los campesinos podrán ofrecer o no sus productos en la ciudad; si los “paladares” formarán o no un estrato de “nuevos ricos”; si habrá que cambiar o no, en un nuevo giro de austeridad, los bombillos de 60 watts por unos de 15; si habrá que sustituir o no a los empleados de las gasolineras por trabajadores sociales o si la construcción “socialista” depende de la fórmula de los helados Coppelia. No: el tema es mucho más vasto, exige dejar a un lado las sempiternas y erráticas “genialidades” de Fidel Castro y merece ser tratado de una vez por todas con la debida profundidad.

º La imagen oculta
¿Y cuál sería, por tanto, la discusión de fondo que la élite dominante cubana no está dispuesta a tolerar en modo alguno? En Cuba, hoy al igual que siempre, el único dilema que vale la pena considerar es el que opone el protagonismo autonómico de la gente a la tutela interminable e insoportable del Partido “Comunista” y de su sumo pontífice; una tutela auto-conferida y con visos de eternidad a la que ya no le queda más nada que rectificar que su propia existencia. Si James Petras no es capaz de entender las razones por las cuales “los intelectuales y los políticos” no toman iniciativas, ello se debe precisamente a que su percepción superficial del asunto no le ha permitido revelar las fotografías que él mismo y por su entera voluntad ha tomado de la realidad cubana. Porque en esa realidad, los problemas adquieren legítima y oficialmente esa condición sólo cuando el infalible timonel ha resuelto producir algún giro más o menos “ingenioso” que “rectifique” sus propias decisiones previas. ¿O acaso alguien puede pensar que nada menos que el “comandante en jefe” es el factotum de todas las “maravillas” pero siempre consigue mantenerse detrás de una impoluta tiniebla y completamente al margen de cuanto desaguisado ha ocurrido, ocurre y ocurrirá en el “proceso de construcción socialista”? La respuesta a esta pregunta cae por su propio peso y hace ya rato largo que es hora de que James Petras y tantos otros como él se atrevan a dar el imprescindible “mal paso”. Sobre esto, corresponde ahora ofrecer algunos detalles adicionales.

El fracaso del “socialismo” cubano es el fracaso de la planificación centralizada de estirpe leninista en su versión impura y caribeña. Es el fracaso de una estrategia de construcción “socialista” basada en la hegemonía “científica” de una élite tecno-burocrática supuestamente “ilustrada” cuyas opiniones y saberes de “vanguardia” se ubican permanentemente por encima de las prácticas autogestionarias. Es el fracaso, por lo tanto, de una concepción que jerarquiza las decisiones del Estado -no importa que se trate de una planificación presupuestaria al estilo guevarista o de una que dé lugar a la ley del valor según la vieja preceptiva soviética; tal como se han alternado en Cuba- antes que las decisiones de la gente autónomamente articulada en organizaciones populares de base. Pero, además, es el fracaso de un estilo al que se le ha sobre-impreso una impronta militar y caudillista que desbarata incluso los más mínimos atisbos de “racionalidad” que pudiera ostentar el original soviético; y no precisamente porque éste nos parezca digno de admiración sino porque la copia cubana se ubica directamente en el terreno de los esperpentos. ¿De qué otro modo considerar, si no, la planificación centralizada de un país pequeño y periférico que ofrece un lugar de tanto destaque a un aparato militar-policial costosísimo y baladí cuyas únicas utilidades fehacientemente demostrables radican en el control de la población propia y en su operativa cotidiana ad majorem Castro gloriam; es decir, en su traducción no bíblica y secular, para mayor gloria de Fidel? ¿De qué otro modo considerar la inscripción en la planificación central de las ocurrencias, desplantes y caprichos del “caudillo” que van -en tanto su expresión más sublime y tomando las realizaciones productivas del “socialismo” como si se tratara de una competencia olímpica- desde aquella fallida zafra de los diez millones de toneladas de azúcar hasta la construcción de autopistas que no guardaban ninguna relación con el parque automotor realmente existente; pasando, naturalmente, por ideas tan “brillantes” como la cría de cocodrilos, la transformación de todo metro cuadrado de tierra en un cafetal o la exportación de palillos de dientes? ¿No será cierto, James, que esto puede tener algo que ver con la sistemática falta de iniciativas por parte de “los intelectuales y los políticos”?

La clave de todos los problemas cubanos, entonces, hace mucho tiempo que ha dejado de ser un enigma a descifrar y no radica en otra parte que en ubicar la construcción del único socialismo realmente posible en la conciencia y en la voluntad de la gente. Hoy, los ecos monocordes se atreven a reconocer que el “socialismo” cubano puede ser reversible como consecuencia de los errores propios y ya no de las agresiones ajenas: el propio Fidel Castro, en su discurso del 17 de noviembre pasado, se encargó de extenderle a su grey los “permisos” correspondientes para opinar de tal modo. Sin embargo, la constatación más oportuna es bien distinta. El “socialismo” que supuestamente construyeron el Partido “Comunista” y su caudillo no es reversible por la sencilla razón de que nunca existió y la única oportunidad a la vista no consiste en otra cosa que en el desarrollo de un vasto proyecto autogestionario que le restituya al pueblo cubano todo aquello que el Estado y su “vanguardia” se encargaron de arrebatarle perseverantemente. Y ello es largamente inseparable de un amplio, perdurable e irrestricto régimen de libertades: libertad para pensar y opinar, libertad para organizarse, libertad para movilizarse y libertad, en fin, para que la gente se haga cargo de su propia vida sin ningún tipo de mediatizaciones y curatelas. Porque, en definitiva, el socialismo será libertario o no será: una confirmación histórica que el tímido, vacilante y tardío paso al frente de James Petras no termina de reconocer.

Movimiento Libertario Cubano

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