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Carta desde la prisión: Kôtoku Shûsui (18 de Diciembre de 1910)

category asia oriental | historia del anarquismo | opinión / análisis author Saturday January 13, 2018 05:36author by Kôtoku Shûsui Report this post to the editors

Traducción, introducción y notas de José Antonio Gutiérrez D.

Carta escrita por el reconocido anarquista japonés Kôtoku Shûsui a sus abogados en Diciembre de 1910 mientras esperaba el juicio por traición en el que finalmente sería ahorcado junto a otros 10 anarquistas, incluida su compañera Kano Sugano. Estos anarquistas serían: Umpei Morichika (director del Heimin Shimbun), Tadao Niimura, Tokichi Miyashita, Rikisaku Hurukawa, Kenshi Okumiya, Seinosuke Ôishi, Heishiro Naruishi, Uichita Matsuo, Uichiro Miimi, y Gudo Uchiyama. Junto a ellos, a Ganketsu Akaba también se le considera un mártir de este mismo proceso, pues sin haber recibido la pena capital, murió en huelga de hambre. Para más información de este proceso se puede leer los siguientes documentos en este mismo portal: Sobre la muerte de Kôtoku Shûsui y sus 11 compañeros (1911), Guy Aldred, escritos sobre Kôtoku Shûsui y selección epistolar, y En contra del Dios-Emperador: las ejecuciones de anarquistas en el Japón (1911).
Kôtoku Shûsui y Kano Sugano
Kôtoku Shûsui y Kano Sugano


Carta desde la prisión: Kôtoku Shûsui

(18 de Diciembre de 1910)

Carta escrita por el reconocido anarquista japonés Kôtoku Shûsui a sus abogados en Diciembre de 1910 mientras esperaba el juicio por traición en el que finalmente sería ahorcado junto a otros 10 anarquistas, incluida su compañera Kano Sugano. Estos anarquistas serían: Umpei Morichika (director del Heimin Shimbun), Tadao Niimura, Tokichi Miyashita, Rikisaku Hurukawa, Kenshi Okumiya, Seinosuke Ôishi, Heishiro Naruishi, Uichita Matsuo, Uichiro Miimi, y Gudo Uchiyama. Junto a ellos, a Ganketsu Akaba también se le considera un mártir de este mismo proceso, pues sin haber recibido la pena capital, murió en huelga de hambre. Para más información de este proceso se puede leer los siguientes documentos en este mismo portal: Sobre la muerte de Kôtoku Shûsui y sus 11 compañeros (1911), Guy Aldred, escritos sobre Kôtoku Shûsui y selección epistolar, y En contra del Dios-Emperador: las ejecuciones de anarquistas en el Japón (1911).

Esta carta, si bien refleja la maduración de las ideas de Kôtoku, debe ser leída con flexibilidad y una cierta capacidad interpretativa debido a las difíciles condiciones en que Kôtoku la escribió. Por una parte, las condiciones impuestas por la vida carcelaria hacen casi imposible que el autor pueda expresar con plena libertad sus opiniones, tanto por la censura de los carceleros así como por las mismas condiciones de encierro. También el contexto social en el que el autor intenta defender las ideas por las cuales él y sus compañeros fueron encerrados y posteriormente asesinados es de profunda reacción y de histeria colectiva anti-anarquista, alimentada por toda suerte de prejuicios y supersticiones –lo cual contribuye, sin lugar a dudas a que el tono sea mesurado y no agitativo. Por otra parte, esta carta es escrita a pocas semanas de la ejecución de Kôtoku y sus compañeros (incluida su compañera sentimental); es evidente que esto también pesa en la conciencia del anarquista prisionero que sabe la responsabilidad que sobre el cae, que sopesa las palabras que escribe y que se siente responsable de la suerte de sus compañeros, arrepintiéndose si sus palabras incendiarias en el pasado los pudieron comprometer a ellos. Sin embargo, en esta carta no hay ni por asomo una tentativa desesperada por salvar el pellejo, sino un digno testimonio político de alguien dispuesto a morir por lo que ha creído y luchado en vida, pero que sin embargo, busca salvar a los otros de su destino.

Sabiendo leerla con estas precauciones en mente, su carta representa un espléndido testimonio político de alguien que, según la tradición anarquista, convirtió su juicio en una tribuna para popularizar la causa anarquista, tal cual antes que él hicieron los Mártires de Chicago. Es notable que sus quejas en contra de las injusticias del proceso sean dejadas para el final de la carta, demostrando que el objetivo primordial de ella es limpiar el nombre del anarquismo y no el nombre propio. Y aún estas quejas son elevadas en contra del conjunto del sistema, más allá de las particularidades de su propio caso.

Un primer elemento que destaca de esta carta, es la manera en que Kôtoku no habla de un anarquismo en un lenguaje foráneo o extranjerizante, sino que en todo momento intenta buscar los paralelos con las filosofías orientales con las cuales los lectores japoneses estaban más familiarizados. De la misma manera, es notable que en lugar de excesivas referencias a la historia europea para relatar el componente práctico y vital del anarquismo, prefiere asentarse en los hechos de la historia japonesa.

El segundo elemento importante a destacar, que en nuestra opinión constituye una debilidad, es que la visión política de Kôtoku está impregnada de un evolucionismo kropotkiniano muy difundido entre los comunistas anárquicos de fines del siglo XIX, el cual fue resumido en la obra clásica de Elisée Reclus “Evolución y Revolución”. Para ellos, el anarquismo es una tendencia plenamente acorde a todo el progreso social e incluso natural (la obra “El Apoyo Mutuo” de Kropotkin así lo refleja), el cual es impedido por las añejas estructuras de contención de la sociedad burguesa y estatalista. La revolución, es el torbellino que derrumba esas estructuras de contención para permitir que el progreso siga su curso sin altercados. La voluntad revolucionaria, por tanto, se limita a anunciar el porvenir y prepararse para el gran día: en palabras de G. Bovio, “Anárquico es el pensamiento y hacia la anarquía marcha la historia”. Sin dudas, que esta premisa llevó a una actitud contemplativa, a veces pasiva, y que degeneró en una espontaneísmo que hasta el día de hoy es sumamente nocivo… si la revolución anárquica es inevitable y si es el resultado natural después de la revolución, ¿Por qué encargarse de pensar los medios de construcción de la sociedad libertaria? Con esto se obvian los problemas más básicos y urgentes de cualquier revolución, los cuales se enfrentan el primer día del alzamiento y la manera en que se responde a ellos, determina el curso de la revolución. Esta falta de un cierto pragmatismo costó carísimo a los anarquistas cuando la revolución llegó a Rusia en 1917.

