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[Colombia] ¡En la construcción de paz, solo la lucha decide!

category venezuela / colombia | miscellaneous | opinión / análisis author Wednesday June 29, 2016 02:46author by Acción Libertaria Estudiantil (ALE) - Acción Libertaria Estudiantil (ALE)author email accionlibertariaestudiantil at gmail dot com Segnalare questo messaggio alla redazione

Pronunciamiento de Acción Libertaria Estudiantil (ALE)

A casi 4 años de conversaciones entre las FARC-EP y el gobierno nacional en busca de una salida negociada al conflicto interno armado, parece haberse llegado a un punto de inflexión que prevé la pronto finalización de la negociación y el inicio de un largo proceso para materializar lo pactado.

El anuncio público del 23 de Junio que expone sumariamente los acuerdos logrados en puntos tan polémicos como el cese al fuego y las hostilidades, dejación de armas, garantías de seguridad para la guerrilla y los movimientos sociales y políticos, acciones contra los grupos “sucesores del paramilitarismo” y la refrendación de lo pactado[1], los cuales corresponden a casi la totalidad del punto 3 (Fin del conflicto) y una pequeña parte del aún pendiente punto 5 (implementación, verificación y refrendación) del acuerdo general construido por las partes[2], nos plantea un escenario de no retorno que pese a las discusiones aún irresueltas han permitido sustituir la mentada premisa de “nada está acordado hasta que todo este acordado” por la emotiva y repetitiva expresión: “que este sea el último día de la guerra”
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A casi 4 años de conversaciones entre las FARC-EP y el gobierno nacional en busca de una salida negociada al conflicto interno armado, parece haberse llegado a un punto de inflexión que prevé la pronto finalización de la negociación y el inicio de un largo proceso para materializar lo pactado.

El anuncio público del 23 de Junio que expone sumariamente los acuerdos logrados en puntos tan polémicos como el cese al fuego y las hostilidades, dejación de armas, garantías de seguridad para la guerrilla y los movimientos sociales y políticos, acciones contra los grupos “sucesores del paramilitarismo” y la refrendación de lo pactado[1], los cuales corresponden a casi la totalidad del punto 3 (Fin del conflicto) y una pequeña parte del aún pendiente punto 5 (implementación, verificación y refrendación) del acuerdo general construido por las partes[2], nos plantea un escenario de no retorno que pese a las discusiones aún irresueltas han permitido sustituir la mentada premisa de “nada está acordado hasta que todo este acordado” por la emotiva y repetitiva expresión: “que este sea el último día de la guerra”

¿El último día de la guerra?

Sugerir que en Colombia se ha llegado al “último día de la guerra” implica suponer que en el país atendemos una única violencia, esa precedida por las armas y protagonizada por las insurgencias, inclusive por una muy particular: las FARC-EP, desconociendo que en el país presenciamos una compleja variedad de actores y situaciones que han configurado la guerra interna y trazan una imposibilidad de encarnarla en dos partes.

Nos referimos a esa guerra silenciosa sobre la que se ha levantado la guerra de las armas y que opera en las condiciones de vida de la gente: El hambre, la pobreza ,la desigualdad social y el despojo violento de los bienes comunes, todas amparadas y legalizadas por la estructura criminal del Estado que hoy, a través la re-estructuración legal, ha querido blindar los beneficios creados por la guerra: Ejemplos de ello es el proyecto de ley ZIDRES y el respaldo a los procesos históricos de despojo que han hecho figuras tan visibles como Alejandro Ordoñez y el ex presidente de Fedegan José Félix Lafaurie que han llegado, incluso, a justificar la labor criminal de los ejércitos anti-restitución, la persecución y criminalización de la lucha social, que hoy se legalizan con la aprobación de un nuevo código de policía, el avance de la avalancha privatizadora que le ha costado el empleo y las posibilidades de estabilidad laboral a millones de colombianas, y un sinfín de situaciones que por lo cotidianas, parecen no merecer un lugar a la hora del hablar de paz.

En este punto habrá que constatar además el hecho que la guerra ha degenerado en ordenes que se han asentado en los territorios y que hace tiempo dejaron de vincular exclusivamente al gobierno o a la insurgencia. Ordenes que estructuran figuras de poder militar, gamonal o paramilitar, ordenes que han viabilizado los procesos de acumulación capitalista a través del silenciamiento del sindicalismo y las comunidades organizadas, ordenes que han naturalizado la muerte y construido un imaginario de amigos y enemigos que deben exterminarse sin juicios: así se aplauden las masacres contra campesinos y guerrilleros y se lloran las vidas, igual de valiosas, de los soldados víctimas de la conflagración.

Frente a esto, suponer que el fin de la confrontación bélica entre las FARC-EP y el gobierno nacional resuelven el problema de la guerra en el país, es caer en la misma trampa de los promotores de la guerra: esa que dice que sólo se mata con balas y que la tragedia nacional se resolverá con el desmonte de las insurgencias.

La oportunidad histórica de la paz

Habiendo expuesto lo anterior no deja de ser menos cierto que lo acontecido se presenta como una oportunidad histórica para avanzar favorablemente en las demandas sociales. Esto porque los 52 años de lucha armada han degenerado en una situación de inercia en que el “medio de la guerra” se impone como la regla de la acción política. Así los crímenes de Estado han encontrado un asidero en la existencia de las guerrillas, y las posibilidades reales de participación y acción política aparecen intervenidas por la militarización y la violencia.

