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Reflexiones acerca de la intelectualidad anarquista: Sobre la presentación del libro Hacia un Pueblo Fuerte de Felipe Correa

category internacional | movimiento anarquista | opinión / análisis author Wednesday July 08, 2020 21:16author by per http://alma-apatrida.blogspot.com/ Report this post to the editors

Reflexiones acerca de la intelectualidad anarquista: Sobre la presentación del libro Hacia un Pueblo Fuerte de Felipe Correa
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1) Como decían nuestros queridos Sin Dios … La Facultad, clínica muerta …

Según Antonio Bar en La CNT en los años rojos, los orígenes del sindicalismo revolucionario español (que diferencia de la fase anarcosindicalista posterior) estuvieron caracterizados por cierta desconfianza respecto a los intelectuales: hasta que no se crea el Sindicato de Obreros Intelectuales y Profesiones Liberales estaba vetada, de hecho, su afiliación. Se les consideraba poco menos que sospechosos de desviación ideológica pequeño burguesa. Se admitía, entonces, su colaboración desde fuera de los sindicatos siempre que a un ideal individual de encumbramiento sustituyan el de emancipación colectiva. Que no se me malinterprete: quien escribe esto, por suerte o por desgracia, al igual que el compañero que hizo, el 12 de junio de 2020, la presentación de su libro, ha sido sometido al intento de tamizado mental de la engrasada maquinaria académica burguesa.

Solo que uno se sorprende a veces de como su lenguaje y categorías analíticas abstractas han llegado a colonizar el anarquismo y los movimientos sociales ¿a qué me refiero? A mi modo de verlo este acostumbra a mostrarse como una incapacidad manifiesta de descender a lo concreto perdiéndose en vaguedades teóricas que solo parecen descifrables en el contexto de las instituciones de las que provienen. Cierto estilo académico acostumbra a caracterizarse por la ausencia de ejemplos, expresados en el lenguaje de sus protagonistas, y su incapacidad por conectarlos con las categorías usadas a fin de hacerlas más comprensibles para los protagonistas de las luchas. Los abordajes teóricos del anarquismo especifista acostumbran a pecar de ello lo que pone en evidencia, a mi entender, la férrea división del trabajo existente en esta corriente: de forma similar al bolchevismo existe una visión acrítica del papel de la intelectualidad (a diferencia del sindicalismo revolucionario) como vanguardia esclarecedora de las masas.

2) El libro en cuestión


En cierto sentido, lo anteriormente dicho, se refleja en Hacia un pueblo fuerte de Felipe Correa. Expresiones que ahora puedo rescatar como las estructuras sistémicas de los distintos tipos de dominación constituyen el sistema de dominación o protagonismo popular de las clases dominadas son auténticas perogrulladas (verdades evidentes) y tautologías (repeticiones innecesarias) que no aportan mayor información y cuyo objetivo parece ser buscar el asentimiento fácil del lector sin entrar en temas que puedan ser realmente espinosos. Esto es más evidente cuando se aterriza de lleno en la problemática cuestión del sujeto revolucionario, aquí Correa afirma que:

En la concepción anarquista del poder popular no se da preferencia a una clase o sector de clase (…) pues los anarquistas, a pesar de reconocer que el contexto económico es absolutamente central, consideran que este no determina todos los demás ámbitos de la sociedad y, por lo tanto, un proyecto de poder popular debe tener en cuenta, además del ámbito económico, los ámbitos jurídico-político-militar e ideológico-cultural.

Analicemos este párrafo con detalle: el contexto económico puede que no determine pero si condiciona, es más, constituye, en una economía capitalista, el principal condicionante social lo que justifica sobradamente dar preferencia a la clase trabajadora (eso sí, manejando un concepto amplio de ella que incluya a los asalariados de la economía formal y a la creciente pobreza urbana caracterizada por la heterogeneidad en sus formas de vida). Entonces, tener en cuenta los otros ámbitos que expone al final no es óbice para defender esta preferencia. Pero es que la oscuridad conceptual de este párrafo puede llevarnos fácilmente a la sospecha: si en las conceptualizaciones de estos anarquistas el hecho de que no se da preferencia a una clase guarda relación con tener en cuenta los ámbitos jurídico-político-militar e ideológico-cultural…

