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Atentados en Ankara: el Estado Profundo en acción

category grecia / turquía / chipre | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Monday October 12, 2015 20:58author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Nuestra solidaridad debe expresarse hoy en un rechazo categórico en contra de toda aventura militar del Estado turco, en contra de toda forma de represión en contra del pueblo y a favor de la demanda más revolucionaria de todas: la verdad. Erdoğan tiene sus manos manchadas de sangre y cientos de miles de manifestantes en todo el Estado turco lo han condenado con enérgicas protestas en que lo llaman a renunciar. La historia no tardará en condenar a los responsables de esta carnicería, que no son otros que los que quieren reforzar el Estado autoritario y que, con ese fin, no dudan en recurrir a los tentáculos del terror puestos a su disposición por el Estado profundo. No son otros que los nostálgicos del Califato, que buscan ganar, al alero de la OTAN, una posición hegemónica en la región haciendo ganancia de pescadores a río revuelto –en un río que están revolviendo ellos mismos. No son otros que los que, después de salir de sus bastiones entre los empresarios emergentes de Anatolia criticando durante años al autoritarismo secular kemalista y sus gobiernos militares o paramilitares, hoy agitan esas mismas banderas al grito de una nación, una lengua, una bandera. No son otros que los que acarician la guerra por mero instinto de supervivencia política. Son fieras heridas y como tales, amenazan con morder todo lo que tengan alrededor.
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Atentados en Ankara: el Estado Profundo en acción

El sábado 10 de octubre, en Ankara, capital del Estado turco, una movilización por la paz y contra la guerra adelantada por el Estado turco en contra del movimiento rebelde kurdo PKK, terminó en una de las peores atrocidades de ese país. La manifestación, convocada por sindicatos de izquierda de larga trayectoria en el Estado turco, como KESK y DISK, así como por organizaciones de izquierda como el partido pro-kurdo HDP, fue agredida cobardemente por dos explosiones detonadas por atacantes suicidas. El número de muertos ha alcanzado a los 130, lo que la convierte en la peor atrocidad en este país, dirigida específicamente contra miles de personas que se concentraron a manifestarse por la vida y contra la muerte. Para echar sal a la herida, el acceso de ambulancias fue obstruido por la policía, en un acto deliberado cuyo único objetivo era agravar el dolor y aumentar el número de muertos.

El Estado Profundo en acción

Este atentado se suma a los atentados de Amed (Diyarbakır), el 5 de Junio, con un saldo de 4 muertos, y al de Pirsûs (Suruç), el 20 de Julio, con un saldo de 33 muertos. Ambos atentados dejaron cientos de heridos. Ambos atentados fueron dirigidos en contra del movimiento por la liberación kurdo en Bakur (Kurdistán en el Estado turco). Ambos atentados fueron realizados por fuerzas fundamentalistas, con plena complicidad de las fuerzas represivas del Estado. Ambos atentados han servido para que el partido AKP, que gobierna el Estado turco desde hace más de una década, saque provecho político y busque reforzar sus posiciones cada vez más desgastadas. El atentado del 5 de Junio ocurrió en medio de una manifestación a favor del HDP apenas a unas semanas de las elecciones generales. El atentado del 20 de Julio ocurrió en medio de una manifestación a favor del proceso libertario que se desarrolla en la región de Rojava (el Kurdistán en Siria). Ambos atentados llevan la marca del “Estado Profundo”, (Derin Devlet), esos tentáculos del poder que estructuran el aparato institucional del Estado turco debajo de su fachada democrática. Ese “Estado Profundo”, ingeniado con el sello de la Operación Gladio de la OTAN, ha alimentado desde los ‘60 a pandillas fascistas como Bozkurtlar (Lobos Grises) para contrarrestar a la izquierda revolucionaria turca; ha formado a grupos islamistas fundamentalistas como el movimiento Hizbullah (no confundir con el movimiento del mismo nombre en el Líbano), para ser usados como fuerza paramilitar contra la guerrilla kurda del PKK en los ‘80 y ‘90; y ahora, ha comenzado a utilizar al Estado Islámico en Siria como barrera de contención en contra del movimiento de liberación kurdo a ambos lados de la frontera turca-siria. Numerosa evidencia del movimiento kurdo demuestra la complicidad abierta de las fuerzas represivas del Estado turco con estas fuerzas obscuras.