Un tercer elemento importante, es el quiebre con el terrorismo que había seducido a Kôtoku en un comienzo, pero que gradualmente había ido abandonando. Si bien es difícil que haya renunciado a la necesidad de la violencia revolucionaria, como lo atestiguan sus referencias históricas y su posición ante la obstinación conservadora como auténtica partera de la violencia revolucionaria, no hay ya espacio en sus palabras para la llamada “propaganda por el hecho”, para la glorificación de la violencia ni del asesinato. Su énfasis está en el cambio de las estructuras sociales mediante la acción directa y la organización de los oprimidos, lo que acusa la creciente influencia del sindicalismo revolucionario; su énfasis está en la destrucción de las instituciones burguesas, no en el asesinato del Emperador o de cualquier otro representante de un sistema que sobrevive a sus oficiales y estadistas. Es difícil minimizar el daño que ha hecho al movimiento anarquista cierto lenguaje violentista al que se inclinan algunos elementos, el cual es seguido frecuentemente de espasmódicos episodios de violencia individual, tan estéril como inofensiva para el sistema. En claro contraste, Kôtoku denuncia la naturaleza intrínsecamente violenta del Estado y del sistema capitalista, así como de otras corrientes políticas del Japón que no fueron demonizadas de la misma manera, dejando en claro que los anarquistas han sido responsables de una infinitesimal fracción de la violencia que aflige al mundo.

Esta carta fue parcialmente publicada en la excelente antología de artículos anarquistas “Anarchism –a documentary history of libertarian ideas” (volumen 1) de Robert Graham (Black Rose Books, Montreal, 2005). Agradezco a Robert Graham el facilitarme la versión completa de esta, la cual había sido originalmente traducida del japonés por Yoshiharu Hashimoto.

José Antonio Gutiérrez D.
12 de Enero, 2018

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Kôtoku Shûsui
Prisión de Tokio
18 de Diciembre de 1910

Para:
Isobe-Sensei
Hanai-kun
Imamura-kun [1]

Sé muy bien toda la persecución que tienen que haber pasado a causa de nuestro caso, debido a que ustedes han defendido a traidores y bandidos, habiendo visitado los tribunales diariamente, ocupando en nosotros su precioso tiempo y desatendiendo sus propios asuntos. Cuando pondero el dolor, el daño y los problemas que han sufrido en su entorno, no tengo palabras para expresar mi pesar. Y sin embargo, recuerdo siempre la simpatía que ustedes nos han brindado y les doy mil gracias por ello. Los procedimientos recientes de la Corte, que dicen que “Kôtoku ha ocasionado una revolución violenta”, se han convertido en una acusación en contra de mis camaradas, a la vez que se siguen ignorando completamente nuestra opinión anarquista sobre la revolución y nuestro movimiento, tanto en el pre-examen como en el examen del procurador. Lo que ha hecho han sido hipótesis, explicaciones y elaboraciones caprichosas que, me temo, están distorsionando todo el asunto. Por consiguiente, quiero compartir con ustedes mi opinión sobre los hechos para referencia vuestra.

Donde sea que se mencione al movimiento anarquista, hay gente que cree que no es sino el asesinato de un soberano a tiros o con bombas, lo cual demuestra su ignorancia del anarquismo. Ustedes, abogados, saben que el anarquismo es una especie de filosofía similar a la de Lao Tzu y Chuang Tzu, quienes nos enseñan que debemos progresar acorde a las tendencias generales para realizar nuestra libertad y felicidad, ya que esa tendencia es natural en la sociedad humana, la cual se realiza en el apoyo mutuo y la vida comunitaria, en la unidad otorgada por la moralidad y la caridad, libre de la coerción gubernamental como en el presente.

Por consiguiente, no hay necesidad de decir que los anarquistas odian la opresión, desprecian la servidumbre tanto como la violencia y nadie ama como ellos la libertad y la justicia. Un juez me ha preguntado si P. Kropotkin es un líder anarquista; su opinión personal es que él era un bueno para nada, cuando en realidad Kropotkin nació como un príncipe ruso, siendo ahora un anciano de 69 años, que comenzó su carrera militar para luego ser un geógrafo de primera categoría. Sus investigaciones científicas y sus descubrimientos lo convierten en un hombre de genio en todos los campos del conocimiento, incluidas la filosofía y la literatura. Hace unos 20 años, cuando fue arrojado a una prisión por sospechas de haber sido parte de un atentado explosivo de unos obreros en Lyon, los principales académicos y literatos europeos pidieron al presidente de Francia su liberación en virtud a sus servicios académicos, y el presidente accedió inmediatamente a esta petición. La petición fue firmada entre otros por académicos de la Academia Británica, con notas especiales añadidas por H. Spencer y Víctor Hugo sobre su posición y reputación en el mundo de la academia. Por lo demás, su personalidad es bastante noble, su carácter gentil y generoso desprecia toda violencia.

También el fallecido Elisée Reclus, un hombre francés que gozaba de popularidad semejante a la de Kropotkin, era un geógrafo y Francia supo valorar su valor, tomando la metrópolis su nombre para utilizarlo en una calle parisina en conmemoración de sus logros. Tanto era lo que odiaba el asesinato que rechazó el consumo de carne para convertirse en un vegetariano. De hecho, muchos anarquistas europeos son vegetarianos. ¿Es posible, entonces, que alguien que no sea capaz de asesinar un animal doméstico, sienta placer por el asesinato?

No solamente aquellos académicos considerados líderes, sino además los obreros anarquistas, según tengo entendido, tienen buenos modales y son gente letrada, muchos de ellos rechazan incluso beber alcohol y fumar tabaco. No son en absoluto truhanes.