¿Significa esto que hay que buscar, junto al proletariado, la construcción de un sujeto revolucionario que incluya, por ejemplo, fiscales, políticos profesionales y oficiales del Ejército? (esto es lo que se puede desprender de considerar el ámbito jurídico-político-militar como esfera autónoma del ámbito económico: incluir, en consecuencia, a los sectores beneficiados por la autonomía relativa del Estado que decía el marxista Poulantzas). Este asunto es espinoso: se podría responder, por ejemplo, que la CNT y la FAI también contaron con la colaboración de algunos de estos en organismos revolucionarios creados durante la Revolución y la resistencia al Alzamiento fascista pero, en todo caso, colaborar no es idéntico a considerarlos un sujeto revolucionario al mismo nivel de la clase obrera (el jurista Eduardo Barriobero se puso a disposición de los anarcosindicalistas en la Oficina Jurídica al igual que los pocos militares republicanos en Barcelona).

Por otra parte, respecto al ámbito ideológico-cultural en el punto 4 de este artículo se explica el significado que intuyo en el texto de Felipe Correa. En relación a esto también hay que señalar una constante en la mayoría de textos del especifismo anarquista y este no es una excepción: la ausencia de un análisis del papel de las clases medias, y la política a adoptar respecto a estas, en todo proceso revolucionario. ¿Se debe moderar el discurso a fin de incorporarlas y no correr el riesgo de que graviten hacia la reacción o se debe defender el programa revolucionario de la clase obrera entendiendo que esta se basta con sus fuerzas para forzar la incorporación subordinada de los sectores medios? Para nosotros, en Catalunya, esta pregunta es de lo más pertinente debido al viraje social, protagonizado por el pequeño empresariado y sectores de la aristocracia obrera intelectual, hacia las propuestas independentistas de un sector emergente de la burguesía catalana.

Para finalizar este punto, me gustaría destacar la confusión que acostumbra a darse en el especifismo latinoamericano, y la obra de Correa no es una excepción, entre los planteamientos históricos del anarcosindicalismo español de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y el movimiento obrero anarquista de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) del Vº Congreso. Fundamentalmente, la diferencia radicaba en que, en la primera, a partir de su Congreso de 1919, se reconoce la finalidad anarquista de la organización si bien está abierta al conjunto de la clase trabajadora, mientras que en la segunda la presencia ideológica del anarquismo (concretamente el de raíz más individualista y humanista) es mayor y se niegan las teorías del sindicalismo revolucionario por ser, según esta visión, de influencia marxista y contrarias al anarquismo. Así debe quedar claro que la doctrina de la FORA-Vº Congreso no era propiamente anarcosindicalismo y que, por tanto, no puede argumentarse el rechazo de este último, en cuanto a estrategia, en base al doctrinarismo histórico de esta organización libertaria argentina.

3) Desempolvando la trabazón anarquista

Por otra parte y volviendo a la terminología del libro, hay que entender que expresiones como estrategia política de construcción de un proyecto libertario de masas son más bien ajenas al lenguaje tradicionalmente utilizado por el anarcosindicalismo, no demasiado amigo de florituras que tras un sonido rimbombante esconden la clásica visión vertical de lo social supeditado a lo político. Como nos recordaba cierto cartel confederal: La CNT no es una organización de masas sino de trabajadores confederados. Por otra parte, es posible que, en Latinoamérica, donde el anarcosindicalismo empezó a perder fuelle antes que en España, no se conciba, por parte del anarquismo especifista, la relación entre intelectuales y movimiento obrero como eminentemente problemática, cuando aquí nos encontramos bien viva la sana desconfianza respecto a los primeros presente en el alma sindicalista revolucionaria del anarcosindicalismo.