El atentado del sábado en Ankara lleva el sello de todos estos atentados, así como del “Estado Profundo”. Este atentado, ocurre en medio de una ofensiva contrainsurgente que no se había visto en años, a la vez que ocurre a unas semanas de las nuevas elecciones generales del 1º de Noviembre, convocadas ante la incapacidad del AKP de formar un gobierno, luego de su desgaste electoral en las elecciones pasadas. En ellas, el partido pro-kurdo de izquierda HDP, mediante ciertas alianzas con sectores de la izquierda turca, lograron un 13% de la votación, arrebatando la mayoría absoluta de la que el AKP gozaba hasta ese momento. Estas elecciones ocurren en un contexto de desgaste generalizado del régimen, en medio de un despertar del movimiento popular turco tras décadas de reflujo y de intensificación y cualificación de la lucha por la liberación kurda. Nuevamente, el movimiento popular turco y kurdo, entran a una espiral ascendente. Es esta dinámica la cual el bloque en el poder busca aplastar mediante la utilización del terror, mediante los ataques desde las sombras, mediante la calumnia y la propaganda negra. Estos atentados demuestran que, bajo el discurso neoliberal religioso del AKP, lo mismo que bajo las dictaduras militares y bajo el dominio de la facción secular-militarista del bloque dominante turco en décadas pasadas (representadas por el partido CHP), el Estado Profundo goza de buena salud. También demuestran que el bloque dominante, pese a sus contradicciones internas, recurrirán a él para oponerse a cualquier avance del movimiento popular en cualquier escenario. Esto es particularmente cierto cuando se trata del movimiento pro-kurdo, pues perciben la importancia que tiene un avance de este sector en desmantelar el Estado autoritario, unitario y centralista impuesto por Mustafa Kemal sobre las cenizas del Califato Turco-Otomano en la década del ’20, que tantos beneficios ha dado a esos sectores dominantes.

El victimario en víctima, la víctima en victimario (Déjà vu 1984)

En una estrategia propia del famoso libro de Orwell “1984”, el victimario se escuda a sí mismo en el lenguaje de las víctimas. Lo mismo tras los atentados de Amed (Diyarbakır) y Pirsûs (Suruç), ahora el Estado se presenta a sí mismo como víctima: “Esto es un ataque en contra de toda la nación, de todos los turcos”, vocifera el primer ministro Ahmet Davutoğlu. No: las víctimas de todos estos atentados han sido personas que ondeaban banderas por la liberación del Kurdistán, que murieron con las banderas del HDP y de sindicatos y organizaciones de la izquierda turca y kurda, así como de los movimientos guerrilleros PKK e YPG. Es extraordinariamente claro cuál es el sector de la población a la que se dirigen estos atentados, a quiénes se pretende amedrentar y silenciar mediante ese terror que nadie sabe de dónde viene, cuando en realidad todos los saben. “Esto es un ataque de los que quieren destruir la paz, la unidad y la democracia”, vocifera el presidente Recep Tayyip Erdoğan, mientras él mismo atenta contra la paz, la unidad y la democracia con sus operativos militares, con su obsesión por aferrarse al poder a sangre y fuego, por su política represiva, por obstinarse en contra de una solución política a la cuestión kurda que el PKK le viene ofreciendo hace casi dos décadas. Con meridiana claridad, el dirigente del HDP Selahattin Demirtaş expresó que “este no es un atentado en contra del Estado o de la unidad nacional, sino un atentado perpetrado por el Estado en contra del pueblo”. Pero Merkel, Obama y Putin llamaron a Erdoğan… ¡para darle las condolencias! Como si la muerte de kurdos y revolucionarios turcos le doliera en lo más mínimo. Mientras tanto, la policía apalea y echa gases lacrimógenos a quienes tratan de poner flores rojas en el lugar del crimen.

En medio de este travestismo político, Davutoğlu recurre a la práctica de amalgamar a diferentes actores y confundir a la opinión pública para obtener luz verde para reprimir indiscriminadamente a quienes consideran elementos molestos. Davutoğlu culpa del atentado a dos fuerzas antagónicas, como son el Estado Islámico y/o los rebeldes kurdos. Esto lo hace para reforzar su política guerrerista, amparándola en las premisas de la mal llamada “Guerra contra el Terrorismo” y justificar una reacción agresiva en contra de los kurdos, quienes son víctimas de este atentado, pero que buscan mediante la propaganda oficial presentar como victimarios. Otro ministro, Veysel Eroğlu, señaló a los organizadores de la manifestación por la paz como provocadores y terroristas que buscan disturbar la “armonía social” –o sea, que hasta merecido lo tenían. Erdoğan en un exabrupto compara este cobarde atentado en contra de civiles desarmados en una manifestación por la paz, a los ataques de la insurgencia kurda en contra de fuerzas militares, armadas hasta los dientes, mientras conducen operaciones contra-insurgentes. Todo esto busca generar una predisposición para nuevas acciones en contra de la insurgencia kurda, de la misma manera que George W. Bush utilizó los atentados del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York como una excusa para invadir Irak y tumbar a Saddam Hussein.