Es verdad que hubo asesinos entre los anarquistas, pero eso no significa que todos los anarquistas sin excepción hayan sido asesinos. Además, no solamente de las filas anarquistas salieron asesinos, también los hubo entre los socialistas de Estado, los republicanos, los Minkenka [2], los patriotas y los realistas. Pero se asegura hasta el día de hoy que casi todos los asesinos son anarquistas y se pretende que hubo muchos de ellos. De hecho, cuando Alexandre II [3] fue víctima de un ataque terrorista, se insistió que éste había sido obra del Partido Anarquista, pero fue realizado por partidarios del movimiento por los derechos civiles como lo es Seiyu-kai [4] en nuestro país. Consultando la historia, el número de asesinatos por anarquistas, de hecho, es bastante reducido si se le compara con el de los demás partidos, y no son más de 10 en todo el mundo en los últimos 50 años. Mientras que los asesinatos de los patriotas o realistas se cuentan por decenas o centenas solamente en el Japón, sin mencionar el resto del mundo. Si una idea es declarada como terrorista solamente porque entre sus filas apareció un asesino, no hay idea más violenta que el patriotismo y el monarquismo.

Podemos decir, por consiguiente, que la aparición de los asesinos nada tiene que ver con las ideologías, sino que sus hechos son motivados por sus disposiciones personales fruto de las condiciones en que vive.

Por ejemplo, el gobierno oprime a los compañeros mientras se les roba sus medios de subsistencia y se les despoja su libertad de expresión, reunión y prensa. Debido a la tiranía de los ricos, los pobres viven en condiciones miserables, azotados por el hambre y el frío, algo que no puede ser observado sin sentir compasión. En ausencia de leyes que los defiendan o de métodos pacíficos a las cuales recurrir, uno se siente como una roca muerta, pero los jóvenes apasionados se inclinan hacia el asesinato y la acción violenta. Para ellos, estos hechos constituyen, en su opinión, legítima autodefensa. No es diferente a los actos del patriota que piensa que el gobierno se ha desviado de la línea correcta del Estado, o que se imagina que no hay más medio para aliviar la horrible opresión de su movimiento que el asesinato, al cual recurre gracias a la indignación. No está dispuesto a aceptar el asesinato ni como objetivo ni como medio en un comienzo, pero es acorralado como una liebre hasta esa posición, a la cual contribuyen sus inclinaciones y condiciones particulares. De acuerdo a la historia, la violencia, por lo general, es iniciada por los oficiales del gobierno, por los ricos y la aristocracia, mientras los militantes y los obreros son provocados, hasta que al final los explotados se ven forzados a rebelarse violentamente como su último recurso. Sé que existen condiciones excepcionales con el asesinato del presidente McKinley en los EEUU [5], con el asesinato del rey Humberto de Italia [6], y con el atentado explosivo contra el rey español Alfonso [7], pero no vale la pena entrar en muchos detalles.

II.

El problema entonces es cómo hacer la revolución anarquista sin atacar con bombas al soberano. La palabra KAKUMEI, tomada del chino, sugiere un cambio de emperador o soberano, con la Providencia Divina. Pero en nuestra boca, KAKUMEI puede ser traducido como REVOLUCIÓN. Nuestra REVOLUCIÓN significa una transformación fundamental de las instituciones políticas y sociales, no un cambio de gobernantes. Ashikaga Shyogun fue reemplazado por el aristócrata Oda, el cual fue seguido por Toyotomi y Tokugawa, uno tras otro, y sin embargo, se mantuvo el mismo régimen feudal de poder de los Samurai [8]. Tal transformación no puede ser considerada una revolución. Por otra parte, Ôsei Ishin, el restaurador del poder imperial, realizó una revolución, pese a la mantención de la institución imperial. Esto es así no porque el emperador de Satsuchyo (la facción política dominante representada por los clanes Satsuma y Chyoshyu) se haya tomado el Shogunato de Tokugawa [9], sino porque realizó cambios fundamentales en cientos de instituciones convencionales. El régimen de Taika [10], cuando nació hace mil años, creo que fue una especie de revolución aún cuando el emperador no haya sido tocado, o aún cuando los cambios hayan sido hechos por éste y no por el pueblo. En otras palabras, cuando hablamos de revolución, no hablamos de que el soberano A sea reemplazado por el soberano B, o que un individuo poderoso o un grupo de poder C sea reemplazado por otro grupo o persona D. Por el contrario, nos referimos al advenimiento de una nueva organización social, seguida de la decadencia del antiguo régimen una vez pasado su apogeo, lo que representa un salto en la evolución social. Por consiguiente, en estricto rigor, la revolución ocurre de manera espontánea, ningún individuo o partido pueden instigarla. Por ejemplo, ni Kido, ni Saigô, ni Ôkubo [11] la iniciaron, sino que la institución feudal y su sistema de clases, según existían en los inicios del Shogunato Tokugawa, eran incapaces de seguirle el paso a los avances de 300 años en la humanidad y la sociedad, cayendo así en la decadencia y el fracaso, por lo cual fueron derrocadas espontáneamente. Si la oportunidad para derrocar al antiguo régimen y sus instituciones no ha madurado, ni cien Ôkubos o Saigôs podrían hacer nada. De haber vivido 20 años antes, se les habría decapitado como a Shôin Yoshida [12] o habrían caído en el olvido. Afortunadamente, tuvieron ocasión de pasar al frente de los eventos, pero no fueron ellos quienes iniciaron la revolución. De hecho, la génesis de una revolución siempre es como estar construyendo un canal en medio de las inundaciones.

Por consiguiente, no podemos planificar por adelantado cómo será iniciada la revolución y cómo proceder ante ella. En los momentos de la restauración Meiji [13] nadie podía prever o premeditar los eventos debido a lo fluctuante de la situación. Cuando el poder fue transferido pacíficamente por decreto, el cual indicaba restaurar la autoridad suprema del Emperador, estalló una guerra civil en Toba y Sushumi. Cuando el pueblo pensó que era inevitable que hubiera sangre y fuego en Edo [14], la metrópolis de ese momento, Katsu y Saigô convirtieron la crisis en una negociación entre cuatro paredes. Mientras el pueblo pensaba que se había evitado una calamidad, una rebelión de los Shôgitai [15] y una batalla en el distrito Oou, se siguieron una tras otra. Aún si se hubiera sacado al poder de Edo, el asunto hubiera terminado en una catástrofe, de no haberse presentado la oportunidad dorada de sostener una reunión privada con hombres representativos como Katsu y Saigô. ¿No es cierto que un evento tan importante en la historia como ese no podría haber sido previsto por mortales como nosotros? Basados, por consiguiente, en el presupuesto de hombres pioneros e inteligentes, de que las jerarquías y las instituciones actuales no avanzarán paso a paso con el desarrollo de la sociedad y de la humanidad, su derrocamiento y la creación de nuevas instituciones será, por consiguiente, algo inevitable, ya que la jerarquía feudal ha sido seguida por el sistema de condados y prefecturas, luego por el despotismo monárquico, y luego por el liberalismo constitucionalista, y así sucesivamente. Por tanto, no nos ocupa el tema de cómo hacer la revolución, ni si ésta será pacífica o violenta.

