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¿Tiene Santos las llaves de la paz?

category venezuela / colombia | la izquierda | opinión / análisis author Sunday June 01, 2014 07:11author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Es verdad que con Santos también se asesina sindicalistas, se desplaza, se hacen falsos positivos, se bombardea indiscriminadamente; no olvidemos que Santos impulsó la ampliación del fuero militar y ha criminalizado la protesta social mediante la ley de Seguridad Ciudadana. Pero Zuluaga es más guache, eleva los “pecados” de la oligarquía colombiana a la categoría de “virtud”. Por ello es entendible la mezcla de rechazo, el miedo y la histeria que la posibilidad de un triunfo de Zuluaga ocasiona en muchas personas honestas. Esto es lo que ha llevado a un sector importante de la izquierda plantearse apoyar a Santos en la segunda vuelta.
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¿Tiene Santos las llaves de la paz?

En estos días la imaginación de la izquierda es desbordada por las apocalípticas imágenes del triunfo de Zuluaga. Es verdad, Santos no es santo de la devoción de nadie, pero al lado de Zuluaga aparece como un gentil caballero. Zuluaga, es verdad, representa el discurso neandertal de lo peor de la derecha ultramontana de este país. Es verdad que con Santos también se asesina sindicalistas, se desplaza, se hacen falsos positivos, se bombardea indiscriminadamente; no olvidemos que Santos impulsó la ampliación del fuero militar y ha criminalizado la protesta social mediante la ley de Seguridad Ciudadana. Pero Zuluaga es más guache, eleva los “pecados” de la oligarquía colombiana a la categoría de “virtud”. Por ello es entendible la mezcla de rechazo, el miedo y la histeria que la posibilidad de un triunfo de Zuluaga ocasiona en muchas personas honestas. Esto es lo que ha llevado a un sector importante de la izquierda plantearse apoyar a Santos en la segunda vuelta. En principio, me parece esta opción respetable si no se pone mucha fe en este personaje; el miedo, empero, no es buen consejero, y hay que analizar objetivamente los hechos. Alguien por ahí dijo que si gana Santos la paz no está asegurada, pero si gana Zuluaga la guerra total es una certeza. No estoy tan seguro, sin embargo, de la validez de esta afirmación.

¿Al filo del caos?

¿Se acuerdan antes de que Santos fuera elegido? ¿No se decía que sería el continuador del uribismo? ¿No era “Chuky” el candidato del guerrerismo, de los falsos positivos, de las agresiones a Ecuador y Venezuela? ¿No eran estos epítetos bastante merecidos, además de parecidos a lo que hoy se dice de Zuluaga? Y sin embargo, Santos, pese a que jamás habló de paz en su campaña, pese a que abanderó la “seguridad democrática”, tuvo que terminar negociando la paz en La Habana, en parte por la presión popular en las calles, en parte por la presión guerrillera en el campo de batalla, en parte por las presiones de la comunidad internacional que, tras diez años de Plan Colombia, busca alternativas para acabar un conflicto que por la vía militar no se acaba, a menos de producirse la temida “hecatombe”. De la misma manera, un presidente que prometa la paz tampoco es garantía de nada ¿No fue Pastrana elegido para hacer la paz? Efectivamente, impulsó los diálogos del Caguán, a la vez que se unificaban las maquinarias paramilitares en las AUC y se negociaba e implementaba el Plan Colombia. Según sus propias confesiones, para lo único que sirvieron esas negociaciones desde su punto de vista, fue para poder desacreditar la solución política al conflicto, dar un respiro al gobierno para modernizar y ampliar el aparato militar, y así preparar el terreno para el uribismo.

Zuluaga puede decir las pendejadas que quiera; pero lo que haga al final de cuentas, es otra cosa, precisamente, porque los presidentes colombianos no tienen ni la autonomía ni el poder para decidir sobre el curso de la guerra. Eso se decide en otro lado. Así que si Santos avanzará con la negociación o Zuluaga la detendrá, todo está en el campo de la especulación. De hecho, Zuluaga ya está reculando de sus afirmaciones sobre terminar las negociaciones. Seguramente alguien le jaló de las orejas.

