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El alma esquizofrénica del proyecto europeo

category internacional | miscellaneous | opinión / análisis author Tuesday May 16, 2017 19:55author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Artículo publicado originalmente en la Revista Mala, No.20 (Enero 2016), en Santiago de Chile.
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El alma esquizofrénica del proyecto europeo

Europa se desmorona. Lleva siglos desmoronándose, salvo unos 40 años de estabilidad que nos muestran ahora como si hubiera sido la regla, cuando fue la excepción. Crece el escepticismo ante el proyecto europeo, se fortalecen los fundamentalismos, de la religión cristiana y del libre mercado, y la ultra-derecha de raigambre fascista alza su horrenda cabeza. Un atentado explosivo, unos tiroteos, muertos, y todos los aparatos de seguridad entran en alerta máxima, se restringe la libertad de prensa, la libertad de expresión, la de movimiento, todas esas mil libertades que sumadas no hacen una Libertad verdadera. El Estado sigue afinando sus aparatos represivos con la excusa del terrorismo islamista pero más bien parece que lo que busca es reprimir a todo quien se oponga al proyecto de la Europa global, fundado en el neoliberalismo a destajo y el expansionismo. Aunque los islamistas en armas y quienes buscamos una sociedad igualitaria y libertaria seamos dos pájaros diferentes, antagónicos irreconciliables, el omnipotente Estado (que busca hacerse aún más omnipotente) nos echa a todos al mismo saco. Por eso es que dicen que una gallina nunca se ríe cuando despluman al pavo.

También hay algunas resistencias, luchas y amagues de proyectos alternativos desteñidos y desaguados, con una retórica que se queda corta de las soluciones de fondo que el momento reclama. Pero el ambiente reinante es de reacción profunda. Y no es para menos. Aunque la mitología de la socialdemocracia europea nos haga creer que el “proyecto europeo” es la tierra de las mieles del Estado de bienestar, que todas sus instituciones se han construido en la base de los derechos humanos (que pisotean cada vez que se enfrentan a gente que no tiene más que su humanidad para defenderse), lo cierto es que ese proyecto europeo es bastante contradictorio. Siempre lo ha sido. Es más, la esencia misma del proyecto europeo es la contradicción. En última instancia, Europa es la cuna del capitalismo, el sistema de las contradicciones por excelencia, que produce por una parte las condiciones para un dinamismo sin precedentes en la historia de la humanidad, y por otra las bases para su misma negación. No andaba equivocado el ecuatoriano Agustín Cueva cuando decía que el desarrollo del capitalismo no es sino el desarrollo de una serie específica de contradicciones.

Europa y su historia es un campo de disputa. Europa no sólo ha parido la socialdemocracia y el liberalismo, sino también parió a Hitler, a Mussolini, a la Inquisición, a Thiers, todos cruzados en la defensa de la civilización. Y también produjo a los revolucionarios que colectivizaron la industria y la tierra en la España y en la Italia revolucionarias, a los sans-culottes que celebraron cuando a un rey se le cortó la cabeza y a la sombra de su guillotina declararon los derechos del hombre y del ciudadano (la mujer tendría que esperar un poco más). Inscribieron los derechos humanos y en fuego escribieron también el derecho a la rebelión, como el derecho madre que da sentido a todos los otros. ¿Quiénes son más europeos? Esta pregunta no tiene respuesta fácil. Es más, es una pregunta que carece de sentido. Las cosas sencillamente son lo que son, aunque a veces también son lo que podrían ser.

Así de contradictorio es el autodenominado viejo Continente. Viejo en relación a nosotros, que somos el Nuevo Mundo, los pueblos sin historia, esas tierras lejanas donde no ocurrió nada que valga la pena sino hasta que llegaron esos pro-hombres de Pizarro y Cortés a traernos la civilización y, cómo no, la lengua –claro, como antes la gente se comunicaba con señales de humo… Pero así como nos trajeron el colonialismo y el capitalismo, también nos importaron de contrabando algunas ideas útiles para ayudar a superarlo. Como una empresa farmacéutica multinacional, creó la enfermedad y el antídoto. Anarquistas es una palabra de origen griego. Como democracia. Fascismo, en cambio, viene del latín. Pero todo es de raíz clásica, viene de esa lucha por el corazón del proyecto europeo: si el proyecto hegemónico y colonialista, o si el proyecto libertario y emancipador que se ha expresado en más de una revolución.

El tiempo presente en Europa corre a favor de los amigos de la reacción. Incluso la izquierda se ha vuelto insoportablemente reaccionaria. El momento de los revolucionarios no ha llegado. Y no llegará mágicamente. Nos queda solamente nadar contra la corriente y defender cada derecho y cada una de esas libertades chiquitas edulcoradas que tanto sangre y sudor costaron, precisamente en momentos en que el público a gritos pide que rueden cabezas, que se erijan más rejas, que se construyan muros contra ese mundo amenazante que hay allí afuera. Pero acá también hay pueblo, y como todo pueblo, hay mil razones para amarlo y mil razones para odiarlo. Y son las mismas contradicciones de este sistema esquizofrénico las que se encargarán de despertar ese gigante dormido, ese Marat que los pueblos europeos llevan dentro… junto al Bismarck y a la Thatcher que también llevan dentro y que esos sí que están bien despiertos.

José Antonio Gutiérrez D.
1 de diciembre, 2015

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