Teniendo en cuenta este proceso evolutivo, creemos que tras la decadencia de la competencia individual y de la institución de la propiedad privada, seguirá una sociedad comunista, con instituciones anarquistas libertarias que reemplazarán al despotismo del Estado moderno; por ello es que queremos que ocurra tal revolución.

Se especulaba el otro día sobre el supuesto de qué ocurriría con la familia imperial tras la revolución anarquista, pero este no es ni un problema que hemos señalado nosotros ni que nos concierne. En realidad, es el mismo Emperador y su familia quienes deberían decidir sobre esta cuestión. Como lo he dicho anteriormente, los anarquistas aspiran a una sociedad libre para todos, donde millones de personas puedan vivir sin coacción ni de armas ni de poder. Cuando esta sociedad se haya convertido en una realidad, nadie decretará al Emperador qué hacer con su vida pues nadie tendrá poder para hacerlo. A menos que afecte la libertad de los demás, la familia del Emperador podrá gozar de prosperidad y felicidad según les parezca y no habrá razón para forzarlos a nada.

Pese a que no podemos predecir en qué condiciones debe realizarse una revolución ni cómo se logrará llevar a efecto, de cualquier modo los partícipes de una revolución por la libertad y la paz para las masas deben intentar limitar el uso de la violencia, evitando que ésta afecte a quienes no han hecho daño a nadie y no victimizar a nadie con la violencia. Los choques violentos han sido, de hecho, frecuentemente provocados por la obstinación conservadora que lucha en contra de la tendencia general [del progreso evolutivo]. Aún hoy ¿no es verdad que, aunque se diga que la familia del Emperador reza por la libertad y la paz, han utilizado la violencia, cooperando con los necios conservadores en contra de esta tendencia? Uno puede imaginar los eventos de los períodos Ganji y Keio, o los eventos en torno al período Kansei [16]. Pero es imposible oponerse a ella. Lo único que espero es que la revolución anarquista no sea mal interpretada como si su objetivo fuera matar o asesinar a un soberano.

III.

Me pregunto si hay algún malentendido hasta ahora, ya que si la revolución es una tendencia natural tal cual lo es construir un canal cuando se vienen las inundaciones, ¿no sería entonces fútil la existencia de un movimiento revolucionario, o es el rol del movimiento provocar revoluciones y arrojar bombas?

El movimiento anarquista revolucionario, denominado así correctamente, no busca inducir a la revolución inmediatamente, ni tampoco buscan un amotinamiento. Por el contrario, está constituido por toda clase de esfuerzos, tales como el cultivo del conocimiento y comprensión del individuo, y de la disciplina para contribuir con nuestros servicios a la revolución que se viene. La publicación de periódicos y revistas, de libros y folletos, realizar reuniones públicas y asambleas, todos estos medios son empleados para explicar las razones y las vicisitudes de la tendencia a la evolución social, cultivando así el conocimiento relativo a ella.

Además, la organización de sindicatos y de diversas cooperativas es un aspecto ventajoso en nuestro desarrollo de las capacidades para una vida comunitaria sea ahora o sea tras la revolución. Pero el movimiento sindical previo en el Japón, no ha hecho sino promover los intereses inmediatos de los trabajadores, sin prestar atención a la revolución futura. Ni siquiera los anarquistas de momento han comenzado a trabajar en los sindicatos japoneses.

Por tanto, es una acusación bárbara e irracional aquella que reza que la juventud se ha agitado con el fin de insurreccionarse y asesinar al Emperador, sólo por haber hablado de revolución y haber agitado. En nuestros círculos es frecuente que los asociados estudien teoría anarquista, distribuyan periódicos y carteles para nuestra causa. Esto es muy distinto a realizar una revolución.

Habrá quienes dirán que un movimiento es inútil si la revolución solamente puede ocurrir de manera espontánea, pero tal cosa no es cierta. Cuando sea que un régimen obsoleto y sus instituciones anticuadas alcanzaron su apogeo, la sociedad comenzó el declive por su propia cuenta. Donde sea que no hubo conocimiento o nociones sobre esta tendencia general de la evolución social, de las nuevas instituciones y de la organización que reemplazará al antiguo orden, y donde no haya capacidad de participación, la sociedad se desintegra junto al antiguo régimen, sin que florezca entonces el nuevo capullo revolucionario. Por el contrario, si nos preparamos adquiriendo los conocimientos y la capacidad, este nuevo capullo florecerá aún cuando todo el mundo viejo haya muerto. El imperio romano entró en decadencia sin que una idea nueva o un nuevo movimiento se haya desarrollado, sencillamente colapsó. En Francia la corrupción alcanzó su cenit con la dinastía de los Borbones, sin embargo, las ideas de Rousseau, de Voltaire y de Montesquieu prepararon el camino a la vida nueva, lo cual llevó a una revolución en lugar de a una catástrofe. Así Francia puedo renacer. La revolución que tuvo lugar durante la Restauración Imperial en el Japón, también fue precedida por preparativos –la propagación del monarquismo. El Dai Nippon Shi (Historia del Japón), publicado por el Círculo Mito, la Gaishi (Historia No Oficial) y la Saiki (Teoría Política) escritas por Rai Sanyo, los clásicos nacionales japoneses recomendados por Motori e Hirata, y una gira de conferencias organizada por Hikokuro Takayama, son testigos de lo que digo. Todos ellos intuían que el Shogunato de la familia Tokugawa se había progresivamente inadaptado respecto a la vida de los japoneses. Entonces, habiendo percibido esto, prepararon una revolución con algo de conciencia o con una vaga conciencia. Con la caída de la familia Tokugawa, ya tenían suficiente experiencia y conocimiento como para que la Restauración no fuera presa de la confusión. Debido a esto, no hubo un colapso, sino que una espléndida revolución. ¡Qué habría pasado si la revolución no hubiera contado con esta preparación! Japón se habría visto enfrentada al mismo destino que hoy aflige a Corea [17], debido a un cambio drástico de su situación, como ser una invasión extranjera. Yo soy de la opinión de que la pérdida de la independencia de Corea se debe a su incapacidad y ausencia de ideas sobre cómo construir una nueva sociedad y una nueva vida mediante sus propios esfuerzos y reformas, dejando a la decadencia seguir su curso catastrófico.