Especulación e histeria

Como hay tantas personas dedicadas a especular estos días, haciendo que la histeria crezca como una bola de nieve, quiero yo también especular un poco. Personalmente, no creo que Zuluaga tenga posibilidad alguna de ganar las elecciones. Creo que está inflado por los medios, que está totalmente sobredimensionado como todo el uribismo[1]. La oligarquía no es boba y no da puntada sin hilo. Santos tiene su imagen tremendamente desgastada, no por el proceso de paz, como quieren hacer creer algunos opinólogos avivatos, el cual sigue teniendo un firme respaldo de la mayoría de la población. Su imagen está desgastada por el pobre manejo del país, por las crecientes desigualdades, por el desastre que han significado los tratados de libre comercio, por lo difícil que está la vida para la inmensa mayoría de los colombianos que no votan. Para empezar con un segundo mandato fuerte, necesita replantear la “unidad nacional” con la que comenzó su primer mandato. Para eso, la paz la maneja como el pegante que puede juntar un consenso importante en torno a su segundo mandato y comenzar con una cara fresca, renovada, con capacidad de plantear la paz ya en sus propios términos (es decir, la paz con injusticia social). Estos manejos electorales no son nuevos: recordemos como inflaron a Mockus en la primera vuelta de las elecciones del 2010, para sacar al Polo del camino, y en la segunda vuelta, la “ola verde” se desinfló sin pena ni gloria. Y Santos emergió con un triunfo arrollador, con poses cesaristas. Creo que ahora buscan hacer algo parecido.

Y también veo otro objetivo en toda esta manipulación y es poner más presión sobre la insurgencia para así lograr una paz minimalista, con injusticia social, equivalente a una rendición. ¿No han aparecido ya algunos autodenominados intelectuales a exigir a la guerrilla de las FARC-EP un nuevo cese al fuego unilateral, aprovechándose de la histeria zuluaguista-uribista? ¿por qué no exigir al Estado que acepte el cese al fuego bilateral que se les ha ofrecido mil veces, mientras se han aprovechado de los ceses al fuego unilaterales de la insurgencia para escalar los ataques contra la población civil y contra los guerrilleros? ¿No han aparecido algunos a pedir mayor celeridad en el proceso, algo así como “firmen cualquier vaina pero háganlo ya”? ¿la paz acaso no es algo lo suficientemente serio, que requiere del tiempo que haga falta para tomar las decisiones acertadas? ¿No han aparecido otros a decir que las FARC-EP deben guardar un silencio sepulcral y no hacer declaraciones políticas para no poner en riesgo el proceso? ¿Por qué no pedir lo mismo al ministro de defensa, a personeros del gobierno, al ismo Santos, o a los partidos en el gobierno que no paran de torpedear el proceso y mancillar la confianza de la opinión pública en una de las partes? Es difícil no darse cuenta de cómo la coyuntura la está utilizando la oligarquía para presionar una paz exprés, insustancial, espuria, que no les duela ni les cueste nada, una paz a medida de las transnacionales y de sus intereses como clase. Es difícil no darse cuenta como la histeria por Zuluaga se está utilizando para buscar la rendición de la insurgencia en la mesa de negociaciones. Y sin embargo, un sector de la izquierda ha caído redondito en esto y se une a la histeria “porque viene el lobo”.

¿Quién tiene las llaves de la paz?

