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Del desgaste del modelo neoliberal al ciclo de protestas: la rebelión del 2001 en Argentina

category argentina/uruguay/paraguay | community struggles | opinión / análisis author Friday December 26, 2014 20:27author by Horacio Vergara Tello - Solidaridad Report this post to the editors

Publicado en la edición n°5 del periódico anarquista chileno Solidaridad, Enero-Febrero 2011, lo reproducimos como una contribución a un acontecimiento crucial para las luchas populares en América Latina.
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Antecedentes

Los sucesos conocidos como el “Argentinazo”, se desarrollaron durante los días 19 y 20 de diciembre de 2001 y fueron parte de un ciclo histórico de protesta (con altos y bajos en los niveles de conflictividad) iniciado en 1993 en la provincia de Santiago del Estero, donde los trabajadores del Estado iniciaron una huelga para resistir los procesos de ajustes aplicados en ese sector, por las medidas neoliberales del gobierno de Menem. Esta huelga, tras ser duramente reprimida tuvo una contundente respuesta unificada por parte del pueblo santiagueño, el cual se amotina y desborda a la policía, ataca y quema las casas de políticos (algunos de ellos son linchados) y las sedes de los tres poderes de la provincia.

Desde diciembre del ‘93 hasta diciembre del 2001, según historiadores trasandinos se registraron un total de 7.643 hechos de rebelión. Siendo la insurrección espontánea del 2001 el punto de mayor agitación política y un hecho significativo en la historia del país trasandino, ya que rápidamente el pueblo la transformó en una crisis múltiple, es decir, paso de ser una crisis económica a una del sistema político en su conjunto (principalmente de legitimidad de la clase política que dominaba por aquellos años), dejando sólo el poder del Estado en pie, cuestión que veremos más adelante.

Al mirar la historia, es posible sostener que aquel ciclo ascendente de protestas -el cual obviamente no fue mecánico ni lineal- experimentó altos y bajos, como el estancamiento de las huelgas generales (una lucha de repercusiones netamente políticas) y los cortes de ruta (nos ayudan a medir los niveles de conflictividad de la clase obrera desocupada) durante el lapso comprendido entre los años 1997 y 1999, ya que por ejemplo, durante este período se convocó a 2 huelgas generales en el ‘97 y 1 en el ‘99, en comparación con las 8 huelgas generales declaradas entre 1994 y 1999.

Todo este ciclo de luchas vendría a cerrarse en el año 2002 con la masacre del Puente Pueyrredón, donde los compañeros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki fueron acribillados por la Policía Federal Bonaerense, la que recibió la orden del carnicero Duhalde, quien en la actualidad -tras las tomas de terreno en Villa Soldati en diciembre de 2010 que cobraron la vida de 3 personas- es candidato presidencial y sigue agitando para que la represión hacia las y los que luchan sea el camino del orden y la paz social.

“Corte de rutas y asamblea”: El origen del movimiento piquetero

Es el desgaste del neoliberalismo y sus medidas de crecimiento económico para los ricos, lo que vendría a engendrar al movimiento piquetero y la Argentina del 2001. Pero puntualmente su origen puede comenzar a rastrearse a partir del año ‘96, cuando los despidos en YPF ( Yacimientos Petrolíferos Fiscales) empujan a los trabajadores a cortar la ruta en plaza Cutral-Co y Huincul, buscando de esta forma desabastecer de insumos la producción del hidrocarburo y, a su vez, cortar la distribución y venta del mismo.

Es con este hecho y con la rápida masificación de esta forma de lucha en el país (corte de rutas) que surgen los piqueteros. Movimiento que se compone por trabajadoras y trabajadores desocupados, que encontró la articulación con otros sectores del pueblo que también luchaban contra los ajustes del neoliberalismo (docentes) y que a fines de los 90`s transformó en el elemento más dinámico de la clase trabajadora trasandina.

Para conocer en detalle a este movimiento social tendríamos que dedicar unos párrafos, pero nos importa mencionar que los piqueteros hacen suyos dos métodos para poner sus reclamos en el centro de la discusión nacional: el corte de ruta rescatado de Montoneros y la toma de decisiones en asamblea (medio y fin para un proceso revolucionario) por el conjunto de los implicados.

“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”: Los hechos del 19 y 20

La rebelión de diciembre tiene sus antecedentes directos en el paquete de medidas antipopulares (las que más pegaron fueron la subida de impuestos, la baja de salarios y de las jubilaciones) impulsada por el ministro de economía para poder pagar la gran deuda externa creada por la convertibilidad (el “uno a uno”, es decir, un peso equivalía a un dólar, bomba de tiempo que necesitó de préstamos del FMI para mantenerse en pie, la cual fue aplicada con el supuesto de frenar la veloz e incontrolada alza de los precios o hiperinflación, lo que significa que el dinero pierde constantemente su valor), las cuales se enfrentaron con variadas manifestaciones de malestar.

El 1o de diciembre el gobierno da la orden al Banco Central para que decrete el “corralito”, lo cual niega la posibilidad de retirar dinero de los bancos, creando de esta forma la bronca de los sectores medios y altos del país, lo que derivaría en la unidad del “piquete y la cacerola” en las calles.

Mientras desde el gobierno se buscaba como pagar la deuda, el hambre seguía creciendo, la desocupación superó el 20% llevando a incrementar las medidas de fuerza de los piqueteros al igual que sus niveles de organización en los MTD`s (Movimientos de Trabajadores Desocupados), los cuales comenzaron a proliferar y coordinarse a nivel nacional.

