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De Paros, Huelgas y Burocracias Sindicales

category venezuela / colombia | workplace struggles | opinión / análisis author Monday May 11, 2015 10:21author by Steven Crux - Colectivo Contrainformativo SubVersiónauthor email ccsubversion at gmail dot comauthor address ccsubversion.wordpress.com Report this post to the editors

Reflexiones en torno a las luchas del sector educativo en Colombia, la multisectorialidad y la acción directa popular

La situación actual en Colombia en el sector educativo ha estado girando en torno a una serie de conflictos, coyunturas y escándalos que sacuden el magisterio, las universidades públicas y los colegios en diferentes territorios del país. Por un lado ha concluido la etapa de pre-negociación de dos de estos conflictos -por lo menos en lo que respecta a las direcciones sindicales y los actores con los que se interlocuta directamente-, a saber, la asamblea permanente de las trabajadoras de la Universidad Nacional, impulsada por el Comité Pro-Mejora Salarial, y el paro de los profesores agrupados dentro de la Federación Colombiana de Educadores. Así mismo empieza con pisada fuerte las movilizaciones, dinámicas de asamblea permanente y paros estudiantiles en universidades como la Industrial de Santander, la misma Universidad Nacional, la Pedagógica Nacional (cuyas peticiones tienen relación directa con el paro del magisterio), el Politécnico Jaime Isaza, la Unicordoba, Unipamplona, y que se han saldado con victorias en las ultimas semanas en la Unillanos. Tampoco podemos pasar por alto las demandas y procesos de movilización de profesores universitarios en la UIS y la USCO, o la protesta que han impulsado estudiantes de secundaria, sobre todo en el marco del paro nacional docente o por demandas locales, que se ha manifestado con diferentes tomas a centros educativos durante los últimos meses, como ha venido sucediendo en Bogotá en localidades como Kennedy, los Mártires o Usme.
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De Paros, Huelgas y Burocracias Sindicales

La situación actual en Colombia en el sector educativo ha estado girando en torno a una serie de conflictos, coyunturas y escándalos que sacuden el magisterio, las universidades públicas y los colegios en diferentes territorios del país. Por un lado ha concluido la etapa de pre-negociación de dos de estos conflictos -por lo menos en lo que respecta a las direcciones sindicales y los actores con los que se interlocuta directamente-, a saber, la asamblea permanente de las trabajadoras de la Universidad Nacional, impulsada por el Comité Pro-Mejora Salarial, y el paro de los profesores agrupados dentro de la Federación Colombiana de Educadores. Así mismo empieza con pisada fuerte las movilizaciones, dinámicas de asamblea permanente y paros estudiantiles en universidades como la Industrial de Santander, la misma Universidad Nacional, la Pedagógica Nacional (cuyas peticiones tienen relación directa con el paro del magisterio), el Politécnico Jaime Isaza, la Unicordoba, Unipamplona, y que se han saldado con victorias en las ultimas semanas en la Unillanos. Tampoco podemos pasar por alto las demandas y procesos de movilización de profesores universitarios en la UIS y la USCO, o la protesta que han impulsado estudiantes de secundaria, sobre todo en el marco del paro nacional docente o por demandas locales, que se ha manifestado con diferentes tomas a centros educativos durante los últimos meses, como ha venido sucediendo en Bogotá en localidades como Kennedy, los Mártires o Usme.