Creo que es legítimo que cada cual actúe a conciencia y ponderando los hechos, pero una decisión política, cualquiera que sea, debe ser tomada con la cabeza fría y evitando apreciaciones histéricas. Si se apoya a Santos para oponerse al uribismo fascistoide, si se le vota con miedo, asco o resignación, me parece perfecto. Pero que se diga así de claro y no se le den méritos a Santos que no tiene, ni cualidades que tampoco posee. Porque lo otro es terminar lavando la cara a un oligarca que tiene su manos bastante manchadas de sangre. Que Zuluaga sea un ultraderechista acérrimo, no convierte a Santos en un demócrata. Que Santos esté en medio de un proceso de paz, ni lo convierte en el presidente de la paz ni en un mandatario benevolente que ha “obsequiado” a sus súbditos una mesa de negociaciones de paz. Ningún presidente le abrió las puertas a la paz; ese ha sido un esfuerzo colectivo en el que el grueso del mérito se lo lleva ese pueblo raso, que rara vez vota pero que se moviliza, el cual es frecuentemente ignorado y olvidado en análisis políticos de derecha o de izquierda, que no cesó la resistencia multiforme en contra de la violencia del régimen. El proceso de paz es una victoria popular, no un regalo. ¿O es que entonces aceptamos que Santos presuma de ser el dueño de las llaves de la paz, como alguna vez él mismo dijo con arrogancia? Si decimos que las llaves de la paz las tiene el pueblo, hay que ser consecuentes con esta posición política, y estar dispuestos a usar estas llaves sea quien sea que gane las elecciones.

La paz no depende del monigote que está sentado en la Casa de Nariño. Ahí es donde tengo la diferencia fundamental con todos los análisis que se vienen haciendo desde posiciones histéricas, que demuestran un fetichismo presidencialista totalmente idealista (en el sentido sociológico del término) y una sobrevaloración exagerada de lo superestructural en la política. La paz y el proceso de paz, dependen de fuerzas mucho más profundas que el monigote del Ejecutivo: dependen, en primera instancia, del equilibrio en la lucha de clases. Ante un pueblo fuerte, combativo, organizado, unido y decidido, ni Zuluaga ni Santos se la mide. Insisto en lo que dije hace unos días, que aunque suene a cliché no es por ello menos cierto: la lucha es la que decide, no el presidente ni la política por arriba. Pero la paz y el proceso de paz, también dependen de variables mucho más poderosas que la zigzagueante oligarquía colombiana con todas sus contradicciones internas: particularmente de la posición que el imperialismo juegue en esto. Ni Zuluaga ni Santos harán nada sin la autorización de la Unión Europea o de los EEUU. Ambas potencias, a las claras, no han visto agotadas las cartas de la negociación y no se arrojarán, sin más, a una aventura guerrerista irresponsable porque el finquero de Salgar (o su marioneta) los quiera empujar a ello. Los uribistas y los santistas son el perro, no el amo. Las decisiones que implementa la oligarquía, hace rato, que no se toman en la Casa de Nariño.

Cada cual en la segunda vuelta votará como quiera o se abstendrá, y todas las opciones son igualmente respetables[2]. Siempre y cuando se entienda que lo fundamental no es cómo se vota, sino la lucha. Mucho hemos hablado de “meterle pueblo” a la paz, como para que ahora termine este tema reducido a un mero tema de campaña electoral. O peor aún, para que terminemos en la izquierda divorciando la paz de la justicia social. Hasta en cómo entendemos la paz somos diferentes con Santos: para nosotros la paz son derechos, son garantías, es bienestar, es libertad, es solidaridad social. Puede sonar de Perogrullo, pero no está de más insistir que estos son tiempos de profundizar la lucha popular y que esa es la mejor manera de defender las negociaciones y de defender el derecho del pueblo a la paz con justicia social. No podemos permitir que el discurso de la paz sea utilizado para desmovilizar al pueblo o para lavarle la cara a una fracción de la oligarquía más criminal del hemisferio. Ni mucho menos para hacer causa común con quienes quitan el pan de la boca a los pobres y quitan el agua y la tierra al campesino.