No existen las instituciones ni las organizaciones permanentes, que no fluctúen o evolucionen incesantemente, pues los seres humanos y la sociedad son dinámicos. Es necesario avanzar y renovar acorde con los tiempos. Un pequeño período de avance y renovación es llamado reforma o innovación; uno prolongado, es llamado revolución. A fin de evitar la decadencia y la descomposición de la sociedad, creo necesario propagar las nuevas ideas y el nuevo pensamiento; en otras palabras, el movimiento revolucionario es indispensable.

IV.

Me sorprendió oír que la acción directa era entendida como sinónimo de revolución violenta y lanzamiento de bombas cuando fue interrogado en la oficina del procurador y luego en la comisión investigadora preliminar. Chyokusetsu-kõdo es el equivalente japonés al término “acción directa” en inglés, utilizado frecuentemente por el movimiento obrero europeo. No es un término de uso privativo de los anarquistas, pues el movimiento sindical está compuesto por anarquistas, pero también por socialistas y por patriotas. Lo que significa, es que sean los mismos trabajadores quienes, con el objetivo de lograr sus propios avances como grupo, en beneficio de sus sindicatos, tomen la acción por sí mismos sin fiarse de la lentitud del parlamento; no es la acción indirecta a través de los intermediarios parlamentarios, sino la acción directa de los trabajadores mismos, sin representantes, que sólo buscan sus intereses.

Ahora, lo explicaré con un ejemplo práctico. En lugar de pedir a los parlamentarios que legislen sobre las empresas para mejorar las condiciones de trabajo, son los trabajadores quienes negocian directamente con sus empleadores; si éstos se niegan a negociar, los trabajadores utilizan la huelga general. He aquí otro ejemplo: la defensa de la expropiación de comida del rico cuando en las calles los trabajadores languidecen de hambre. En ese caso, la expropiación es otra forma de acción directa. Más aún, hay quienes insisten que es mejor que sean los mismos sindicatos quienes conduzcan la revolución en lugar de esperar decretos parlamentarios. He ahí otra dimensión de la acción directa.

El sólo hecho que alguien esté a favor de la acción directa no significa que apoye todo lo que no esté bajo el control del parlamento; por tanto, la acción directa no debe ser confundida con el amotinamiento, el asesinato, el robo o el fraude porque ellos no son sancionados por el parlamento. Los parlamentos casi en todas partes, en Europa y en Estados Unidos, están corrompidos. Es cierto que hay en ellos algunos elementos saludables, pero estando en minoría no pueden hacer nada. Por consiguiente, el hecho de que los obreros no dependan de los parlamentos e impulsen directamente sus acciones, como lo dicta la teoría del sindicalismo, no significa que la acción directa implique hacer cualquier cosa a cualquier costo.

Habiendo desechado la noción del parlamentarismo y defendido la acción directa, un militante aún puede restringir sus actividades a buscar una reducción de la renta agrícola a través de la Liga de Arrendatarios Campesinos. Otros obreros pueden buscar avanzar hacia la Huelga General. Entonces, la acción directa puede usarse con diferentes objetivos y métodos dependiendo de quién la utilice y en qué circunstancias. De hecho, es absurdo que se nos acuse a todos como partidarios de algo tan amplio como la acción directa, y que ésta sea equiparada con revolución violenta.

V.

Dejando de lado las verdaderas motivaciones detrás de este juicio, como ya he explicado, es erróneo interpretar al anarquismo como un evangelio de la violencia y a sus partidarios como partidarios de la violencia. Esta interpretación errónea también es común en Europa. Allá se le calumnia y distorsiona maliciosamente, pero es raro que el anarquismo sea perseguido de manera tan bárbara, privándoles de todos sus derechos cívicos, aún el derecho a la vida, y ultrajándolos como se ha hecho acá en el Japón y en Rusia. En los países civilizados de Europa, los periódicos y los volantes se imprimen libremente, y las reuniones no son suprimidas. En Francia, existen siete u ocho semanarios anarquistas, mientras que en Inglaterra, país monárquico y aliado del Japón, se publican periódicos en inglés, ruso y lengua judía. Más aún, P. Kropotkin vive en Londres y puede publicar en completa libertad sus trabajos. De hecho, su trabajo “El Terror en Rusia” fue publicado el pasado año por el Comité de Asuntos Rusos del Parlamento Británico. Su libro “La Conquista del Pan”, el cual yo he traducido al japonés, ha sido traducido del original en francés al inglés, alemán, ruso, italiano y al español. Se el considera una obra maestra, y entre las naciones civilizadas, solamente Rusia y Japón han sido tan bárbaras como para prohibirlo.

Algunos países han propuesto una alianza para suprimir el peligro anarquista, y he escuchado rumores que Japón estaría apoyando esta iniciativa, pero provendría de Alemania, Italia y España. Lo que buscan es primero perseguir a los anarquistas, y luego, si cualquier persona protesta al indignarse por algo, inmediatamente, so pretexto de acabar con la violencia, tomarán las medidas para suprimirla. Este tratado represivo ha sido propuesto por esa alianza de países, pero no tienen manera de convertir esta propuesta en ley, pues pese a la corrupción de este mundo que se debe poner el disfraz de la civilización, aún es inaceptable semejante ultraje al libre pensamiento. Me interesa mencionar, especialmente, que Inglaterra, el aliado de Japón, se opone a esta propuesta.

VI.