Mientras el victimario se hace la víctima (maña practicada por los Estados autoritarios y terroristas, desde Turquía a Colombia), mientras confunde y enmaraña las cosas para que las víctimas aparezcan como los victimarios, aprovecha para afilar sus machetes a la sombra de la pila de cadáveres dejada por este atentado terrorista. El atentado de Pirsûs (Suruç) se utilizó por parte del Estado turco como excusa para bombardear extensivamente posiciones del PKK en Başûr (nombre del Kurdistan del norte de Irak), con el beneplácito de la OTAN, argumentando, falsamente, que era un operativo también dirigido en contra del Estado Islámico, al cual ellos mismos habían tolerado, apoyado y armado. Dentro de esta estrategia contrainsurgente, se llevaron a cabo atroces operativos en contra de comunidades kurdas en el Estado turco, dejando cientos de muertos civiles en agresiones a Silvan, Gimgim (Varto), Silopiya (Silopi) entre muchas otras - una treintena de civiles fueron asesinados en Septiembre solamente en Cizîr (Cizre). Ahora también, los llamados a la unidad, a la determinación, a responder enérgicamente, presagian una nueva ofensiva militar en contra del movimiento kurdo y una brutal represión en contra de los enemigos del partido gobernante y del Estado autoritario que capitanea. Pese a que el PKK decretó un cese al fuego unilateral como gesto para no obstruir las elecciones, la misma noche del Sábado el Estado turco, con la misma prepotencia del Estado colombiano, respondió con bombardeos a campamentos del PKK y con redadas en la provincia de Amed (Diyarbakır), que según la propaganda oficial, se cobraron la vida de medio centenar de guerrilleros. El Estado ya ha impuesto una férrea censura a los medios y a las redes sociales, el periodista Bülent Keneş ya había sido arrestado el día viernes por “insultar al presidente”, y decenas de protestas espontáneas fueron ahogadas con garrote y gases en todo el país.

El tiro por la culata: la indignación se convierte en lucha por la liberación

Nuestra solidaridad debe expresarse hoy en un rechazo categórico en contra de toda aventura militar del Estado turco, en contra de toda forma de represión en contra del pueblo y a favor de la demanda más revolucionaria de todas: la verdad. Erdoğan tiene sus manos manchadas de sangre y cientos de miles de manifestantes en todo el Estado turco lo han condenado con enérgicas protestas en que lo llaman a renunciar. La historia no tardará en condenar a los responsables de esta carnicería, que no son otros que los que quieren reforzar el Estado autoritario y que, con ese fin, no dudan en recurrir a los tentáculos del terror puestos a su disposición por el Estado profundo. No son otros que los nostálgicos del Califato, que buscan ganar, al alero de la OTAN, una posición hegemónica en la región haciendo ganancia de pescadores a río revuelto –en un río que están revolviendo ellos mismos. No son otros que los que, después de salir de sus bastiones entre los empresarios emergentes de Anatolia criticando durante años al autoritarismo secular kemalista y sus gobiernos militares o paramilitares, hoy agitan esas mismas banderas al grito de una nación, una lengua, una bandera. No son otros que los que acarician la guerra por mero instinto de supervivencia política. Son fieras heridas y como tales, amenazan con morder todo lo que tengan alrededor.

La ola de indignación que recorre al Estado turco es heredera de las luchas iniciadas por la juventud turca indignada en el Parque Gezi a finales de Mayo del 2013, así como del Serhildan (lucha popular callejera) liderada en los territorios kurdos en Octubre del 2014 en contra de las políticas turcas que boicoteaban abiertamente la lucha del pueblo de Rojava contra el Estado Islámico. Erdoğan ha ido demasiado lejos y jugando con candela puede salir muy quemado. La lucha por la liberación kurda es hoy, más que nunca, una lucha por la liberación de todos los pueblos en el Medio Oriente y en el Estado turco. La alternativa ofrecida hoy por los partidarios del régimen de Ankara, no es otra cosa que una distopía orwelliana fundada en el terror, que significa, hacia el exterior, la guerra abierta y hacia el interior, una dictadura velada por formalismos democráticos vaciados de contenido.