José Antonio Gutiérrez D.
31 de Mayo, 2014


[1] Sobre el sobredimensionamiento mediático del uribismo ya he escrito antes http://anarkismo.net/article/26844

[2] Lo que no me parece respetable es el argumento chantajista y deshonesto de quienes dicen que, objetivamente, abstenerse o votar en blanco es apoyar a Zuluaga. Objetivamente (si esta palabra tiene algún significado), los únicos que apoyan a Zuluaga son quienes votan por él.

author by Cristián Hurtadopublication date Fri Jun 06, 2014 06:34author address author phone Report this post to the editors

Que la paz es un bien supremo, sancionada por la agonizante constitución de 1991, es cierto. Pero que Santos sea la manifestación de la paz, de ese bien supremo, no lo es en absoluto. Mucha especulación, incertidumbre y polémica motivada por la victoria de Zuluaga en primera vuelta ha suscitado la paz en Colombia; me permito tres opiniones al respecto:

1 Los hechos demuestran cómo la paz es un campo en disputa política: No solo lo es hoy, lo ha sido durante años. Formidables luchas y escenarios populares han sido impulsados al respecto; recuerdo el de Cali (2009), Barrancabermeja (2011), y la reciente ruta social común (2013). Todos estos hechos, en épocas en que Santos y Zuluaga como miembros del gabinete Uribe se alineaban en la idea del fin del fin, y la esquizoide búsqueda de la victoria militar destinando recursos y personas a la guerra, nacieron por impulso, iniciativa y disposición del campo social y popular. La bandera de la paz la ha representado el pueblo, incluso en épocas en que agitarla era un riesgo a la vida.

Así, asegurar que Santos representa la paz, o que la abandera – como aseguró una excandidata de oposición – representa borrar de un plumazo esa agenda de lucha, nuestra vocación de paz históricamente defendida, incluso con la vida y libertad de otros hombres y mujeres. Es un mensaje de derrota, una entrega humilde de la bandera que agitamos muchos años. Es también un olvido doble: olvido de nuestra lucha, olvido de nuestra apuesta. Santos representa la paz, pero la paz entendida como la reinserción de la insurgencia sin generar una sola modificación del modelo, ese que no se discute no con la insurgencia ni con el pueblo. Ese modelo que tanto Santos y Zuluaga comparten en su fundamento doctrinario, en su perspectiva estratégica, pese a las diferencias cada vez más agudas entre los sectores que representan. Ni la paz de Santos, ni la paz de Zuluaga implican la justicia social: ni empleo, salud, educación, vivienda, acceso a la tierra, desmilitarización de los territorios y la vida, nada de eso lo sugieren, ni lo implican, los candidatos en pugna. Ante la paz de Santos y Zuluaga, debe emerger con toda fuera la Paz con Justicia Social, la solución integral de las casusas estructurales del conflicto social, político y armado colombiano.

2 ¿Dónde están las voluntades de Paz?: Si Santos o Zuluaga representasen la paz que buscamos, se darían hechos en ese sentido. 48 compañeros y compañeras de Marcha Patriótica asesinados, 300 prisioneros políticos; los recientes y grotescos 4 campesinos asesinados en Nariño y mostrados como bajas en combate. La negativa a establecer un cese bilateral al fuego; la continuidad del servicio militar obligatorio, e incluso, la certeza de que los espionajes ilegales continúan demuestran todo menos un clima de voluntad de paz de parte del Gobierno. Esto es aún más claro con Zuluaga y Uribe, como lo demuestran, para no extendernos, las recientes fiestas de dirigentes del UCD con miembros de grupos neonazis.

Nuestra propuesta de paz es contraria en lo absoluto a cualquier idea al respecto de Santos o Zuluaga. Implica discutir el modelo, la doctrina militar, el modelo de Estado, el acceso a medios de comunicación e información, las garantías para la organización y movilización social y popular. Conllevan acceso real, de calidad y gratuito a salud, educación, vivienda; trabajo digno, bien pago y dignificante. Implica, no sobrevivir, implica un buen vivir.

No encuentro identidad programática entre los candidatos y la idea de paz con justicia social. Tampoco veo hechos en ese sentido, al contrario, veo la agudización de la represión, las causas de la miseria y la exclusión política. Así, no veo la bandera de la paz verdadera en las manos ensangrentadas de ninguno de los candidatos.

3 ¿Hacia dónde caminar para encontrar la paz con justicia social? Hay excesiva simplificación del problema electoral: no se trata de paz (Santos) y guerra (Zuluaga). Debajo de este ropaje mistificador se esconden 2 elementos centrales:

El avance que ha logrado la derecha colombiana en deslegitimar el proceso de diálogo y la solución política. En parte, producto de las dificultades de la izquierda para rodear verdaderamente el proceso.