Me imagino que la palabra Boryoku Kakumei, la cual han inventado de manera arbitraria para definir revolución violenta, como si la revolución pudiera ser invocada o realizada en cualquier momento si se cuenta con suficientes armas y fuerzas, o como si no fuera otra cosa que el cambio de un soberano por otro, como lo cree el pensamiento oriental, o que toda revolución violenta, desde un motín hasta un levantamiento, es decretada por un revolucionario. Pero ya he explicado el verdadero significado de la revolución, y debemos hacer una distinción estricta entre lo que es una asonada callejera y una revolución. No he usado jamás la palabra para revolución violenta cuando he hablado con Ôishi y Matsuo (me pregunto si mis simples opiniones pudieran ser consideradas como un plan o como una conspiración desde un punto de vista legal, pero no soy abogado como para saberlo) como el juez preliminar y el procurador en todo momento han insistido insidiosamente.

He oído que Ôishi dijo haber “conocido los sucesos de la Comuna de París gracias a Kôtoku” [18]. Bueno, es un hecho bastante conocido para un estudioso de la cultura francesa como usted, Isobe-sensei, que en 1871 se ocasionó el tumulto de la Comuna de París a causa de la guerra franco-prusiana, y que los obreros se levantaron en armas y ocuparon París, controlaron el gobierno municipal a su antojo por un tiempo, cuando aún el aire estaba sobrecargado de pánico por el humillante tratado de paz obtenido y por las duras condiciones de vida. En esos momentos, el gobierno estaba en Versalles, sin aparecerse por París, y el pueblo creó una comuna por un tiempo en París. No puede, por tanto, aludirse que hubo una revolución como la de 1795 o la de 1848, la cual es frecuentemente llamada insarekshon, es decir, insurrección, o revuelta, o tumulto. En la corte Ôishi también mencionó la revolución francesa, pero creo que se refería a la Comuna de París. Al parecer ha confundido la Comuna de París con una revolución o se le ha enredado la lengua con todo este asunto.

Como sea, el objetivo de lo que dije era aclarar que si se había hecho tal o cual cosa en la Comuna, para nosotros era difícil realizar esto, sino que lo que nos convocaba era dar ropa al harapiento y dar alimento al pobre aunque más no fuese por un período breve, pero aún esto es algo que no tenía intención de realizar inmediatamente. Solamente suponía que de seguirse profundizando la actual crisis económica y la depresión actual por unos tres o cinco años más, entonces, sería necesario rescatar a los hambrientos que languidecen en las calles aún a costa de realizar semejantes tumultos.

En este asunto, usted podrá comprobar el sentido de lo que digo si revisa no solamente las últimas actas sino aún la primera.

Por ejemplo, durante los duros años de Tenmei y Tenppô [19], resultó inevitable y fue lógico para que el pueblo sobreviviera, que se expropiara a los ricos y que hubiera actos terroristas en represalia por la represión política. Es por tanto imposible calcular a ciencia cierta, en base a los intereses de las personas, si sus medios sirven a una revolución futura o no. Yo creo que no presta ningún servicio a la revolución el disturbar sin ninguna causa a un país en paz, ocasionando así sacrificios en vano mediante la destrucción de propiedad y de vidas humanas. Pero cuando la tiranía de los ricos y del gobierno alcanza su cenit, y el pueblo es llevado al borde de la ruina, vale entonces la pena que la futura revolución les brinde su ayuda. Pero tal hecho no es realizable si solamente se consulta con el interés individual de cada uno; por el contrario, es necesario que el individuo se alce por sobre sus emociones y sea empujado adelante por las circunstancias.

Tal fue el caso de Chyûsai Ôshio [20], en momentos en que los ricos acumulaban el arroz, especulando con el hambre, y mientras su precio iba en aumento, se masacraba así indirectamente a los pobres. Resultaba imposible para una persona honesta permanecer indiferente. Según los historiadores, la insurrección de Ôshio dañó la reputación del gobierno de Tokugawa y contribuyó a la atmósfera revolucionaria, pero no estamos seguros si él tuvo conciencia de esto, y menos podemos afirmar que intentó invocar a una revolución nacional.

Tras continuos exámenes, todos los acusados los han sido por estar “asociados con Kôtoku para fines de una revolución violenta”. También a mí la corte me ha hecho un juicio preliminar por la acusación de la revolución violenta y yo me he dedicado a hacer la justa distinción entre revolución y motín.

Ellos han declarado que esta noción no sirve para nada, pero yo creo que en esta definición se encierra el sufrimiento de los acusados. Hasta donde tengo entendido, tanto el fiscal como el juez, durante los exámenes preliminares, han invocado la “revolución violenta” y han acuñado una dura frase como “personas que desafían a la muerte”, y desde ahí han arribado a su silogismo de que “la revolución anarquista implica el asesinato de la familia imperial”. La conspiración de Kôtoku, por consiguiente, es realizar una revolución violenta. Por tanto, sus asociados son culpables de “Alta Traición”.

Me siento por ello arrepentido si mi plática cotidiana sobre la acción directa y el movimiento revolucionario los ha comprometido en este asunto.

VII.

Nosotros, los anarquistas, creemos que sus leyes y tribunales no pueden juzgar de manera justa a nadie, pero ahora que lo estoy experimentando en carne propia, creo que esto es peligrosamente cierto.

Por mi parte, estoy resignado a mi destino, y por ello no quiero seguir hablando de él. Pero en lo relativo a la suerte de los otros acusados, quiero hacer algunas sugerencias.

Primero que nada, el informe de la parte acusadora no es de fiar. He examinado, en un primer momento, al menos diez veces la evidencia del fiscal, y la he escuchado dos o tres veces de su propia boca, pero luego no se me ha permitido registrarla o acceder nuevamente a ella. En consecuencia, se me ha informado que la parte acusadora ha escrito tal o cual cosa en su informe, y me he enterado de “mi propia confesión”, es decir, de las palabras que la imaginación de este abogado puso en mi boca como confesión. Yo creo que lo mismo ha ocurrido con los otros acusados. ¿Qué es, entonces, lo que ha impactado al juez preliminar? ¿El informe de la parte acusadora o los testimonios de los acusados? Esto es algo muy delicado. Es más, el método de examen del fiscal, consiste en tender trampas, o forzar el debate, entonces, si uno carece de habilidad para darse cuenta de este truco y discutir con él, puede instruir con facilidad testimonios parciales. Puedo dar prueba de ello, pero no creo necesario ahora entrar en detalles. Recordando mis experiencias personales, creo que la situación debe ser aún peor para los jóvenes del campo [21]. Cuando he escuchado el testimonio de Yoshio Ishimaki, de que él se había enterado del “plan de Miyashita por Gudo”, como yo le entiendo, fue una trampa para atraer a Gudo Uchiyama [22] al asunto, pues Miyashita fabricó una bomba mucho después de la conversación de Ishimaki y Gudo, por lo cual no pudieron haber hablado de este asunto. Cuando las cosas son tan evidentes, es muy fácil aclararlo todo, pero cualquiera se puede enredar con trucos más elaborados. Pues si a uno le sugieren que tal persona dijo tal o cual cosa, puede pensar que esto ha sido cierto, y de esta manera se obtienen declaraciones en base a historias de origen dudoso, las cuales se convierten en una cadena más para el acusado. En consecuencia, sostengo que el informe del fiscal no son más que falsedades y distorsiones interpretadas de manera extravagante, pero no puedo decir más si no se me permite leerlo.