José Antonio Gutiérrez D.
12 de Octubre, 2015

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author by Emre Öngünpublication date Tue Oct 13, 2015 14:44author address author phone Report this post to the editors

Las informaciones se acumulan, se entrecruzan. En primer lugar afluyen las imágenes: la explosión, la policía cargando contra los manifestantes supervivientes, las ambulancias bloqueadas por cordones policiales... Luego viene el turno de los testimonios que cuentan cómo la policía ha repelido a quienes huían del lugar de la explosión, cómo desde sus autobuses las fuerzas antidisturbios insultan a los manifestantes que intentan organizar la circulación para que las ambulancias puedan pasar, cómo mueren algunos heridos por falta de atención a tiempo. Luego, la ola de informaciones se ralentiza, la causa es muy sencilla: el gobierno ha bloqueado el acceso a las redes sociales, Internet ha sido ralentizado. En definitiva, represión y censura como únicas respuestas de Erdogan.

Cada hora que pasa el balance se hace más duro. En el momento de escribir estas líneas se trata de cerca de 100 muertos y de unos 300 heridos. En cualquier caso, el atentado de Ankara es una carnicería espantosa que ha tenido por objetivo a militantes de izquierdas y/o kurdos, sindicalistas, defensores de derechos humanos reunidos para celebrar un mitin por el Trabajo, la Democracia y la Paz.

Este mitin iba a ser un inmenso éxito, los organizadores estaban seguros de su carácter extremadamente masivo. Venían manifestantes de toda Turquía convocados por organizaciones políticas, sindicales, asociativas, cámaras profesionales... para decir no a la política de guerra y represiva de Erdogan. Evidentemente, el principal actor político de este mitin debía ser el HDP (Partido Democrático de los Pueblos, que reúne al movimiento de liberación kurdo, a corrientes marxistas y a demócratas) reagrupando a su alrededor a toda la oposición consecuente y realmente existente en Turquía. Algunos días antes, el PKK había anunciado una tregua durante las elecciones previstas para el 1 de noviembre.

Pero el poder no quería que se produjera ese paisaje, una marea humana venida de los cuatro puntos del país que denunciaba los municipios kurdos en Estado de sitio y los asesinatos del Estado perpetrados en ellos, los pogromos organizados en las ciudades por los fascistas, la represión permanente. El poder ha actuado como sabe hacerlo, como lo hizo ya en Suruç donde fueron asesinados 33 revolucionarios: con una bomba. Este atentado no será reivindicado pero como está escrito en la pancarta de cabeza que ha reagrupado a decenas de miles de personas este anochecer en Estambul, "Conocemos a los culpables". Es decir, una dirección del Estado de carácter mafioso, de matones a sueldo, dispuesta a todo para mantener su posición.

El atentado de Ankara está en línea con el terror de Estado de estas últimas semanas... justo cuando se perfilan las elecciones del 1 de noviembre en las que parece que el HDP va a mantenerse a pesar de la represión feroz del Estado y del cierre de medios de comunicación de la oposición.

En efecto, apenas hay dudas sobre la mano que está detrás de este drama. El hecho de que medios franceses puedan evocar, incluso como hipótesis improbable, que esto pueda ser cosa del PKK es un enorme absurdo y dice mucho sobre su incompetencia. Esto no se corresponde ni con sus objetivos, ni con su orientación, ni con sus métodos. En cuanto a la hipótesis de que miembros de Daesh o de los "servicios secretos" hubieran podido intentar "desestabilizar", es otra hipótesis que no tiene sentido: como si el régimen turco fuera actualmente "estable", como si Erdogan no hubiera emprendido una guerra civil, como si decenas de alcaldes, responsables o militantes del HDP no estuvieran detenidos, como si agentes de Daesh y los matones a sueldo no estuvieran integrados en el aparato del Estado como en las horas más sombrías de Gladio.... Como si, la víspera, en un mitin oficial de apoyo a Erdogan y al AKP, un notorio jefe mafioso no hubiera declarado que "habría regueros de sangre"

Sin embargo, se trata de un atentado en el corazón de la capital de un país cuyos servicios secretos (los MIT) se presentan como muy eficaces, contra un mitin al que, por supuesto, la policía no había garantizado ni la menor protección y sobre el que la información es censurada por el gobierno.