La creciente crisis del régimen de dominación de clase en el país. La cuál despunta dos alternativas desde los sectores dominantes: la modernización del capitalismo para reactivar la acumulación de capital (Santos) para lo cual la desmovilización insurgente permite nuevos nichos de acumulación; ante la profundización de la acumulación por despojo como base del modelo extractivita en Colombia, de allí la oposición a la redistribución de la tierra y cualquier afectación a la gran propiedad, elementos presentes en la mesa de la Habana (Zuluaga). Ante dicha crisis, se vislumbran realmente dos alternativas desde las clases dominantes: acumulación mediante la paz y la guerra (Santos), ante acumulación mediante la guerra (Zuluaga). Desde esta perspectiva, la ecuación Santos = Paz se diluye.

La alternativa, en este orden de ideas, no es apoyar la “falsa alternativa”. Es construirla. Si el modelo entra en crisis, antes que buscar administrarla, o darle continuidad al modelo económico y político; debemos forjar la alternativa. Lo hemos dicho, aunque no lo creemos a veces, que la alternativa es la paz con justicia social, y nuestro apoyo al diálogo entre la insurgencia implica que esos procesos de diálogo impliquen participación social y popular, y avancen hacia la justicia social en Colombia.

La alternativa es la unidad, la fuerza acumulada y organizada. El encuentro de todos los sectores, no alrededor de un candidato, sino de un sueño construido colectivamente; alrededor de una agenda de mediano y largo plazo que permita solucionar políticamente el conflicto, y avanzar en que seamos poder, seamos gobierno: un proceso constituyente, de unidad, organización, movilización – de esto ya ni se habla – y construcción de nuestra alternativa de poder, política, derechos, sociedad y Estado que queremos construir.

De nuevo, el tema se pone en perspectiva. O resolvemos luchar el 15 por la paz, o resolvemos dar la vida por un nuevo país, un país en Paz con Justicia Social. La alternativa, la elección por la que opto, es por la unidad, la lucha y organización por la paz con justicia social. Opto por la tercera alternativa, pues el pueblo es el real garante de ese bien supremo que es una paz, estable, duradera, para el buen vivir.

author by ELÍAS FONSECA CORTINA - Ejecutivo CUT Nacionalpublication date Wed Jun 18, 2014 20:42author address author phone Report this post to the editors

Un grupo de dirigentes sindicales tomó la decisión de respaldar la candidatura de Juan Manuel Santos en las elecciones presidenciales del 15 de junio. El título del comunicado señala sus razones: la paz, la apertura democrática y los derechos sociales y laborales. Entre los firmantes figuran ocho de los veintiún miembros del Comité Ejecutivo Nacional de la Cut. En los medios de comunicación se ha difundido la noticia atribuyéndole a la Cut como institución el respaldo a semejante desafuero

En las dos Juntas Nacionales realizadas por el actual Comité Ejecutivo Nacional de la Cut, hemos declarado que Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga junto a sus jefes de campaña Cesar Gaviria y Álvaro Uribe, representan la esencia del modelo económico que destroza a la nación. La situación no puede ser más desalentadora. Para la inmensa mayoría de los colombianos, la desigualdad y la pobreza registradas por los informes de la ONU nos colocan como el tercer país de mayor desigualdad de Latinoamérica. La informalidad laboral por datos oficiales llega al 70% de la población económicamente activa; el derecho a la salud lo han convertido en una negación permanente, dándole a las EPS jugosas ganancias a costa del bienestar de millones; la educación como derecho es puesto en entredicho al acelerar la carrera privatizadora que entrega a particulares la operación de escuelas, colegios y universidades, por el otro lado degrada su calidad hasta colocarla en el último puesto en pruebas internacionales; de la misma manera los servicios públicos se han convertido en un dolor de cabeza cada vez que llegan los recibos con cobros y alzas excesivas en beneficio de los monopolios privados.