Antonio Bar nos recuerda como esa desconfianza fue perdiéndose, en parte, a raíz de la fusión anarcosindicalista que representó, en buena parte aunque no solo, la toma de conciencia por parte de los intelectuales anarquistas de la necesidad de militar en los sindicatos a fin de no aislarse de los trabajadores. Esta idea, que daría lugar posteriormente a la expresión de trabazón como defensa de la colaboración estrecha entre los grupos anarquistas y el sindicato, difiere de la rígida separación en los niveles político y social que promueven los especifistas, aunque lleguen a defender también un nivel intermedio calificado como tendencia y que consiste en agrupar a los anarquistas y afines como corriente interna dentro de movimientos sociales más amplios. Un rígido esquema que lo único que significa, en la práctica, es la obsesión por enchufar o captar a ciertos militantes libertarios o sociales artificialmente creando una imagen irreal de que se es algo en lugar de priorizar la propaganda por el hecho, es decir, la extensión de las ideas anarquistas en base a la práctica concreta.

La vieja idea de la trabazón (como noción que promovía un anarquismo insurreccional que aun así no dejaba de estar al servicio de la lucha obrera) difiere también de la desvinculación patente que existe hoy en día, y de forma recíproca, entre ciertas expresiones anarcosindicalistas y anarquistas: debido a que, por una parte, se sostiene a veces una visión excesivamente sindicalista pura del anarcosindicato (obviando que se trata, si usamos con las debidas reservas el lenguaje de los especifistas, de una organización político-sindical más que exclusivamente sindical) y a que, por la otra, se ha asumido por ciertas corrientes del anarquismo discursos postmodernos referentes a la desaparición de la clase obrera o, como mínimo, de su potencial revolucionario: y considero que, a menudo, no se es suficientemente consciente que estas concepciones provienen, en buena parte, de la colonización que los valores de clase media han realizado entre los mismos trabajadores y los sectores precarizados de esta.

4) Intelectuales, trabajadores y poder popular

Unos mismos valores que considero que, en el caso del especifismo latinoamericano que sirve de referente a algunas expresiones libertarias ibéricas, no dejan de representar cierto encumbramiento de la intelectualidad académica por percibirla como la única capaz (a través de sus categorías creadoras de un determinado sentido) de cohesionar unos sectores populares cuya heterogeneidad de clase no deja de guardar relación con el fallido proceso histórico de industrialización y las privatizaciones. De ahí el uso de algunas categorías como Poder Popular, o incluso Ruptura Democrática en sus expresiones más pacatas, que aseguran conceptualmente la ausencia de tensiones entre los trabajadores cada vez más precarios y los pocos que consiguen pasar los filtros de clase de unas instituciones universitarias cada vez más elitistas: recordar que en algunos países como Uruguay, por ejemplo, si bien se da la gratuidad de las matrículas universitarias, no existen becas para mantenerse lo que hace prácticamente imposible permanecer en un sistema que exige la evaluación continuada.

El aterrizaje en Catalunya de las nociones de Poder Popular defendidas por Felipe Correa, aparte de significar la continuación del intento de implantar unas categorías que chocan con la pervivencia del obrerismo anarcosindicalista y su desconfianza innata hacia las vaguedades de un populismo de corte intelectual, representan también el intento ciertamente desesperado de algunos sectores de la intelectualidad académica para que no se profundice la brecha entre ella y los sectores explotados de la sociedad. Intento paradójico, por cuanto, por otra parte, se sigue teniendo una concepción rígida de lo político y lo social absolutamente compartimentada y dividida en tareas especializadas. Y esto no puede más que generar las mismas desconfianzas y susceptibilidades respecto a los luchadores sociales honestos que produce cualquier otro grupúsculo revolucionario con pretensiones.

5) Concluyendo …

Así que ante disfraces conceptuales que para lo único que sirven es para seguir reproduciendo (eso si, en una versión más izquierdista) un sesgo de clase que, hoy en día, se traduce cada vez más en la esfera del conocimiento (como nos recordaba, aunque suene paradójico, el científico social chileno Rodrigo Larraín respecto la progresiva cretinización de los mejor educados) solo queda recuperar el discurso y la práctica del anarquismo obrero y el sindicalismo revolucionario: recuperando la propaganda por el hecho en las movilizaciones sociales a fin de extender el pensamiento libertario y realizando un esfuerzo por hacerse entender más allá de los círculos de militantes anarquistas.

Alma apátrida

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