La mano del "Estado profundo" (dicho de otra forma, matones a sueldo) ha podido tomar formas directas o indirectas. La forma del atentado no es indiferente desde este punto de vista. Si se trata de un atentado suicida (como en Suruç), esto indicaría más bien una "pakistanización" de Turquía con servicios secretos que cohabitan con grupos reaccionarios ultrarradicales y violentos dirigidos contra los kurdos (principal oposición a Daesh en Siria) y sus aliados en Turquía. Un atentado suicida significaría que el poder utiliza este tipo de grupos para reprimir a la oposición social cuando el ejército y la policía no bastan.

La misma tarde del atentado, este tuco una respuesta notable en Estambul donde decenas de miles de personas se han manifestado para responder al atentado de Ankara gritando "Estado asesino" y mostrando que, a pesar de todo, no tenían miedo.

En el mitin improvisado en la Plaza de la República, en París, este 10 de octubre de 2015, Osman Baydemir, antiguo alcalde de Diyarbakir/Amed, actualmente diputado e importante figura del HDP ha dicho que si las masacres precedentes hubieran sido esclarecidas, la de hoy habría sido evitada. Esto es justo y podemos añadir: si la reacción internacional tras las precedentes masacres hubiera estado a la altura, el atentado de Ankara habría podido ser evitado.

Recordemos que el pasado 27 de julio, tras el atentado de Suruç, en el que habían sido asesinados 33 militantes de izquierdas, la página web del Eliseo daba cuenta de una discusión telefónica entre Hollande y Erdogan en estos términos:

"El Presidente de la República ha dado las gracias a su homólogo por la acción vigorosa realizada contra Daesh y por el refuerzo del compromiso de Turquía al lado de la Coalición"...

Hoy está claro que el régimen de Erdogan es uno de los principales obstáculos para la paz en Próximo Oriente, que prosigue la tradición estatal de opresión de los kurdos y que, para ello, ha abierto sus brazos a Daesh, que reprime toda movilización social y democrática.

Sin embargo, a pesar de estos hechos innegables, los sucesivos gobiernos franceses se comportan con una criminal cobardía. Y en este tema, como en muchos otros, François Hollande no se distingue de Nicolas Sarkozy. Este gobierno está a favor del mantenimiento del PKK en la lista de las organizaciones terroristas de la Unión Europea. En un correo al Colectivo Solidaridad Kurdistan este 15 de septiembre, el gabinete de François Hollande lo ha repetido. En ese mismo correo, no hay ni una frase, ni una palabra, sobre el terror del Estado turco, sobre los ataques a las libertades fundamentales, ni siquiera una sospecha de compasión por las víctimas.

La semana pasada, Recep Erdogan fue recibido con los brazos abiertos en Bruselas por los dirigentes europeos cuando la sangrienta represión en Turquía estaba en marcha, algunos días después de que el cuerpo del joven Haci Lokman birlik, acribillado a balazos, fuera arrastrado por las calles de Sirnak por un vehículo de la policía...

Una hipótesis creíble (formulada en particular por Guillaume Perrier, ex corresponsal del diario Le Monde en Turquía) es que el silencio culpable de los gobiernos europeos está motivado por la búsqueda de un acuerdo con Erdogan para que éste tome "a su cargo" a los emigrantes que quieren venir a Europa. Esta hipótesis, que hay que tomar en serio, significaría que se cierra el bucle: a fin de poner en marcha una política migratoria criminal de Europa fortaleza, externalizándola, los dirigentes europeos estarían por dejar las manos libres a un dirigente con las manos manchadas de sangre.

Entonces, nuestro planteamiento internacionalista debe avanzar sobre las dos piernas: 1) la expresión de la solidaridad a fin de mostrar que el HDP y las fuerzas democráticas en Turquía no están solas y 2) desvelar la cobardía cómplice del gobierno francés.

author by Emrah Yildizpublication date Mon Oct 19, 2015 20:30author address author phone Report this post to the editors