Confié en el juicio y la ecuanimidad del juez preliminar. Pese a mi experiencia con otros jueces preliminares, el Sr. Ushio examinó mi caso y, al menos, parecía investigar con precaución y espíritu justo, lo cual me tenía por satisfecho. Pero sin importar lo ecuánime que sea un juez, es imposible que pueda desempeñarse de manera perfecta en las actuales instituciones. Primero que nada, las actas no son tomadas por taquigrafía, por lo cual el juez debe llenar un formulario de preguntas y respuestas según su entendimiento, basado en los testimonios de los acusados. Entonces, algunas sentencias son incorporadas al texto y otras omitidas. Aún cuando el juez preliminar haya entendido bien al acusado en su declaración oral, una tercera persona (el juez en un juicio público) saca sus conclusiones en base a las palabras registradas, con lo cual su interpretación de los hechos puede ser bastante diferente. En segundo lugar, es muy difícil corregir los informes. El secretario nos hace escuchar los informes, pero cuando nuestras mentes están agotadas después de un largo examen, es muy difícil que no se nos pase una palabra mientras el informe es rápidamente leído, y por ello resulta imposible discernir inmediatamente si el informe es correcto o no lo es. Mientras uno está reflexionando, el informe es leído de manera tan rápida que uno termina perdiendo el hilo de la lectura. Así es que si hay diez o muchos más errores, uno solamente puede reparar en uno. Cuando alguien es analfabeto y carece de palabras para hacer correcciones, entonces no se le permite discutir el informe, aún cuando esté distorsionado, con pretextos fraseológicos. Ni siquiera yo pude reparar en todos los errores y la mayoría quedó tal cual. En tercer lugar, nos pareció que el examen preliminar fue poco más que el preámbulo al juicio público. No pensamos que cada palabra y sentencia de la declaración oral sería objeto de escrutinio legal, y decimos dejar estas cosas hasta que comenzara el juicio. Entendemos que este fue un malentendido de nuestra parte. Ahora, resulta que no hay más actas importantes que aquellas hechas durante el examen preliminar, y muchos de los acusados han desaprovechado la oportunidad de decir todo debido a su inexperiencia en el sistema legal. Entonces, al final los testimonios durante el juicio preliminar fueron a veces descuidados. Por mi parte, tengo facilidad con la palabra, y en comparación con ellos, mis declaraciones están más o menos correctas, pero debido a mi agotamiento físico, me descuide de las correcciones las cuales dejé para el juicio público. Creo que otros acusados hicieron lo mismo. Los defectos de las declaraciones orales y las actas de ellas, no solamente son causados por los defectos en las instituciones sino también por nuestra inexperiencia, por lo cual asumo en lo personal mis errores y no me interesa corregirlas. Pero les ruego que por favor tengan en consideración este asunto cuando revisen las actas con las declaraciones de los otros acusados que me llenan de lástima.

Lo anterior es todo cuanto tengo que decir para su consideración. Mi mente está agotada con todos los constantes juicios estos días, por lo cual me cuesta formular mis pensamientos de manera sistemática. Además, mis dedos están congelándose puesto que carecemos de calefacción en la celda y he perdido ya tres veces la vaina de mi pluma mientras he escrito esta carta, por lo cual me temo que será difícil comprender mi mala escritura. Les ruego me disculpen.

Si consideran que esta carta pueda servir en algo, por favor háganla llegar al juez o al fiscal.

Tarde del 18 de Diciembre, 1910
Prisión de Tokio
Kôtoku Denjiro


[1] Sensei es un sufijo que en japonés quiere decir doctor o maestro. Kun es utilizado como una expresión de respeto para un colega o para alguien con calificaciones menores.

[2] Nota del traductor, los Minkenka eran partidarios del movimiento por los derechos populares que surgió en el Japón a mediados de 1870, compuesto por samuráis, propietarios agrícolas, académicos y profesionales, y en general, los estratos medios de la sociedad del Japón de la era Meiji (1867-1912).

[3] Nota del traductor, Zar ruso asesinado por populistas (narodniki) en 1881.

[4] Seiyu-Kai era un partido conservador dirigido por Hirobumi Ito.

[5] Nota del traductor, Presidente norteamericano asesinado en 1901 por un obrero polaco, León Czsolgoz, sobre el cual se ha especulado mucho si era o no anarquista. Según muchos no lo era. Ciertamente hay testimonio que frecuentó por un corto tiempo círculos anarquistas. Las autoridades atribuyeron el asesinato a un discurso de Emma Goldman.

[6] Nota del traductor, El rey fue asesinado en 1900 por el anarquista Gaetano Bresci en represalia por las matanzas de obreros en huelgas y manifestaciones acaecidas en esa época.

[7] Nota del traductor, El anarquista Mateo Morral lanzó una bomba en contra del carruaje real de Alfonso XIII el día de su boda, en 1906. El rey no murió, pero al menos una treintena de personas de su comitiva y espectadores murieron.

[8] Ashikaga Shyogun fue un Samurai dictador del siglo XVI, que vio su poder usurpado por Oda, Toyotomi hasta que Tokugawa estableció el Shogunato en Edo en 1603.

[9] Nota del traductor, Un Shogunato era una dictadura de la casta militar de los Shogun. El Shogunato Tokugawa fue el tercer Shogunato de la historia del Japón, durante el cual 15 Shogunes gobernaron al país (1603-1868), aún cuando, formalmente, seguía existiendo la autoridad simbólica del Emperador.