El gobierno de Juan Manuel Santos ha profundizado el desastroso modelo económico neoliberal, legado por los gobiernos de Cesar Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, ante la exigencia de los organismos internacionales manejados por Washington. Ya van catorce tratados de libre comercio firmados en contravía al del desarrollo de la producción nacional industrial y agropecuaria; han legislado en materia financiera e inversión extranjera para satisfacer la insaciable voracidad de las multinacionales y los linces del gran capital; han feriado los recursos naturales, otorgando patente a la gran minería trasnacional para llevarse nuestras riquezas y de paso destruir el medio ambiente, las riquezas hídricas, la fauna y la flora. Las privatizaciones avanzan por doquier, los activos que aún quedan en poder del Estado siguen en subasta en detrimento del patrimonio nacional, entregándolos a los monopolios nacionales y extranjeros. A los campesinos y productores agropecuarios se les burlan los acuerdos que buscan aliviar las pérdidas a que están sometidas sus actividades; se les responde ante las justas reclamaciones con bárbaras represalias por parte de las fuerza pública, abandonándolos a su suerte, producto de la intransigencia del Ministro Lizarralde. Esto sucede en medio de las denuncias fundamentadas del despojo de las tierras baldías de la altillanura a cargo de los grandes potentados entre ellos el mismo Ministro de Agricultura.

El pasado 3 de junio, la conferencia 103 de la OIT incluyó a Colombia en la lista de los veinticinco países que más violan los derechos laborales y las libertades sindicales de los trabajadores. Esta merecida condena hubiese bastado para que no cruzara por la mente de dirigente sindical alguno el apoyo al presidente candidato. Qué falta de coherencia. Y para rematar la habitual conducta antiobrera de Santos, la empresa estatal Ecopetrol acaba de presentar un nefasto contrapliego en la negociación colectiva que se debe iniciar con la USO, pretendiendo acabar con las mínimas garantías laborales.

Ni Juan Manuel Santos ni Oscar Iván Zuluaga merecen el voto de ningún afiliado de la Central Unitaria de Trabajadores Cut. Grandes daños al país y sus pobladores han causado como gobernantes o como parte de estos gobiernos. Igualmente el llamado es a que los trabajadores, campesinos, estudiantes, productores agropecuarios y empresarios nacionales, no se dejen confundir por los promotores del neoliberalismo.

Si bien se ha señalado que Colombia necesita una solución negociada al conflicto armado interno, se corrobora que la paz no pasa por la reelección de Santos, no se puede abusar del anhelo de paz para aprobar de paso los postulados programáticos de ningún candidato. La declaración de este grupo de sindicalistas abusa del deseo que tiene Colombia de que terminé el conflicto para respaldar el programa político del candidato reeleccionista. Nada de lo expuesto en el aviso pagado en El Tiempo corresponde con lo actuado y por actuar del candidato presidente. La equidad social, la educación pública, la salud como derecho, pronta y cumplida justicia, el trabajo decente, los problemas de la población rural, el estado social de derecho, no pasan de ser palabrería hueca y una burla a los trabajadores y al pueblo.

El miedo a Zuluaga lo convirtieron en excusa perfecta para respaldar todo el contenido programático de Santos de ayer y de mañana. La diferencia de fondo en el debate es que no hay diferencias. Ahondar carencias, negar derechos a los trabajadores y dar gabelas a multinacionales, será la labor del que gane.

El debate de los candidatos en los medios de comunicación muestra que la diferencia entre ellos consiste en cómo aplicar la receta. La dirigencia sindical que respalda a Santos debería aprender y rectificar su postura. El común de la gente percibe que Santos y Zuluaga hacen un gran esfuerzo en diferenciarse pero entre más esfuerzo hacen, más se parecen.

La Cut no apoya ningún candidato. Invito a los afiliados a votar en blanco o abstenerse. Igualmente convoco a los trabajadores y al pueblo a preparar las luchas de resistencia y movilización civilizada que necesariamente tendrán que librar, sea cual fuere el próximo presidente.

Bogotá, junio 10 de 2014.

EL 15 DE JUNIO ¡NI SANTOS NI ZULUAGA!

 

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