Poco después de que las noticias sobre la masacre de Ankara empezaran a circular en las redes sociales, apareció un video que mostraba el momento mismo de la primera explosión con un primer plano de un grupo de jóvenes participantes en la manifestación por la paz en alineación halay. Los manifestantes estaban cantando y bailando el famoso ozan [bardo] “Ellerinde Pankartlar” de Ruhi Su, compuesto para conmemorar la sangrienta fecha del 1 de Mayo en 1977, cuando en la Plaza Taksim se celebraba la Fiesta del Trabajo y al menos 42 personas fueron asesinadas y más de 120 resultaron heridas. Cuando en el video se ve que estalla la primera bomba, el grupo en halay está a punto de pronunciar aquellas famosas líneas “esta Meydan [plaza] es una meydan sangrienta”. Las bombas no permiten que la elegía continúe. La policía que llega después no permite que la elegía continúe. Los comunicados de prensa posteriores no permiten que la elegía continúe. Como Selahattin Demirtas, el copresidente del Partido Democrático Popular sostiene, los perpetradores de la masacre de Ankara, por comisión y omisión, serán llevados ante la justicia y el Estado de Erdogan será declarado asesino en serie, porque así es como se comporta tanto a nivel interno como regional. Y la elegía de Ruhi Su se cantará hasta completarse desde el principio:

Ellenrinde Pakartlar Pancartas en sus manos

Gidiyor Bu Çocuklar Aquellos jóvenes desaparecieron

Kalkin Ayaga, Kalkin Poneos en pie, alzaos

Gidiyor Bu Çocuklar Aquellos jóvenes desaparecieron

Bu Pazar, Kanli Pazar Este domingo, domingo sangriento

Dert Yazar, Derman Yazar Crea aflicción, proporciona remedio

Kalkin Ayaga, Kalkin Poneos en pie, alzaos

Gidiyor Bu Çocuklar Aquellos jóvenes desaparecieron

Bu Meydan Kanli Meydan Esta plaza, plaza sangrienta

Ok Firladi Çikti Yaydan La flecha ha saltado del arco

Kalkin Ayaga, Kalkin Poneos en pie, alzaos

Biz Sehirden, Siz Köyden Nosotros desde las ciudades, vosotros desde los pueblos

Con la imposición de un apagón informativo en todo lo referente a la masacre de Ankara, Erdogan y el gobierno títere de Davutoglu podrían estar planeando otro plan astuto para manejar esta atrocidad. Me uno sencillamente a las decenas de miles de personas que en las calles de Turquía exigen que Erdogan y su entorno rindan cuentas por la mayor masacre perpetrada contra un grupo de manifestantes pacíficos en la moderna historia de Turquía.

Es precisamente a la gente común de Turquía a la que están hiriendo y son ellos los que exigen justicia frente a las ejecuciones mafiosas sin ley de kurdos, alevíes, izquierdistas y cualquier otra facción disidente que se identifique y se una en oposición frente a un régimen autoritario cada vez más inhumano y criminal. Y, contra viento y marea, quieren la paz. Si estas personas piden la paz a pesar de todo lo que ha ocurrido, este llamamiento se merece una respuesta de solidaridad y cobertura crítica, especialmente en los medios de lengua inglesa. Y hay que denunciar al Estado turco, a la luz de las seis masacres de proporciones masivas en el curso de su “gobierno”, por lo que es: un asesino criminal en serie. Desde las elecciones del 7 de junio, la cifra total de víctimas en Turquía es de 694 personas.

Antes que nada, con este artículo quiero informar sobre la masacre de Ankara en Turquía tan de inmediato como sea posible. Mi segundo objetivo es analítico, tomando muy en serio la acertada descripción de Selahattin Demirtas, considero que el Estado en la Turquía de Erdogan es un asesino en serie, la expresión que mejor capta otra parte subcontratada del Estado turco. He explorado anteriormente el Estado-corporativo y su externalización y subcontratación del capitalismo en Turquía en el contexto de la masacre de Soma. Ante la masacre de Suruç y ahora de Ankara, quiero aquí insistir en que el Estado corporativo bajo Erdogan no sólo depende de un capitalismo subcontratado, sino también de una gobernabilidad y soberanía subcontratada, al igual que subcontrata la práctica misma de la violencia a grupos de terceros en su propio territorio y les apoya logísticamente fuera de él, ya sea fascistas-nacionalistas o fascistas islamistas. Perpetrar esas masacres a una escala tan masiva y crear las condiciones para que se pueda atacar directamente a sus ciudadanos de a pie, aunque utilizando sus derechos básicos de reunión para pedir la paz (!), no puede ser ya un método de gobierno en la Turquía de Erdogan. Este Estado subcontratado debe cesar en sus prácticas sin escrúpulos y en la desregulación no sólo de la seguridad laboral en la economía, sino también de la seguridad pública de toda su ciudadanía. Se trata de la doble fabricación e implantación violentas de la precariedad en el ámbito de la economía y de la marginalidad dentro de la política que alimenta el Estado de atrocidades de Erdogan. Por ello, la utilización de término “fascista” como calificativo de este Estado en su coyuntura actual no es ninguna exageración.