Esta arremetida de los diferentes estamentos educativos debemos entenderla y dimensionarla a través de dos ejes coyunturales: por un lado los diálogos de paz entre las insurgencias y el gobierno, y de otro lado, la imposición del Plan Nacional de Desarrollo del gobierno Santos para el periodo 2015-2018. Estos dos escenarios representan claramente las dos perspectivas de país, a groso modo y dejando de lado por un momento los matices interinos, de la burguesía criolla y de los movimientos sociales. Así, mientras desde el sector educativo se hace énfasis en el papel de la educación en la construcción de alternativas al actual conflicto armado, el gobierno no duda en arreciar la guerra contra los movimientos sociales (que se manifiesta en el caso particular con el trato militar a las demandas de profesoras y estudiantes, así como en el uso recurrente de la herramienta paramilitar, auspiciada entre otros por directivas de universidades, como se ha denunciado en la UIS o en la Unicordoba); de igual forma, los estamentos organizados dentro de universidades y colegios seguimos insistiendo en la necesidad de desfinanciar la guerra para mejorar la educación pública de carácter gratuito, mientras al mismo tiempo el gobierno insiste en la privatización a través de su nuevo Plan de Desarrollo y políticas como el programa “Ser Pilo Paga”, que transfiere recursos a la educación privada. En el mismo PND se hace la salvedad en la primera página de que ha sido pensado para seguir los lineamientos de la OCDE, grupo selecto de países al cual el Estado Colombiano pretende entrar, lo que ya nos ubica las coyunturas dentro del panorama superestructural del sistema: la inclusión de Colombia en el nuevo mercado internacional, ocupando su papel dentro de la división internacional del trabajo. No sobra también recordar que precisamente un amplio sector de FECODE llamó a votar por Santos el año pasado, impulsados por la necesidad de continuar los dialógicos de paz, mismo sector que tiene también responsabilidad política por la negociación que vendió el paro de docentes, dinámica que se repitió con un amplio margen de organizaciones estudiantiles que hoy se limitan para construir un movimiento estudiantil verdaderamente fuerte, mientras no escatimaban esfuerzos en las anteriores elecciones y que descaradamente apoyaron la reelección de Santos, al tiempo que se padecía un reflujo estratégico por la falta de dinamismo con problemáticas locales.

Para quienes nos pensamos una alternativa autónoma desde los movimientos sociales ha sido importante abordar estos dos ejes con mayor profundidad a lo que ofrecen los sectores reformistas e incluso las mismas insurgencias (que en el caso concreto de La Habana parece centrarse en gran medida en el tema de la Participación Política), intentando partir de una critica antiestatal a los diálogos de “paz” y al modelo de país que se piensa el Estado y se materializa ahora con el PND. En esa misma linea es importante que desde nuestra perspectiva política e ideológica podamos posicionarnos en torno al paradigma de la educación en el sistema actual de cosas y nuestras posturas frente a los diferentes conflictos que se han venido forjando al calor de la lucha organizada, pudiendo plantear propuestas concretas y estratégicas para los tiempos actuales y venideros:

Multisectorialidad social y educativa; la construcción de banderas de lucha conjuntas:

Debemos partir de la significación misma que tienen los procesos de resistencia, de sus alcances y limitaciones. Desde el paro nacional universitario del 2011 el sector educativo a nivel nacional había presentado cierto reflujo, en una retroceso que ha significado perder la capacidad de disputa frente a temas que nos conciernen en lo inmediato (como el acuerdo 2034 que parece haber pasado relativamente por desapercibido), mientras movimientos como el agrario y los indígenas han venido aumentado su beligerancia y perspectiva de acción, especialmente durante el Paro Nacional Agrario del 2013 y las diferentes protestas en el Cauca, Catatumbo, Arauca y otras regiones del país. Es de aquí de donde debemos partir para poder pensarnos como sector educativo dentro de los movimientos sociales: es importante ubicarnos dentro de grandes abanicos de lucha, unificando demandas y articulando banderas. Ello no pasa por simple comentario, como hemos visto, una derrota ahora mismo implicaría un nuevo reflujo que nos daría un paso atrás durante un par de años más, mientras que una arremetida social en este momento podría ubicar al pueblo organizado en una nueva dimensión de disputa, le dotaría de nuevas esperanzas y ampliaría horizontes.

A la hora de hablar de unidad debemos también ser críticos con la manera en que se ha tratado el problema desde algunos actores que hacen parte protagónica de los movimientos sociales, especialmente en el como se entienden a si mismas las supuestas “vanguardias” (reproduciendo recelos y sectarismos) y su relación con el aspecto electoral, que fue tan crucial durante las anteriores elecciones presidenciales y que muy probablemente vuelva a ser eje de discusión en las siguientes contiendas regionales. Cuando hablamos de una unidad de los sectores en lucha debemos partir de un concepto federalista, que respeta la autonomía cuando parte de mínimos colectivos sin negar el papel de lo particular. Así, el concepto de multisectorialidad nos puede ser de ayuda para articular a los movimientos sociales en el país, y el particular, al sector educativo, quizás de una manera similar a como se ha planteado la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular, conservando criticas constructivas y propositivas.