La oportunidad además tiene que ver con la posibilidad de proscribir la tragedia que anida en el sentido común de la gente, la cual la ha llevado a celebrar la muerte de guerrilleros y temer a cualquier discurso de cambio social al vincularse directamente con la guerra. Desenmascarar la inconsistencia de dicha tragedia y superar el estigma que cargan los proyectos de transformación social, pero además denunciar al Estado y su papel como activo promotor de la guerra, son posibilidades que este nuevo momento abren a la lucha social.

Aun así estas posibilidades no dejan de ser lo que son, oportunidades abiertas y no realidades efectivas. Este salto dependerá ya no de la nueva estructura institucional o del respaldo legal que generen los acuerdos. Dependerán exclusivamente de la capacidad de los movimientos sociales para develar las contradicciones del Estado y la clase política, a la vez que se construyen alternativas que vinculando a la mayor parte de la población logren darle vitalidad a los proyectos de transformación social tan necesarios en este país envuelto en virulentas guerras ruidosas y silenciosas.

La pelea por el sentido de la paz

El comunicado conjunto leído por el garante de paz Rodolfo Benítez señala un elemento central de la discusión: “El Gobierno Nacional y las FARC-EP expresan su compromiso de contribuir al surgimiento de una nueva cultura que proscriba la utilización de las armas en el ejercicio de la política y de trabajar conjuntamente por lograr un consenso nacional en el que todos los sectores políticos, económicos y sociales, nos comprometamos con un ejercicio de la política en el que primen los valores de la democracia(…)” [3]

Más allá de las intenciones, más que obvias, de proscribir la violencia armada, aparecen dudas sobre lo que implica o lo que traduce construir una “nueva cultura” y un gran “consenso nacional”. En otras palabras se trata de descubrir lo que significa, o significaría, para las mayorías la firma del acuerdo.

Una posible respuesta sería: Ese gran consenso social traduce la realización de un acuerdo en torno a la legitimidad de las instituciones colombianas que lograron, después de medio siglo, absorber pacíficamente el último escollo de radicalismo político del país. En otras palabras se trata de la extensión de un consenso social en torno a los valores políticos de la institucionalidad colombiana, la misma que es responsable del conflicto armado pero que hoy logra generar pequeñas modificaciones que lo hacen funcional.

Este escenario, de plena confianza en la institucionalidad colombiana, nos devuelve al problema de caracterización de la guerra y de sus promotores, y plantea la urgente necesidad de develar la complejidad del conflicto y superar la trampa del fin de la guerra. Solo así será posible disputar el sentido de la paz a los de arriba y construir un consenso ya no alrededor de la legitimidad de las instituciones, sino por el contrario alrededor de sus límites reales y la urgente necesidad de trasformación que se deben operar en los territorios. La disputa por el sentido de la paz debe hacer de esta un proyecto colectivo posibilitado por la organización y la lucha de todos los sectores sociales, desbordando las vetustas estructuras políticas de la guerra, que anidan en el mismo Estado, a la vez que se propone alternativas de autogobierno y poder popular, garantías únicas de construir condiciones de vida digna para el pueblo colombiano.

El reto de construir la paz


Como bien lo han expuesto las partes desde los inicios de la negociación, existe una distancia real entre la firma del acuerdo y la construcción de la paz, lo que en otros términos sugiere que la primera aunque funcione como condición para la segunda no puede confundirse con la construcción de paz: situación más compleja que pasa por desmontar los órdenes de la violencia que incluyen la guerra silenciosa que no puede ser personificada en algún lado de la confrontación.

Lo cierto es que la construcción de paz puede viabilizarse a partir del respaldo legal que los acuerdos den, pero la única garantía de que se haga realidad este proyecto será la movilización, organización y lucha de todos los sectores sociales. La paz no vendrá de arriba, sea del Estado o de un acuerdo especial entre las partes de un conflicto, y por el contrario la última palabra la tendrá la lucha, ya que en ultimas el proceso de construir paz es el proceso de afirmar el propio poder de la gente y las comunidades, porque la guerra siempre ha sido el mecanismo de silenciamiento de los más; así la paz deberá ser el impulso afirmador de la organización de las de abajo que avanzan en delinear rutas reales para la transformación social.

¡La Paz es vida digna para el pueblo, la paz es justicia social y territorial!
¡Sólo la lucha decide!

Acción Libertaria Estudiantil (ALE)
Proceso Nacional
Junio 2016


Nota final:

El mismo miércoles 22 de Junio en que se da el primer anuncio sobre el significativo avance de la negociación, en el departamento del Huila eran condenados a 22 años de cárcel tres jóvenes estudiantes que participaron solidariamente en las movilizaciones del paro agrario del 2013. Días antes se repartirían panfletos firmados por el “Bloque metropolitano de Bucaramanga de las Águilas Negras” en el que se amenazaba de muerte a líderes estudiantiles de la Universidad Industrial de Santander. Semanas antes, en el marco de las movilizaciones de la Minga nacional morirían en manos del Escuadrón Móvil Anti-Disturbio (ESMAD) compañeros indígenas y campesinos.

Nuestra mayor solidaridad con todos y todas las que luchan.

[1] El acuerdo general del 23 de Junio puede revisarse en: http://www.semana.com/nacion/articulo/cese-al-fuego-y-p...78986

[2] Ver Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera: https://www.mesadeconversaciones.com.co/sites/default/f...o.pdf

[3] Ver: http://www.semana.com/nacion/articulo/cese-al-fuego-y-p...78986

Link esterno: https://alestudiantil.wordpress.com/2016/06/28/en-la-construccion-de-paz-solo-la-lucha-decide/
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