Cuando escribí este artículo inmediatamente después de la masacre de Ankara, había más de 500 civiles heridos, algunos en situación grave. La cifra de muertos ha aumentado desde los 86 de las primeras noticias del sábado a los 128 del domingo durante la redacción de este escrito. Se habían reunido por iniciativa de un grupo de sindicatos de trabajadores (KESK y DISK) y organizaciones laborales, para pedir la inmediata reanudación de las conversaciones de paz entre el ala armada del Movimiento de Liberación Kurdo y el Estado kurdo. Se habían reunido en aras del “Trabajo, Paz y Democracia”, lema decidido para el encuentro. Pedían el fin inmediato de la sistemática violencia de Estado que puso pueblos y ciudades enteros bajo toque de queda militar en el Kurdistán turco durante los últimos dos meses. Las explosiones se produjeron sólo horas antes de que se propagara la noticia de que el PKK-KCK estaba acabando de preparar un plan de inacción (“eylemsizlik”, en turco), que llevó eficazmente a un alto el fuego.

Sin embargo, otro día marcado por otra nueva masacre en Turquía: 10 de octubre de 2015. Dos bombas gemelas, sincronizadas, metidas de contrabando por dos suicidas-bomba en una manifestación por la paz, cerca de la estación central de trenes en su capital, se llevaron más de 128 vidas. Fueron las 128 vidas de las personas más valientes y generosas de entre los trabajadores, representantes sindicales y estudiantes universitarios, representantes y simpatizantes del HDP, que querían hacer un llamamiento solidario por la paz y el compromiso político frente a la retórica y el belicismo visceral que en los últimos meses se ha derramado sobre el Kurdistán turco y el resto del secuestrado país. A pesar del entorno letal de linchamiento y pogromos que se ha convertido de nuevo en la realidad diaria de los ciudadanos kurdos de Turquía, estaban allí para pedir la paz y el fin de la violencia. Por tanto, permítanme reiterar algo que se ha convertido ya en uno de los eslóganes de protesta inmediatamente después de la masacre de Ankara: “Sabemos quiénes son los asesinos. ¡Y vamos a resistir frente a los ataques y masacres fascistas!”.

Los testigos han informado de que las fuerzas policiales, ausentes en el momento de la explosión, llegaron inmediatamente después de las explosiones. Estaban allí antes de que lo hicieran las ambulancias. Sin embargo, en vez de ayudar a las víctimas, la policía decidió atacar a los que ayudaban a los heridos utilizando gases lacrimógenos y agua a presión, y negándose a crear un corredor para que los trabajadores sanitarios pudieran llegar hasta el escenario de la masacre y ayudar a quienes necesitaban atención médica, que eran la mayoría. Esa es la principal razón de que se tema que la cifra de fallecidos aumente en las próximas horas y días.

Quiero aclarar que hay una masa crítica en Turquía que hace esas mismas conexiones. La forma en que ha estado circulando el testimonio de un superviviente de la masacre, ha sido aceptado por los demás, podría ser un buen ejemplo. Ayhan Benli, el superviviente, escribió en su cuenta en las redes sociales: “Hoy hemos sobrevivido [a la masacre] a sólo diez metros de la explosión. No sé si dar gracias por haberme salvado o llorar a los que han muerto. Pero sí tengo algo muy claro. La forma en que la policía disparó los botes de gases lacrimógenos contra nosotros mientras me encontraba presionando una herida para parar la hemorragia de una persona herida que yacía junto a mí, y la forma en la que la policía golpeó a la camarada que estaba a mi lado con su porra… Eso sé que no voy a olvidarlo. Vosotros tampoco lo olvidéis”. Al igual que el eslogan aparecido inmediatamente después de la masacre de Roboski, las personas que se sintieron enfurecidas por la masacre de Ankara pidieron que se llevara ante la justicia a los responsables de la misma proclamando: “Si olvidamos, nuestros corazones se secarán”.