Entender la articulación de las luchas de los estamentos educativos a nivel nacional (profesores, trabajadoras de centros educativos y estudiantes de secundaria y educación superior, incluso de los mismas madres y padres de familia, así como de las comunidades que tienen vínculos directos con escuelas y universidades) es entender que las banderas de lucha nos unen bajo propósitos concretos:

Para construir esta multisectorialidad educativa debemos partir de las demandas de resistencia que nos unen: el rechazo a cualquier forma de privatización que busca elitizar la educación, la critica a la tercerización laboral, el respeto de la autonomía y la libertad de cátedra (cuyo valor a cobrado peso con el reciente encarcelamiento y amenazas a profesores universitarios) y la plena financiación de la educación pública y salarios dignos y nivelados (que no es más que reivindicación necesaria en un gobierno que sigue desangrando a la población productora a través de altos impuestos mientras tiene la mano blanda con las multinacionales que explotan los recursos naturales y humanos del país). Sin embargo, como ya se ha dicho, es importante que las libertarias sepamos llevar más allá esas demandas a través de las prácticas mismas y de la experiencia adquirida por los movimientos sociales. La construcción de alternativas pedagógicas (la educación popular o comunitaria, por ejemplo) debe ser un objetivo que nos debemos plantear, aunque en sí mismo no es una disputa con el régimen sino más bien implica la articulación de quienes nos venimos pensando la educación más allá del paradigma estatal.

Contra la burocracia sindical y estudiantil, acción directa popular:

Otro punto que debemos impulsar los sectores revolucionarios y autónomos en conjunto, y que requiere de una especial atención en el corto plazo, es la recuperación de los espacios gremiales para las bases, es decir, para quienes son la razón misma de ser de cualquier organización. No se puede citar mejor ejemplo que el reciente levantamiento del paro nacional de docentes por parte de la junta burocrática de FECODE, que en una sucia jugada entregó al gobierno todo lo construido a punta de trabajo de hormiga por las profesoras a lo largo y ancho del país. El acuerdo deja por fuera puntos clave para el gremio magisterial (especialmente para las docentes que están en los escalafones más bajos), así como demostró una sordera por parte de la dirección del sindicato más grande de Colombia, quien desconoció el llamado hecho desde diferentes regiones y localidades para poder aprovechar el momento histórico y ganar algo más que que una palmada en la espalda, no solo en términos salariales sino políticos (el acuerdo final no obliga al gobierno a ceder en sus columnas vertebrales, lo que parece terminar fortaleciéndolo en contra de la movilización popular y sindical). Tampoco podemos pasar por alto el ejemplo de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, que reproduciendo los síntomas de peor burocratismo, verticalismo y sectarismo posible, decantó en uno de los fracasos más estrepitosos que halla tenido el movimiento estudiantil en las ultimas décadas. Otro es el caso de las trabajadoras de las universidades, quienes han revitalizado prácticas del sindicalismo revolucionario en conflictos como el de la Universidad Nacional, aunque bastante camino falta para derrotar ciertas tendencias al personalismo y extender la consciencia critica en otras universidades. En torno al movimiento secundario es preciso tener presente que aun se encuentra en un nivel bajo de organización, punto que es preciso fortalecer.