El detonador final sería el llamado del día 13 a paro general por parte de las centrales sindicales el cual se comenzó a entremezclar lentamente con saqueos que se prolongarían de forma ascendente hasta el día 19.

El tiempo se acababa para la clase dirigente, la cual apelando a su última medida de fuerza declara el Estado de Sitio, militarizando los barrios y cortando el transporte para que el conurbano no confluyera con el capitalino. La indignación y la bronca por falta de pan y trabajo rápidamente se hace sentir y con la consigna “que se vayan todos” sonando por todos los rincones de la ciudad de Buenos Aires y del país, el pueblo se apodera de las calles dejando en claro que la democracia representativa no daba más. Desocupados, clase media, los eternamente postergados, los ahorristas, todos los oprimidos poniendo el cuerpo sin distinción hasta las cuatro de la madrugada exigiendo la renuncia de los políticos que ejercían cargos.

Nadie deja la barricada en Plaza de Mayo a pesar de la fuerte represión con balas de plomo y la lluvia que en algún momento calló: “no se va, el pueblo no se va”, “y llueve y el pueblo no se mueve” eran las consignas que agitaban la resistencia. Al mediodía del 20, el pueblo nuevamente confluye en las calles, era el tiempo de luchar codo a codo, incluso los que trabajaban abandonaron sus labores y se sumaron a la rebelión, la solidaridad de clase se manifiesta para cualquiera que se encontrara en problemas, la represión se intensifica pero nadie da un paso atrás.

Finalmente, luego de 39 muertos y 80 secuestros de personas, el gobierno se desploma y De la Rua no tiene más salida que dejar la presidencia y escapar en helicóptero de la Casa Rosada, comenzando así una linda historia de resistencia, organización y lucha, de ocupación de bancos, terrenos abandonados y fábricas bajo autogestión obrera; un momento donde las asambleas se masifican por todas partes con la participación de cientos de personas de forma horizontal y participativa.

El rol de los medios de comunicación y apuntes para un balance

Los medios de comunicación jugaron dos papeles fundamentales que buscaban un objetivo común, por un lado como promotor de la desestabilización dando cobertura a los saqueos hechos por aquellos que no tenían dinero para comer. Con esto claramente se buscaba demostrar la ausencia de gobierno, generar miedo en los sectores más conservadores y buscar alzar la ideología fascista para una posible salida militar.

Por otro lado, buscaba el enfrentamiento entre pobres para evitar su unidad haciendo correr la voz de posibles saqueos en los barrios, de esta forma la gente se armó para defender lo poco que tenían en casa (la misma artimaña usada durante el último terremoto en Chile). Ambos roles buscaban crear el desenlace feliz para la burguesía: un cambio de gobierno anticipado con tintes progresistas (antineoliberal) para dejar el poder del Estado intocable y así mantener su lugar de poder y privilegios.

El recambio de dirigentes buscaba la imposición de un programa burgués renovado, con características nacionales-populares, para así lograr influenciar al amplio campo progresista, un objetivo que lograron fácilmente debido a la falta de maduración de las experiencias del movimiento obrero, ausencia de un programa revolucionario (el como y el por qué, a su vez, reflejo del avance real de la mayoría) y objetivos al largo plazo, lo que se traduce en la baja inserción de las ideas de intención revolucionaria (fuerte influencia del peronismo y su lógica vertical y de clientelas) y la falta de autonomía de las iniciativas.

Las restricciones propias de la experiencia (las cuales necesitan un balance más profundo), la cooptación (mediante el clientelismo y la reivindicación de los derechos humanos) de amplios sectores del movimiento popular (MTD`s y Madres de Plaza de Mayo) por parte del Kirchnerismo y el terrorismo de Estado (masacre del Puente Pueyrredón en 2002, 300 secuestros en 2003) para los sectores clasistas y combativos que mantuvieron la autonomía y la independencia de clase para impulsar sus reivindicaciones, limitaron las posibilidades de transformación social del pueblo.

Sin embargo, aunque la burguesía supo manejar a su favor el proceso y logró recuperar su lugar hegemónico, nadie puede negar lo acumulado por los sectores populares: las organizaciones de la clase trabajadora se construyen con los valores y formas de la sociedad revolucionaria, es decir, la democracia de base y la acción directa de grandes grupos.

Los sucesos del 2001 nos demuestran que la dinámica del capitalismo trae consigo una continua recreación de contradicciones y conflictos entre trabajadores, empresarios y el Estado. Si bien es cierto que en momentos de crisis el capitalismo busca acomodarse para que los empresarios salgan lo menos golpeados posible, siempre este reacomodo, deriva en un nuevo orden social y por lo tanto trae junto a él nuevas formas para encarar la lucha y nuevas camadas de trabajadores que se las rebuscaran para intentar dar el asalto final a la sociedad de clases. Por ejemplo, de esta forma es que los trabajadores le encontramos la vuelta a la subcontratación impuesta por los de arriba y logramos impulsar nuevas luchas que nos entreguen nuevas conquistas.

Solamente el pueblo organizado logra conseguir una maduración en su conciencia y de esta forma se crean las condiciones para elaborar un programa sustentado en su experiencia práctica, en su historia de luchas pasadas y recientes. Un programa que logré acabar con la realidad que niega la vida libre y solidaria, que nos ayude a destruir un sistema que promueve y origina lo peor de la humanidad, es decir, los privilegios, el egoísmo, la injusticia social, etc.

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