Echando un poco más de sal en la herida, el gobierno de Davutoglu hizo unas declaraciones de prensa de treinta minutos de duración después de los ataques dedicadas a amenazar a los dirigentes del HDP y sus bases. No hubo en esas declaraciones condena alguna de las células afiliadas al ISIS. Al contrario, el primer ministro Davutoglu hizo público que el gobierno había emitido una orden judicial prohibiendo la producción, propagación y circulación de cualquier noticia, informe o análisis sobre la masacre de Ankara en los medios visuales, impresos y redes sociales turcos mientras se llevaba a cabo la investigación criminal. Es en el contexto de ese bloqueo informativo sancionado por el Estado, y agresivamente impuesto, sobre la masacre de Ankara por lo que escribo este artículo. Es simplemente un artículo ifsha [de denuncia] para desafiar a los verdaderos criminales: el gobierno profundamente incompetente de Davutoglu bajo control sultánico del presidente Erdogan. Hay que llevar de inmediato ante la justicia al Estado turco con sus actos criminales. Y los responsables deberán rendir cuentas.

Durante su visita a la sede del KESK para ofrecer sus condolencias a quienes han perdido a sus seres queridos, camaradas, amigos y familiares, el copresidente del HDP Selahattin Demirtas declaró que se llevará a cabo un esfuerzo concertado para organizar un funeral y enterramiento colectivo de todos los masacrados en Ankara tan pronto como sea posible. Esta declaración se produjo después de su descripción de la masacre en el diario turco Cumhuriyet. Si uno de los elementos constitutivos del Estado de Erdogan es la modalidad especulativa, subcontratada y desregulada de administrar la “economía”, la otra es la intensificación de la violencia dirigida contra los kurdos y cualquier otra fuerza de la oposición dentro y fuera de sus fronteras, mientras que a nivel nacional la misma seguridad política está desregulada, haciendo que algunas reuniones políticas se conviertan en claros objetivos de ataques fascistas como el de Ankara. El histórico discurso de Demirtas, al que se puede acceder aquí a su versión en inglés, atestigua el hecho de que Erdogan no está muy lejos de Asad al permitir que los extremistas maten a los participantes en las manifestaciones por la paz en su propia ciudad frente a la estación central de trenes:

“No vamos a permitir que una y otra vez os convirtáis en los asesinos de nuestro pueblo. Morimos cada día. Estamos muriendo: somos los soldados. Somos la policía. Ambos, kurdos y turcos somos nosotros. Son los hijos e hijas de la gente pobre los que están muriendo. Vosotros y los vuestros no estáis muriendo. Por eso sois vosotros y no nosotros los que tenéis que rendir cuentas. El Estado está bajo vuestro control, y vosotros gobernáis este país. Sois responsables de cada muerte. Y responderéis de ello. Nuestra lucha no cesará hasta que os llevemos ante la justicia, ante un poder judicial independiente. No vamos a permitir que sigáis perpetrando masacres en este país con tanta libertad.”

A pesar de las conexiones históricas con trayectorias más largas de violencia estatal dirigidas contra los otros en el Estado turco, las errores “operativos” de Erdogan en Roboski, los “accidentes de trabajo” en Soma, son ahora más vergonzosamente irredentos y desafiantemente deshumanizados. Y el Estado bajo su dominio no sólo alquila minas en Soma, también las fronteras con Siria e Iraq, como en Reyhanli y Roboski, y las plazas de ciudades como Suruç y Ankara, para actos de violencia así como para la acumulación capitalista. Son la seguridad pública y laboral las que están insuficientemente reguladas. Esas desregulaciones políticas de la seguridad y la protección son la razón de la muerte de nuestros 128 camaradas en Ankara, que se añaden a la cifra ya horrenda de muertos que Turquía ha tenido que soportar bajo el gobierno de Erdogan. De Roboski a Soma, de Gezi a Reyhanli, y ahora de Suruç a Ankara. La lista de atrocidades del gobierno Erdogan, que ellos describen como calamidades pasivas que le sobrevienen a la nación, sigue creciendo y no parece ir a detenerse definitivamente en Ankara. Como Demirtas mantuvo, no vamos a permitir que prosiga ninguna de las prácticas del Estado subcontratado. El Estado no puede seguir eludiendo su responsabilidad por la comisión y omisión corporativa y criminal. El asesino en serie no puede matar con tanta facilidad porque, una vez más, somos sólo nosotros los que estamos muriendo…

 
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