Para construir una nueva apuesta, para nuestro caso multisectorial, es preciso barrer las burocracias, fortalecer la horizontalidad y la democracia directa, y dotar de cada vez más fuerza organizativa a los procesos que se encuentran en dispersión. Estas propuestas se tienen que materializar en los escenarios que hemos mencionado. Por ejemplo se ha hablado de la posibilidad de articular desde lo regional los procesos de profesoras que han estado en disenso con las imposiciones de la dirección de FECODE, con la idea de pedir la renuncia de la junta directiva y re-negociar algunos puntos del pliego. Así mismo ha venido sonando en varios círculos universitarios convocar espacios de encuentro de procesos de base y asambleas gremiales desde las ciudades y regiones, con el fin en el mediano plazo de poder construir un Encuentro Nacional de Educación Superior, que se construya a partir de las localidades y no de las cuotas políticas, desde las necesidades gremiales y no empujando a las malas las agendas ideológicas de cada organización, que parta de la necesidad de articulación de las que luchan y no del personalismo de dirigentes que pretenden iniciar carrera electoral con el movimiento estudiantil como trampolín.

Para poder construir esta multisectorialidad es importante también fortalecer los espacios triestamentarios en diferentes universidades, blindandónos con solidaridad y apoyo mutuo, así como estrechar relaciones entre las profesoras del magisterio, las estudiantes de colegios y sus acudientes, quienes son las que deben dar las luchas en lo que respecta a los problemas locales de cada centro de estudios y contra la educación de mercado que pretende imponer el gobierno, así como desbordarse a sí mismas y ubicarse territorialmente en los problemas de los barrios, localidades, veredas y ciudades donde se encuentran, de la mano con las comunidades en resistencia. Este empoderamiento desde abajo es lo que llamamos acción directa popular, y que expresa la táctica que proponemos para poder construir horizontalidad, democracia radical y combatividad dentro de los movimientos sociales.

La acción directa popular es reconocer al sujeto social como el determinante de su sector. Es decir, son las estudiantes las que le dan sentido al movimiento estudiantil, no las “dirigentes” organizadas; son las profesoras la razón de ser de un sindicato de maestras, no las directivas liberadas y subvencionadas, por citar dos ejemplos. Esto es un claro principio político que nos remite a la máxima de la I Internacional (“la emancipación de las trabajadoras será llevada a cabo por ellas mismas”) pero que también tiene un peso estratégico: los paros, asambleas permanentes y huelgas se deben ganar en las calles, en la organización desde abajo y en la construcción multisectorial, y no debe recaer en la capacidad de negociación de las mesas de interlocutoras o en la maquinaria política de los proyectos partidarios; es la fuerza de las bases lo realmente decisivo e importante para un proyecto de emancipación en el largo plazo, aunque eso signifique derrotas tácticas cuando no se consigan ciertas reivindicaciones pero se gane en términos de organización y consciencia, que es lo que influye en un proceso de ruptura revolucionaria. Aquí es donde se desmenuza más la propuesta de la acción directa, decantada en el asamblearismo de abajo a arriba, desde los espacios que nos encuentran en lo cotidiano (como grados, carreras, colegios, etc) hasta los escenarios de índole común más general (regiones, universidades, el mismo ámbito nacional, etc). Esta táctica limita a la verticalidad y el partidismo, que se puedan apropiar de los espacios de las maneras más descaradas, cosa que a larga permite el ascenso de una burocracia que actúa por intereses particulares o en la búsqueda de cuotas políticas y no como delegadas mandatadas por los procesos de base.

Ha estado en la mente de varios sectores libertarios y autónomos caminar por este sendero, pero es impostergable la necesidad de materializar las tareas desde los objetivos planteados en el corto plazo, que empiezan por los escenarios locales y el fortalecimiento de la organización desde abajo, encontrándonos en los ritmos de las luchas, que esperemos más pronto que tarde, sea un ritmo acelerado por una alternativa revolucionaria, antiautoritaria y radical. Por ello se hace necesario pensarnos este tipo de encuentros de procesos de base y consejos estudiantiles, de estudiantes de secundaria y de espacio sindicales locales de trabajadoras y profesoras para ir caminando hacia una articulación sectorial nacional de cada uno de los estamentos, a la vez que podríamos empezar a posicionar en el mediano plazo la creación de una Mesa Social Educativa, que se plantee como una federación general que se piensa las problemáticas de la educación en Colombia y articula las luchas, para hacer de la unidad la herramienta con la cual el pueblo organizado avanza en pro de construir nuevas maneras de enseñar(nos) y aprender.

Steven Crux
Mayo 2015

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