[10] Taikano-kaishin (645-649), es el período en el cual se establece la figura imperial, moldeada en base a las instituciones chinas. En este momento también empieza la recaudación de impuestos.

[11] Ôkubo y Saigô, dos Samurai que fueron fundamentales para el proceso de Restauración Meiji, terminando con el Shogunato. Saigô era para muchos la encarnación de los valores de un Samurai

[12] Yoshida Shôin fue un Samurai que intentó infructuosamente viajar a los EEUU para familiarizarse con la cultura occidental. Intentó rebelarse en 1858 y un año más tarde fue ejecutado.

[13] Nota del traductor, La restauración Meiji fue un proceso desde 1866 y 1869 en el cual se terminó con el Shogunato y se inició la era del Emperador Meiji (Mutsuhito), la cual se caracterizó por terminar con el poder de los Samurái y producir un proceso de modernización de la economía y de la sociedad impulsado por el Estado aristocrático.

[14] Nota del traductor, Edo era el antiguo nombre de Tokio.

[15] Shôgitai fue un cuerpo de élite del Shogunato Tokugawa, que se rebeló contra lo que entendieron como la usurpación del poder por los Kangun, las tropas pro-imperiales tras Meiji, conformadas por la alianza de los clanes Satsuma-Chôshû. Los Kangun atacaron en ese mismo período al distrito Oou, actualmente conocido como Aizuwakamatsu. Los comandantes detrás de este ataque conformarían el Partido Liberal en 1881.

[16] Los períodos Ganji y Keio fueron los turbulentos períodos que precedieron a la restauración Meiji (1864-1867). Por el contrario, el período Kansei (1789-1800) corresponde con un período particularmente pacífico, salvo por una insurrección en Aiinu en 1789. Esta alusión dice relación con el argumento de Kôtoku de que es imposible urdir planes sobre el destino de la familia imperial en épocas de paz. Fue un vano intento de sacarse de encima la sospecha en este juicio-montaje. La historia fue la que lo absolvió.

[17] Esta afirmación no es cierta. Aún en esa época muchos coreanos habían derramado su sangre por su independencia, cuando el imperio japonés decidió ocuparla con la excusa de una amenaza por parte de la dinastía china Ching. Irónicamente, el caso de Kôtoku fue llevado a juicio un día antes de la anexión de Corea para que la opinión pública no prestara atención al asunto.

[18] Ôishi Seinosuke (1867-1911), nacido en Shingu, prefectura de Wakayama, fue bautizado a los 18 años y luego ingresó a estudiar inglés a la academia de Doshisha. En 1890 viajó a los EEUU para estudiar medicina. Se graduó en la Universidad de Oregon en 1895. Comenzó entonces su evolución del cristianismo al socialismo, simpatizando luego con el anarquismo gracias a la propaganda de Kôtoku en el periódico Heimin Shimbun, pero no abandonó las comunidades cristianas y siguió entregando su labor a los humildes fundamentalmente a través de la disciplina médica. Aparte de simpatizar con el anarquismo, colaboró con fondos y con artículos para el Heimin Shimbun. Su artículo más famoso fue “La destrucción de la familia”, un artículo en el que defendía al amor libre, aún cuando él mismo era estrictamente monógamo. Este artículo fue publicado en 1909 por Jiyu Shiso (Libre Pensamiento), editado por Kôtoku y Kanno tras ser abandonados por sus compañeros debido a la cuestión del amor libre. La revista fue censurada y sus dos editores recibieron sendas multas y fueron condenados a 70 años de prisión. Debido a su inhabilidad para pagar la multa, Kanno ya estaba en custodia cuando salió a luz el juicio por Traición.

En 1908 Kôtoku se alojó en la casa del doctor y tuvieron una reunión con algunos de sus asociados. El 19 de Diciembre de 1908 el doctor visitó a Kôtoku en sus oficinas de Tokio le habló de la Comuna de París. En un momento, él hizo alarde de que “con 50 compañeros, yo sería capaz de expropiar el arroz de los centros de abastecimiento y distribuirlo a los pobres, luego destruiríamos las oficinas de registro civil para anular la propiedad y terminaríamos a las puertas del palacio imperial para convocar al emperador”. Nótese que todo lo que decía era convocar al emperador, no matarlo ¡vaya que intenciones más extremas! Este alarde fue distorsionado en el acta para hacerlo pasar como una conspiración. Uno de los supuestos conspiradores, Tadeo Niimura, vivía en el hospital del doctor como farmacéutico hacía 4 meses. El 6 de Agosto de 1909 Niimura compró una libra de material explosivo a nombre de Ôishi y lo envió a Takishi Miyashita. Así es como el doctor terminó involucrado en el asunto y fue ahorcado a la edad de 45 años.

[19] Nota del traductor, Eras en la historia japonesa. Tenmei (1781-1789) estuvo marcada por una devastadora hambruna. La era Tenppô (1830-1841) estuvo marcada por el incendio de Edo y el terremoto de Kyoto.

[20] Chyûsai Ôshio (1793-1841), un discípulo del filósofo chino Wang YangMing, escuela basada en la coherencia entre el pensamiento y los actos, según la cual saber y no actuar acorde significan en realidad no saber. Tenía un cargo legal en Osaka durante la hambruna de la era Tenppô, vendió su biblioteca y distribuyó el dinero entre los pobres urbanos. En 1837 se rebeló en contra del gobierno municipal de Osaka, destruyó la sede de los comerciantes ricos pero su insurrección fue suprimida tras dos días.

[21] Se refiere a los arrestos en masa que se llevaron a cabo entre los suscriptores de Heimin Shimbun, que sucedieron en las prefecturas rurales de Wakayama, Okayama, Kynamoto entre otras. Muchos inocentes fueron detenidos sin tener idea de lo que estaba sucediendo.

[22] Gudo Uchiyama (1874-1911) era un budista y un anarquista convencido. Escribió un tratado titulado Museifu Khoisan, con hondas influencias de Kropotkin, el cual versaba sobre la miseria de los campesinos y cómo superarla. Hizo frecuentes llamados al terrorismo contra la familia imperial pero nunca estos llamados estuvieron acompañados de ningún complot en la práctica. Fue asesinado debido a sus declaraciones.

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